SANTO DOMINGO, República Dominicana.-El racismo y la xenofobia han renacido en la República Dominicana, con la sentencia 168 del Tribunal Constitucional, a juicio del doctor Manuel Barcia, Director Adjunto del Instituto de Estudios coloniales y poscoloniales de la Universidad de Leeds, de Inglaterra.

En un artículo publicado en la página digital de la cadena de noticias Al Jazeera, fechado el pasado día 1, el Dr. Barcia sostiene que “el fantasma de la xenofobia y el racismo se ha despertado con renovada sed de venganza y cólera furiosa en la isla de La Española, compartida por haitianos y dominicanos”.

“Los dominicanos son uno de los principales productores de inmigrantes de América Latina hacia EE.UU., Europa e incluso otros países latinoamericanos. En estos lugares, a menudo son objeto de actitudes que son sorprendentemente similares a las que se exhiben hoy en contra de los haitianos y sus descendientes en su tierra natal”, subraya.

Considera que la sentencia 168 del Tribunal Constitucional de la República Dominicana es un “monumental acto del absurdo humano” y advierte que dejar en la apatridia a 250 mil personas “no es poca cosa”.

“De acuerdo con la Constitución de la República Dominicana (RD), toda persona nacida en el país es por el jus solis un ciudadano dominicano. Este derecho, sin embargo, no se aplica a los que nacen en tránsito. Ocurre que la interpretación de lo que significa “en tránsito”, ha sido el centro de las medidas draconianas adoptadas recientemente por un tribunal dominicano para despojar de su ciudadanía a cuatro generaciones de dominicanos de ascendencia haitiana”, expone.

A continuación el artículo:

La xenofobia y el racismo de nuevo en la República Dominicana

Manuel Barcia*

La xenofobia y el racismo son condiciones que la gente normalmente se asocia con los blancos. Desde las leyes de Jim Crow en los EE.UU. hasta el régimen del apartheid en Sudáfrica, hemos tenido demasiados ejemplos de cómo el hombre blanco discrimina y segrega a los que son diferentes. Por supuesto, esto es sólo el resultado de nuestra visión subjetiva del mundo. La realidad es que tanto la xenofobia como el racismo difícilmente sean el monopolio de los blancos.

Para algunos ejemplos recientes, sólo tenemos que leer las noticias de las últimas dos semanas. En Sudáfrica, el presidente Jacob Zuma ha estado haciendo sugerencias extrañas a los sudafricanos. “No sean como los africanos ni piensen como los africanos”, dijo en una reunión en la Universidad de Witwatersrand, en referencia implícita, de manera peyorativa, al resto del continente.

Las autoridades dominicanas tienen que empezar a abordar las ideas xenófobas, racistas y nacionalistas reales que han llevado a esta enorme metedura de pata

Del otro lado del Atlántico, los inmigrantes de todas partes de América Central continúan arriesgando sus vidas todos los días tratando de llegar a la tierra prometida de los Estados Unidos en el famoso tren conocido como “La Bestia”. En su camino hacia el norte, tienen que lidiar con una amplia variedad de riesgos, incluyendo caer en manos de las autoridades locales y de los criminales que generalmente los tratan con desprecio y violencia.

Ahora el fantasma de la xenofobia y el racismo se ha despertado con renovada sed de venganza y cólera furiosa en la isla de La Española, compartida por haitianos y dominicanos.

La discriminación contra los haitianos y sus descendientes en República Dominicana no es nada nuevo y comienza en la primera infancia. Un estudio reciente concluyó que los niños dominicanos entre 4 y 13 años de edad eran más propensos a asociar el mal, la fealdad y la pobreza con la gente negra en lugar de la blanca.

La falacia de los dominicanos “en tránsito”

De acuerdo con la Constitución de la República Dominicana (RD), toda persona nacida en el país es por el jus solis un ciudadano dominicano. Este derecho, sin embargo, no se aplica a los que nacen en tránsito. Ocurre que la interpretación de lo que significa “en tránsito”, ha sido el centro de las medidas draconianas adoptadas recientemente por un tribunal dominicano para despojar de su ciudadanía a cuatro generaciones de dominicanos de ascendencia haitiana.

Esto no es poca cosa. Estamos hablando de no menos de 250,000 ciudadanos dominicanos que han nacido y vivido toda su vida en la República Dominicana. Muchos de ellos son hijos y nietos de los nacidos y criados en la República Dominicana. Muchos de ellos sólo hablan español, y con acento dominicano. Sin embargo, ellos, de alguna manera, se considera que son los extranjeros, ya que han nacido en tránsito.

Ahora vamos a tratar de desentrañar este monumental acto del absurdo humano. Según la sentencia del mes pasado del Tribunal Constitucional de la República Dominicana, todos los nacidos en el país después de 1929, cuyos padres no eran dominicanos, ya no se deben considerar ciudadanos dominicanos.

