SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La semana se inició con una noticia que horrorizó a muchos: un adolescente de 14 años que trabajaba limpiando cristales en la intersección de las avenidas Winston Churchill y Charles Summer fue asesinado por su compañerito de apenas 11.
El caso provocó mucha consternación e inclinó la atención hacia esos niños que crecen con la calle como hogar. En esta materia nos encontramos con un problema social grave que tiene muchos responsables y, lejos de ser prioridad para el Estado, es más bien un tema para efemérides y coyunturas. Acento.com.do conversó al respecto con Agustín Mora, un psicólogo especialista en tratamiento de niños en situación de calle, y el profesor Julio Urbáez, coordinador general de Programas de Niños del Camino.
Los expertos manifiestan que se está ante una situación muy difícil de combatir, sobre todo por la indiferencia de las autoridades y de la misma sociedad. Explican muchos menores viven en ambientes tan hostiles que tienen la violencia como su único mecanismo de sobrevivir.
LLP: Hoy la prensa recoge casos de violencia muy extremos, incluyendo uno en que un niño de 11 años de edad mató a otro de 14. ¿Cómo se explican unos niveles de violencia tan elevados? ¿A qué se deben?
Agustin Mora: Yo creo que el caso de violencia no es un caso exclusivo de la población callejera ni de la población infantil tampoco. Hay una violencia generalizada en la sociedad. Violencia en los medios, en la familia, en el barrio… y, bueno, también en los muchachos que hacen vida en la calle. Resalta más en estos casos porque la gente siente cierto miedo. La violencia es un seguimiento de patrones familiares y culturales que indican que esa es la forma de resolver los conflictos, la única alternativa. Hay una ausencia de diálogo y el niño aprende a ser violento para resolver los conflictos. Y a esto se suma la calle, una selva de cemento en que impera la ley del más fuerte. Siempre los casos de violencia entre niños en situación de calle son casos de muchachos abusados por otros compañeros mayores o que tienen más tiempo en la calle y redes sociales más grandes que los otros. Les quitan el dinero, la comida o abusan de ellos, incluso sexualmente, y la respuesta a esta violencia, lógicamente, es más violencia.
"Aparecen voces que piden la modificación del Código del Menor para que a los niños de 12 años les apliquen las leyes que le aplican a un adulto de 35, y nunca nos vamos a la base del problema. Hay una doble moral. Cuando infringen la ley los vemos, pero mientras tanto, no existen"
Julio Urbáez: Hay algo que hay que analizar para entender mejor el tema de la violencia. ¿Dónde tenían que estar estos muchachos? En cualquier lugar, menos en la calle; en cualquier otra actividad, menos trabajando. Entonces, esta sociedad no da respuestas, ni la familia ni el Estado. Estos muchachos deberían estar en la escuela, con su familia en la casa o en un espacio recreativo. Entonces, ante esta falta de respuesta, que de alguna forma es una violencia de la sociedad hacia estos niños, genera situaciones como estas. Evidentemente hay un factor económico, porque esos muchachos estaban en una actividad de generación de recursos, y ahí se produce una violencia económica porque estos muchachos no deberían estar en necesidad de hacer esto. Pero también está la violencia producto de la falta de responsabilidad de las instituciones que no están dando una respuesta a las necesidades de la familia. Se podría señalar que los padres los mandan a trabajar, entonces ahí debería intervenir el Conani para garantizar el respeto de los derechos de esos niños. Hay una serie de factores que hacen de todo esto un problema sociológico. También es cultural. Estamos, sin darnos cuenta, generando una cultura basada en la resolución de los problemas mediante la violencia. Hasta en los programas que uno escucha ves que se parte de que el más fuerte es el que se debe imponer. Por esa ruta no. Por esa ruta le vamos a dejar la violencia como herencia a las generaciones venideras.
LLP: Por un lado la sociedad se cuestiona y se consterna cuando hay un caso de violencia así, pero también la tolera y la fomenta. ¿Hay una doble moral en esto?
