ROMA, Italia. El cardenal italiano Carlo María Martini, considerado uno de los cardenales de mayor prestigio y formación, y siempre visto como "papable", falleció este domingo a los 85 años de edad.
Carlo María Martini fue uno de los máximos exponentes del ala progresista de la Iglesia católica.
Nació el 15 de febrero de 1927 en Orbassano (Piamonte, norte de Italia), en el seno de una familia burguesa.
El 25 de septiembre de 1944 ingresó en la Compañía de Jesús y el 13 de julio de 1952 fue ordenado sacerdote en Chieri, Turín.
Estudió Filosofía y Teología, materia en la que se doctoró en 1958 en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Posteriormente, continuó sus estudios en el Pontificio Instituto Bíblico, del que llegó a ser rector en su condición de estudioso de las Sagradas Escrituras y especialista de la crítica paleográfica del Nuevo Testamento.
Desempeñó este cargo hasta que el 18 de julio de 1978 fue llamado a dirigir la Pontificia Universidad Gregoriana, fundada por San Ignacio de Loyola.
En 1979, el papa Juan Pablo II lo nombró titular de la archidiócesis de Milán, la sede episcopal más grande de Europa y una de las mayores del mundo y el 2 de febrero de 1983 fue designado cardenal.
Desde la sede milanesa, la misma de la que salió Giovanni Montini para convertirse en el papa Pablo VI, Carlo Martini potenció el diálogo entre ateos y creyentes, así como entre las distintas religiones y fue un viajero incansable.
En 1987 se le nombró presidente del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) y, como tal, presidió en Viena en 1990 una Conferencia de obispos europeos centrada en la reestructuración eclesiástica de los países del Este de Europa.
Asimismo, en noviembre de 1991, presidió en la ciudad española de Santiago de Compostela el V Encuentro Ecuménico Europeo, en el que se estudiaron temas de referencia teológica, bíblica y la misión y evangelización en Europa.
El 15 de abril de 1993 abandonó la presidencia del CCEE como consecuencia de las reformas introducidas en el citado organismo, en el que fue sustituido por el cardenal checo Miroslav Vlk.
Como arzobispo de Milán, el 28 de febrero de 1994 recibió el encargo de abrir oficialmente la parte diocesana del proceso de canonización del papa Pablo VI.
Considerado "papable" por antonomasia, en 1996 su nombre se barajó entre los posibles candidatos para sustituir al papa Juan Pablo II ante una recaída de éste a consecuencia de una apendicitis.
En 1998 la Universidad Pontificia de Salamanca presentó el libro del cardenal Martini "Comunicar a Cristo hoy", una serie de cartas pastorales sobre los medios de comunicación y el diálogo entre la fe y la cultura.
Ese año publicó, junto al semiólogo y novelista Umberto Eco, "¿En qué creen los que no creen?, donde ambos intercambian opiniones sobre asuntos como la esperanza o las limitaciones a la labor de la mujer dentro de la Iglesia.
En 2000 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
El 15 de febrero de 2002, tras cumplir 75 años, Martini presentó su dimisión al papa como arzobispo de Milán, tal y como exige el Código de Derecho Canónico, y el 11 de julio de 2002 fue sustituido por el cardenal Dionigi Tettamanzi.
Desde 1989 era doctor "honoris causa" por la Universidad Pontificia Salesiana de Roma.
Era especialista en lenguas antiguas. Conocía el arameo y el caldeo, además del griego, latín y hebreo.
Además de su lengua materna, el italiano, hablaba inglés, alemán, francés, portugués, griego moderno y árabe.
Carlo María Martini es uno de los protagonistas del libro "31 jesuites es confessen" (31 jesuitas se confiesan), publicado en 2003 y escrito por Valentí Gómez y Josep María Benítez, que refleja el pensamiento y la vida de algunos miembros de esta orden mediante entrevistas realizadas a lo largo de diez años.
Aquejado de parkinson, en 2010 promovió, junto al purpurado Roberto Tucci, el portal de internet www.vivailconcilio.it para relanzar y dar a conocer a los jóvenes el Concilio Vaticano II.
La fuerza de la libertad
Recuerdo del cardenal Carlo Maria Martini: "A la escucha del otro porque a la escucha de Dios"
ROMA, domingo 2 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el recuerdo del cardenal Carlo Maria Martini, firmado por monseñor Bruno Forte, arzobispo de la diócesis de Chieti-Vasto, Italia, y publicado ayer sábado en el diario Il Sole 24 Ore.