Esta decisión no sólo, obviamente, anula su propia Constitución, sino que también va en contra de una decisión anterior de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso Yean y Bosico contra República Dominicana, que, en octubre de 2005, llegó a la conclusión de que la decisión se había alcanzado en “forma discriminatoria”.

En esa ocasión, el tribunal también concluyó que privar a los dominicanos de ascendencia haitiana su derecho a la ciudadanía, constituye un acto de discriminación racial que puso a la República Dominicana en violación de los artículos 1, 21 y 27 de la Convención Americana de Derechos Humanos.

Esta decisión fue una tontería para el Tribunal Constitucional dominicano. Rechazaron las conclusiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, estableciendo un precedente para las nuevas medidas aprobadas en septiembre. Obviamente, para este tribunal, los de ascendencia haitiana no tienen el derecho a ser considerados dominicanos.

Un problema profundamente arraigado

La discriminación contra los haitianos y sus descendientes en la República Dominicana no es nada nuevo y comienza desde la primera infancia. Un estudio reciente llevado a cabo por el programa de televisión “Con el Consumidor”, concluyó que los niños dominicanos entre 4 y 13 años de edad eran más propensos a asociar el mal, la fealdad y la pobreza con las personas de color en lugar de las blancas.

Según la mayoría de los expertos en el tema de la raza en la República Dominicana, hay una actitud antinegro que ha permeado la sociedad dominicana en los últimos años. Esta actitud antinegro equivale a la aversión antihaitiana. Obviamente, hay un antecedente para este resentimiento que se explica a mediante la historia común de ambas naciones y los pueblos.

Toussaint L’Ouverture y Jean-Jacques Dessalines invadieron primero el entonces español Santo Domingo en el pico de la Revolución Haitiana. El presidente haitiano Jean Pierre Boyer ocupó el territorio entre 1822 y 1844. En 1844, los dominicanos lograron por primera vez su independencia, de Haití. Desde entonces, las relaciones mutuas han sido tensas, por decir lo menos.

Haitianos y dominicanos padecieron enfermedades similares durante el siglo XX: las intervenciones y ocupaciones de Estados Unidos, dictaduras sangrientas, migraciones masivas, etc. Sin embargo, de alguna manera, este sufrimiento común no hizo mucho para acercar a los dos pueblos y, ciertamente, los haitianos no se granjearon el cariño de los dominicanos.

Las autoridades dominicanas tienen que empezar a abordar las ideas xenófobas, racistas y nacionalistas reales que han llevado a esta enorme metedura de pata.

En realidad, es muy revelador que sea en esta isla del Caribe donde el tema del racismo y la xenofobia se ha reavivado. Viejos resentimientos han tomado un perfil inesperado, esta vez, en la forma de nuevas leyes dictadas por instituciones intrínsecamente racistas.

A pesar de que la mayoría del pueblo dominicano está mezclado racialmente, son los negros, los descendientes de haitianos, los que están en la mira de esta ley irresponsable. No es de extrañar que el gobierno de Haití haya respondido llamando a su embajador en Santo Domingo, y mediante la emisión de una serie de declaraciones de condena y lamentando los nuevos decretos.

También ha dado lugar al desarrollo de una campaña de relaciones públicas masivas por parte del gobierno dominicano, en un intento de justificar y ocultar la gravedad de sus nuevas medidas xenófobas y racistas.

¿Es la hora de corregir el rumbo?

Durante más de un siglo, los haitianos han constituido la fuerza de trabajo más sustancialmente mal pagada en República Dominicana. Han trabajado en las plantaciones de azúcar, han realizado los trabajos más básicos en el sector turístico, y hasta hoy, muchos lo hacen sin ningún tipo de derechos fundamentales. Muchos de ellos han vivido toda su vida en la vecina nación de habla española, y sus hijos y nietos han nacido allí y allí han crecido.

¿Cómo se puede justificar esta nueva ley tonta, racista y xenófoba? Los nacionalistas dominicanos, empezando por el Tribunal Constitucional que dictó esta decisión desacertada, deberían echarse un vistazo en profundidad a sí mismos.

Los dominicanos son uno de los principales productores de inmigrantes de América Latina hacia EE.UU., Europa e incluso otros países latinoamericanos. En estos lugares, a menudo son objeto de actitudes que son sorprendentemente similares a las que se exhiben hoy en contra de los haitianos y sus descendientes en su tierra natal.

E incluso, si han alcanzado un estatus legal como inmigrantes, a menudo suelen emplearse para hacer los peores trabajos disponibles, con frecuencia mal pagados y sin muchos derechos.