JU: Sí, es una situación difícil. Fíjate, hoy leí una noticia sobre un niño al que le dictan prisión domiciliaria por haber matado a su padre. Pero ¿cómo ocurre? Cuando él mata a su papá, es porque el papá está abusando de la mamá. O sea, ese niño aprendió que los problemas se solucionan con la violencia. No existe el diálogo, no existe la compresión… Y ahí puede hacer un papel muy importante la escuela. Por eso es la necesidad de tener una mejor educación, de invertir más. La escuela debe ser un lugar acogedor para los niños que tienen problemas en sus casas y enseñarles que la vida en sociedad tiene sus reglas y que no son precisamente la violencia. Una respuesta que esta sociedad puede empezar a dar es el incremento del presupuesto de Educación.
AM: La población infantil callejera, dominicana y haitiana, es invisible ante los ojos de las autoridades. Es una población que sólo existe cuando hay un caso como este ocurrido recientemente. Cuando hay casos así es que las autoridades y la población se dan cuenta de que hay niños en los barrios que trabajan, que piden, que son delincuentes. Al día siguiente aparecen voces que piden la modificación del Código del Menor para que a los niños de 12 años les apliquen las leyes que le aplican a un adulto de 35, y nunca nos vamos a la base del problema. Hay una doble moral. Cuando infringen la ley los vemos, pero mientras tanto, no existen.
LLP: Ustedes que trabajan con niños en situación de calle, ¿encuentran casos de violencia graves con frecuencia?
AM: Sí, son muy comunes. Una de las características que Niños del Camino ha encontrado en esta población es la violencia como modo de protección, como modo de socialización, incluso. En la calle hay una violencia que para nosotros es muy agresiva que para ellos no es más que un modo de socialización, una forma habitual de relacionarse entre ellos. Ahí te da poder la fuerza que tengas, partiendo del tiempo que llevas en la calle, de tu red social y de tu tamaño, todo eso por el uso de la violencia.
LLP: ¿Es como si fuera un estilo de vida?
AM: No exactamente, pero sí una característica común en la mayoría de los callejeros. Y es que la violencia es el caparazón que ellos crean para poder protegerse de la violencia que la sociedad ejerce contra ellos, de la de los delincuentes y drogadictos, de la de los policías que están en las esquinas. Esa es la dinámica: violencia producto de violencia.
LLP: ¿Atienden niños haitianos aquí?
AM: Sí, hay una población representativa. No hay tantos como dominicanos, pero sí, tenemos.
LLP: El abordaje que se da desde el Estado a los niños se limita a un asunto puramente migratorio o es algo más integral?
JU: Inició como un tema meramente migratorio. No conocemos que haya un programa educativo para dar respuesta a los niños haitianos en situación de calle aquí. Se hizo una especie de limpieza y se habilitó en el antiguo vacacional de Haina un espacio al que se llevaron a todos los niños haitianos que pudieron, pero más bien era una respuesta migratoria. En la prensa salió que las autoridades iban a identificar a las familias de esos niños en Haití para devolvérselos, pero había ocurrido recientemente el terremoto y eso, me imagino, que era un poco difícil.
LLP: Finalmente, ¿quién tiene la culpa y quién tiene la solución de este problema?
Mira, todos los niños son sujetos de derechos, por consiguiente hay un garante. Los garantes aquí son la familia y el Estado, primero, y luego a la sociedad en sentido general. Un niño no debe estar en la calle ni debe estar trabajando. Hay una falta de respuesta de los garantes. Y para hablar de solución, creo que habría que hablar de buscar la forma de cumplir con los derechos de los niños. Hay problema de fondo, porque hay familias que no están en condiciones de garantizar derechos como la alimentación, la salud, la educación… y en ese caso tiene que intervenir el Estado. Sólo está la tarjeta Solidaridad, y eso es insuficiente, una familia lo que necesita es un trabajo digno que le permita darle a sus hijos lo que necesita. Mientras tanto, una escuela con un desayuno escolar digno es una alternativa muy útil y más fácil de conseguir en lo inmediato.