SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Bajo el titular “Crónica de un desastre previsto”, Michaëlle Jean, la exgobernadora de Canadá nacida en Haití, solo ve una novedad en el actual escenario haitiano: el silencio generalizado de la población.
Todo lo demás, sostiene que está claramente identificado como ingredientes del descalabro generalizado, lo que incluye hasta el asesinato de niños.
En un texto publicado este viernes, Michaëlle Jean, también secretaria general de la Francofonía, comienza por alertar sobre el silencio popular que ensordece tras el asesinado del presidente Jovenel Moise y explica que las calles están vacías y el aire cargado de preocupación porque sencillamente “el país está devastado” y sus habitantes, abrumados, "han sufrido demasiado”.
La única otra novedad tiene ya casi dos años, la COVID-19, y si se busca otras no se pasará de constatar que ya existían y que todas coinciden en que son problemas que se arrastran y que ahora solamente se han profundizado. Ese “solamente” es una palabra trágica.
De hecho, durante meses Puerto Príncipe ha estado sometido al fuego y al terror. La inseguridad se ha convertido en la regla. Las bandas armadas han seguido atacando. Se han multiplicado los secuestros, asesinatos, ataques dirigidos y generalizados al punto que “se incendiaron barrios” y “fueron masacrados, mujeres, jóvenes, niños muy pequeños, periodistas, activistas, altos cargos judiciales, comerciantes. En definitiva, “horror en todas partes”, subraya esta política, diplomática y periodista canadiense nacida en Puerto Rico en 1957.
En su texto añade que “la masacre” generalizada ya vació de habitantes barrios completos de la ciudad, quienes han huido de este estallido de violencia marcado por el permanente de ajuste de cuentas entre grupos armados.
A la par y no hace mucho tiempo, recuerda, “incluso vimos enfrentamientos entre policías y militares, transeúntes en pánico bajo el intenso fuego de armas de guerra”, muchas disparadas también por miembros de la Policía Nacional y un cuerpo de las Fuerzas Armadas, “desmantelado en 1995 bajo el régimen del presidente Jean-Bertrand Aristide, reactivado por el presidente Michel Martelly y recientemente movilizado por Jovenel Moïse”, anotó.
Se trata de “fuerzas del orden que se comportan como bandas” y que se mueven en un escenario de “impunidad total, sin escucha, sin justicia para las víctimas, sin proceso de investigación, todo lo contrario”, advierte.
Sobre Moise, dijo que Haití lo vio “conviviendo con las pandillas, buscando sus favores, protegiéndolos de alguna manera, dejando el campo abierto para ellos” y, complementariamente, colocado “al margen de las reglas del Estado de derecho, negándose a obedecer el texto de la Constitución”, principalmente interpretándola a su antojo y estableciendo así que no estaba obligado a dejar el poder el 7 de febrero de este año.
Entonces vinieron las protestas callejeras exigiendo su salida y refregándole en la cara su irrespeto a la Constitución, su legitimidad totalmente socavada por los graves escándalos de corrupción en los casos PetroCaribe y Agritrans.
“Jovenel Moïse se negó a cumplir” incluso con mínimos exigidos por la comunidad internacional que, sin embargo, le renovó un apoyo tácito o simplemente el silencio.
“El presidente, montado en esta ola de peligros, prefirió la opción de realizar un referéndum para la modificación del texto constitucional, maniobra expresamente prohibida por la Constitución. Aquí nuevamente obtiene el asentimiento de la comunidad internacional, que ha permanecido completamente sorda a los repetidos llamamientos y múltiples señales de la sociedad civil haitiana, con todos los sectores combinados” en ello, insistió el texto de Michaëlle Jean.
La exgobernadora no dio tregua: “El error fundamental y dramático del presidente Jovenel Moïse fue debilitar y desmembrar todas las instituciones estatales, que ahora están totalmente colapsadas. Pero un jefe de estado sin un Estado corre el mayor riesgo. El presidente se encontró así sin armadura, desprotegido ante los peores excesos, acechando en la guarida de la inseguridad en la que había hecho su refugio”.
“Aquí es víctima de ciertos pactos hechos con mafias insaciables que se han apoderado resueltamente del escenario nacional. El círculo de fuego se cerró trágicamente sobre Jovenel Moïse”.
Hoy en día, la transición misma está en peligro debido a la falta de instituciones capaces de hacerse cargo del ínterin. También complicado por el hecho de que el primer ministro Claude Joseph, destituido hace unos días por Jovenel Moïse, quien lo reemplazó oficialmente por Ariel Henry, su séptimo primer ministro en menos de cinco años y a quien iba a investir en mismo 7 de julio, día de su muerte.
Claude Joseph, sin embargo, se apresura a ocupar el vacío, se cree autorizado para declarar el estado de sitio, medida que solo puede ser considerada en caso de guerra civil o invasión de una fuerza extranjera y, además, solo con el acuerdo de la Asamblea Nacional, que quedó inoperante hace más de un año. Es decir, tanto Joseph como Henry son ilegítimos, advierte Michaëlle Jean.
Antes de apuntar a que se necesita de un diálogo, un gobierno de coalición para organizar nuevas elecciones, dentro de las reglas de la democracia, y advertir que “para que este país tenga futuro es imperativo erradicar la corrupción que se pudre en sus entrañas, emprender políticas robustas que restauren la confianza, la dignidad, la justicia, la equidad y seguridad, el respeto a la vida, todo lo que la población no hace”, Michaëlle Jean remata que presidente del Senado, uno de quienes podría liderar a Haití, “estaba fuera del país, en República Dominicana, el día del asesinato de Jovenel Moïse”.