*****
Tuve el don de conocer de cerca al cardenal Carlo Maria Martini y de compartir con el innumerables diálogos y experiencias de fe. ¿Qué me han dado los largos años de nuestra amistad, nacida de su generosidad y confianza? Era 1984 y estaba invitado a hablar a la Iglesia de Milán reunida en Congreso. Las palabras que el cardenal me dijo, volviendo en el coche al Arzobispado, me dieron un grandísimo impulso a ir adelante sobre la vía de la reflexión teológica, al servicio de la Iglesia y de la comunidad de los hombres.
Durante el Congreso de la Iglesia Italiana en Loreto, en 1985, donde el cardenal Ballestrero, presidente de la Conferencia Episcopal, y el cardenal Martini, a la guía del Congreso, me habían llamado a dar el discurso de apertura, hubo momentos de gran tensión y dificultad, que llevé a un diálogo intensísimo y prolongado con el Señor, rezando hasta altas horas de la noche. Cuando por la mañana entregué por escrito al cardenal Martini el fruto de mis reflexiones, su comentario me dió una inmensa alegría: "¡Qué contento estoy de la libertad interior que Dios te ha dado!".
Es esto lo primero que creo haber aprendido de él, como confirmación de una opción de fondo que sentía fundamental para mi ser cristiano y sacerdote: buscar complacer sólo a Dios. Esta libertad me parecía tan luminosa en Martini, que muchas veces la ejercí también respecto a él, hablándole siempre con absoluta franqueza, también cuandos nuestras ideas no coincidían. Siempre me ha impresionado la humildad de su escucha y la serenidad con que presentaba su posición, sopesando los argumentos. Era un hombre siempre atento a captar las razones del otro, generoso en el dar la interpretación más benévola de las posiciones diversas de la suya.
Hombre de verdadero diálogo (sin ninguna exclusión: desde los no creyentes hasta los hermanos en la fe, desde el amadísimo pueblo de Israel, al diálogo ecuménico e interreligioso), promotor de corresponsabilidades y participación de todos, respetuoso de la dignidad de cada uno, cualesquiera que fueran las ideas y opciones de vida de la persona.
Su escucha del otro nacía desde la escuecha profunda y enamorada de la Palabra de Dios: he aquí la otra gran enseñanza que recibí de él. Un amor apasionado, fiel, siempre en búsqueda, a la Sagrada Escritura. Un nutrirse continuamente, en el estupor ante la novedad siempre nueva de Dios que habla. Amaba ya la Palabra: en especial la enseñanza de mi padre en la fe, el cardenal Corrado Ursi, arzobispo de Nápoles, que me ordenó sacerdote en 1973, me había educado a nutrirme asiduamente de la Palabra proclamada en la liturgia.
Del cardenal Martini, recibí el estímulo a hacer de la Escritura el viático cotidiano, a frecuentar con todos los instrumentos disponibles para mejor entenderla, y sobre todo con una "lectio" que se hiciera cada vez más meditación, diálogo con Dios y acción contemplativa. En este don, personalmente experientado, leo la causa más profunda de la vida del biblista y pastor, que fue Martini, lo que me parece trató de enseñar más allá de todo al pueblo que Dios le había confiado, y que habló a la Iglesia entera. Libertad interior, escucha del otro, escucha de Dios: estas tres componentes las advertí presentes y fundidas en el cardenal en modo ejemplar.
Traté de hacer mía esta lección, como pude, con los límites de mi persona y de mis capacidades. El Señor ha sido bueno al darme ayudas valiosas: y entre esta la valiosísima amistad de Martini. La gratitud que tengo hacia él es inmensa, y estoy convencido de que cada creyente conciente y honesto no podrá sino compartirla, ¡como la compartía el amadísimo Juan Pablo II, que quiso explícitamente hacer mención de ella en sus recuerdos autobiográficos! Y ahora que este gran Padre de la Iglesia de nuestro tiempo ha entrado en la luz y la belleza de la vida sin fin en Dios, ¡será el Señor quien le recompense por la eternidad! Permanecerá en el recuerdo admirado y agradecido de innumerables personas que no tienen el don de creer. Y estará siempre en mi oración, como en la de tantos creyentes.
Le pido hacer lo mismo por mí, por toda la Iglesia que tanto ha amado, para que en ella todos –y especialmente quien tiene la responsabilidad de otros- podamos actuar siempre y solo ad majorem Dei gloriam, como dice el lema de san Ignacio, maestro y padre del jesuita Martini: por aquella gran gloria de Dios, que es el hombre vivo, en el tiempo y en el día sin fin del Eterno, en cuya luz ahora vive el Padre Carlos, maestro de vida y de fe.