Tal vez la aprobación de esta nueva ley no sea más que un modo de ajustar cuentas. Tal vez el Tribunal Constitucional Dominicano, en su ignorancia y atraso, ha tratado de reescribir las normas de ciudadanía de la nación para que los descendientes de piel oscura de los que llegaron a la frontera en los últimos años, entiendan de una vez por todas que son de segunda clase, los vecinos no deseados, independientemente del lugar en que ellos -y también sus padres y abuelos- nacieron.

Tal vez el Tribunal Constitucional y el presidente del Senado dominicano, Reinaldo Pared Pérez, uno de sus defensores más comprometidos, abran sus ojos y se den cuenta de cómo el resto del mundo los está mirando. Porque si hay algo que está claro es que aun con la mayor cantidad de excusas que puedan presentar para justificar su decisión inmoral, no están engañando a nadie.

Esperemos que comprendan su error y deroguen la ley, y pidan disculpas a todos aquellos ciudadanos dominicanos legítimos que acaban de ser expulsados mediante una firma. Sin embargo, se necesita más que eso. Las autoridades dominicanas tienen que empezar a enfrentarse a las ideas xenófobas, racistas y nacionalistas reales que han llevado a este gigantesco error.

Esos 250,000 ciudadanos dominicanos de ascendencia haitiana no se van a ir a ninguna parte, y los dominicanos que están obsesionados con estas ideas antihaitianas y antinegro mejor buscaran alguna manera de aceptar esa realidad. De lo contrario, se encontrarán con que no sólo son xenófobos y racistas, sino también locos inconscientes.

1 de noviembre de 2013

*El Dr. Manuel Barcia es Director Adjunto del Instituto de Estudios coloniales y poscoloniales de la Universidad de Leeds.

http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/profile/manuel-barcia.html

Manuel Barcia Paz. Doctor en historia. Desde 2006 forma parte del claustro de la Universidad de Leeds, y desde 2010 es Miembro Honorario del Wilberforce Institute for the Study of Slavery and Emancipation de la Universidad de Hull.

Manuel Barcia Paz nace en la Habana Vieja en 1972. Estudió licenciatura en Historia en la Universidad de la Habana y también en la misma institución una maestría en Estudios Interdisciplinarios sobre América Latina, el Caribe y Cuba. Entre 1994 y 2001 trabajó en el Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de la Habana.

También cursó estudios de posgrado en Senegal y Brasil antes de viajar a Gran Bretaña para tomar una maestría en Historia Comparada en la Universidad de Essex, donde también obtuvo un doctorado en Historia en 2005. Desde 2006 forma parte del claustro de la Universidad de Leeds, y desde 2010 es Miembro Honorario del Wilberforce Institute for the Study of Slavery and Emancipation de la Universidad de Hull.

Su área de especialización es la esclavitud y el tráfico de esclavos en el Mundo Atlántico en los siglos XVIII y XIX, en particular Cuba y Brasil. Más recientemente ha comenzado a trabajar en el restablecimiento de las historias comunes que unen a África Occidental, Cuba y Brasil desde una perspectiva comparada.

En su obra saca a la luz los problemas de la esclavitud más discutidos en la actividad por la historiografía internacional. En sus páginas aparecen analizadas las leyes coloniales españolas acerca del modo de vida de los esclavos, y cómo estas leyes respaldaron el control y la represión dentro de las plantaciones azucareras y cafetaleras cubanas del siglo XIX.

Ha publicado numerosos artículos en revistas nacionales e internacionales, entre las que se destacan Debates Americanos, Journal of Caribbean History, Atlantic Studies y la Revista de Indias. Hasta hoy ha publicado un libro en Cuba (premiado con el galardón Pinos Nuevos en 1999) y dos libros en los Estados Unidos, los cuales discuten varios aspectos de las formas de resistencia de los esclavos africanos. Asimismo ha participado en congresos sobre su tema de investigación en el continente Americano, Europa y África.

Actualmente es miembro del consejo editorial de la revista International Journal of Cuban Studies, y también del proyecto The Transatlantic Slave Trade Database. Más recientemente ha sido nombrado entre los miembros del Consejo Asesor del proyecto internacional African Slave Database Network, dirigido por los profesores Walter Hawthorne y Gwendolyn Hall.

Bibliografía activa

Con el látigo de la ira. Legislación, represión y control en las plantaciones cubanas, 1790-1870. (Havana: Ciencias Sociales, 2000).

Seeds of Insurrection: Domination and Slave Resistance on Cuban Plantations (Baton Rouge: Louisiana State University Press, 2008).

The Great African Slave Revolt of 1825: Cuba and the Fight for Freedom in Matanzas (Baton Rouge: Louisiana State University Press, 2012).

Fuente:

Institute of Colonial and Postcolonial Studies. Universidad de Leeds