SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Falleció la madrugada del sábado, y fue sepultada este domingo en la tarde, la artista, pianista y profesora Aída Bonnelly de Díaz. Fue la esposa del escritor Virgilio Díaz Grullón.

Doña Aída falleció como consecuencia de una larga enfermedad, que la mantuvo postrada los últimos tiempos. El entierro fue a las 4 de la tarde en el cementerio Cristo Redentor.

El 24 de noviembre del 2011 la Sala de la Cultura del Teatro Nacional fue bautizada con el nombre de Aída Bonnelly de Díaz. En esa ocasión Margarita Miranda Mitrov produjo unas palabras que reseñaban parte de su vida artística y como escritora.

A continuación un fragmento de esa reseña

Aída Bonnelly de Díaz nació en Santiago de los Caballeros el 2 de mayo de 1926, hija del Ingeniero Rafael Bonnelly García y la señora Victoria Peralta. Además de doña Aída, el matrimonio Bonnelly-Peralta solo tuvo otro vástago, la hermana más pequeña y muy querida de doña Aída, su alter ego, doña Idelissa Bonnelly.

Doña Aída se graduó de bachillerato con Primer Honor de su clase en el prestigioso Colegio Luis Muñoz Rivera de Santo Domingo en 1944.

Al mismo tiempo, estudiaba piano con la profesora cubano-alemana Manuela Jiménez, cuyo estudio constituía, en aquellos años lejanos donde no existía aun el Conservatorio, un espacio verdadero de aprendizaje de la música, con similar nivel y la disciplina académica de un estudio europeo. Permaneció bajo la tutela de doña Manuela hasta 1945, cuando se marchó a Nueva York para continuar sus estudios de música.

Se diplomó en la legendaria Escuela Juilliard – indiscutiblemente el primero de los Conservatorios en Estados Unidos por aquel entonces — con mención en Piano en 1949, con la profesora Catherine Bacon.

Más tarde, entre 1954 y 1955, continuó estudios de especialización en música y piano en París, con el profesor Harry Cox.

Al regresar de Juilliard, la joven pianista Aída Bonnelly tocó numerosos recitales públicos en el país. Además, se inició en la enseñanza del piano: privadamente, congregó un gran número de discípulas que luego pasarían con ella al Conservatorio, al ser nombrada Directora del Departamento de Piano de esa institución, entre 1955 y 1961. Varias de aquellas discípulas llegarían a convertirse con posterioridad en profesoras del mismo Conservatorio. Durante aquellos años, la joven profesora impartió también clases de historia de la música.

En 1955, ocurrió un acontecimiento trascendental en la vida de doña Aída: contrajo nupcias con el escritor y abogado Virgilio Díaz Grullón. De ese matrimonio, muy estable y feliz, nacieron sus dos hijos: Victoria y Virgilio Díaz Bonnelly. Doña Aída y don Virgilio formaron una pareja ejemplar y de pasiones comunes, aunque no la de la música, ámbito exclusivo de ella.

La turbulenta década de los 60 vio a la joven familia Díaz-Bonnelly viviendo en la ciudad de Washington, en los Estados Unidos. Mientras don Virgilio cumplía con una posición de trabajo en el Banco Interamericano de Desarrollo, doña Aída aprovechó, entre 1962 y 1967, para realizar cursos de Post-grado en la Universidad Católica de Washington y además cursos de piano con el eminente profesor Emerson Meyers.

A partir de 1971, la familia retorna a la República Dominicana. Es en ese momento que Doña Aída empieza a escribir crítica musical y artículos de temas culturales diversos para el Listín Diario.

Y, por supuesto, el 9 de agosto de 1973, Aída Bonnelly de Díaz recibió la designación de Co-Directora Artística del Teatro Nacional, solo días antes de su inauguración. Esta primera etapa de doña Aída al frente del Teatro Nacional terminó en 1978.

En 1979, fue Directora de la Sección de Música de la Biblioteca Nacional.

Nuevamente, desde 1980 a 1983, ocupó ya sola la Dirección Artística del Teatro Nacional. Fue en esta segunda etapa y con el interés de promover un número cada vez mayor de presentaciones para todos los públicos en el Teatro, cuando creó esta funcional sala que ella misma llamó "de la Cultura" y que hoy lleva su nombre. Mientras tanto, dedicó la Sala Ravelo exclusivamente a las presentaciones teatrales que organizó en temporadas.

Finalmente, el 7 de septiembre de 1987, fue por tercera y última vez designada Directora Artística del Teatro Nacional — fue justamente durante ese periodo que tuve el privilegio de acompañarla como su asistente en la Dirección Artística. Renunció al cabo de tres años, en 1990, decidida a retirarse, quizás prematuramente, a tocar el piano, enseñar música, escribir artículos y nuevos libros, además de ofrecer charlas de apreciación musical.