SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La Conferencia Del Episcopado Dominicano rechazó de manera categórica las observaciones que el Poder Ejecutivo realizara sobre la ley que modifica el Código Penal entender que, entre otras cosas, “viola nuestra Constitución: “el derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”.
La conferencia, a través de su carta pastoral, consideró que una eventual “legalización del aborto” es dictar “pena de muerte”, a una persona por demás “indefensa”.
“Es verdad que la violación produce un trauma en una mujer violada. Y esto no es nada deseable y del todo reprobable. Ahora bien, entiéndase bien que un aborto provocado es y será para siempre un trauma sicológico perdurable en el tiempo (Síndrome del Post-Aborto)”.
Por lo que se cuestionan “además del trauma de la violación, ¿el Estado va a legislar para que en vez de un trauma, tenga dos?: el de la violación y el del aborto provocado”.
Los religiosos consideran que el Estado no tiene derecho a violar su propia Constitución, condenando a muerte vidas indefensas e inocentes.
Lea íntegra el comunicado de la Conferencia Del Episcopado Dominicano
COMUNICADO DE LA COMISION NACIONAL DE PASTORAL FAMILIA Y VIDA DE LA
CONFERENCIA DEL EPISCOPADO DOMINICANO.
POR UN CODIGO PENAL APEGADO A LA VERDAD Y A LA VIDA
Ante la observación a la Ley aprobada sobre el Código Penal enviada a la Cámara de
Diputados por el Poder Ejecutivo, referente a la penalización del aborto expresamos públicamente nuestro RECHAZO a la misma. En primer lugar porque viola nuestra Constitución: “el derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”. No podrá establecerse, pronunciarse ni aplicarse en ningún caso, la pena de muerte”. (Art. 37- Constitución de la República Dominicana, 26 de Enero 2010). Una eventual “legalización del aborto” es dictar “pena de muerte”, a una persona por demás indefensa, aunque ésta provenga de una violación de la que ella no es nada responsable, o bien pudiera tener alguna malformación.
Es verdad que la violación produce un trauma en una mujer violada. Y esto no es nada deseable y del todo reprobable. Ahora bien, entiéndase bien que un aborto provocado es y será para siempre un trauma sicológico perdurable en el tiempo (Síndrome del Post-Aborto).
De modo que además del trauma de la violación, ¿el Estado va a legislar para que en vez de un trauma, tenga dos?: el de la violación y el del aborto provocado.
A quien hay que penalizar es al violador, mientras que a la mujer con su criatura darle el apoyo y acompañamiento justo y solidario.
Cuando la carta del Presidente habla de “el derecho a la vida y a la salud, el respeto a su dignidad humana y a su integridad psíquica y moral”, referido a la mujer embarazada, nótese que es excluyente, dado que sólo se refiere a la mujer, a la que naturalmente hay que salvar siempre, no reconociendo que allí en una mujer embarazada hay otra persona, otro ser humano al que hay que salvar y no condenar, tal como establece el Art. 38 de nuestra Constitución.
El principio a tener en cuenta es que son dos vidas que están en juego. El Estado tiene el deber y la obligación de ser inclusivo y legislar para salvar las dos vidas, no para salvar una y condenar la otra.
Este mismo principio es válido para el profesional de la salud. El médico, en caso de emergencia y amenaza contra la vida de la mujer embarazada tiene el deber de atender y procurar la salvación de las dos vidas. Si en el camino de procurar salvar las dos vidas y una, tal vez la más débil, muere, no es objeto de penalización, guarda su seguridad jurídica en el ejercicio ético de su profesión, que es salvar vidas, no ir a una intervención condenando una y salvando otra.
Decir que “debe prevalecer el derecho fundamental a la vida de la mujer embarazada”, es producir una “condena de muerte”, cuando el médico los puede salvar a los dos.
De modo que “el interés de protección social y el respeto a la dignidad” de los profesionales de la salud, está salvado, siempre que su accionar profesional sea equitativo e inclusivo, no en desigualdad de condiciones, ni con criterios y principios de exclusión.
Creemos que no es nada coherente la justificación que dice sobre los compromisos internacionales de derechos humanos suscritos y ratificados por los órganos competentes de la República Dominicana.
No podemos confundir para nada los fenómenos de violencia contra la mujer, con esta realidad de nuestra Constitución: “el derecho a la vida es inviolable desde la concepción hasta la muerte”. (Art. 37- Constitución de la República Dominicana, 26 de Enero 2010).
El Estado no tiene derecho a violar su propia Constitución, condenando a muerte vidas indefensas e inocentes.
Promover, inducir y legalizar abortos, sí es una violencia contra la naturaleza de una mujer. Implorar a los organismos internacionales, que han tratado irresponsablemente a la
República Dominicana, ha de constituir una vergüenza para todos los dominicanos.
Por otra parte, un problema de “salud pública”, no se le debe atribuir al aborto, ya que causas y consecuencias de las políticas sociales y económicas del Estado, no se deben confundir con la condena a muerte de criaturas humanas en el vientre de la madre.
Como pueblo, ciudadanos y nación, ¿qué decirles a nuestros legisladores?, que cada uno de ustedes representa una población especifica del conjunto de los dominicanos. Ustedes tienen el poder de legislación por delegación de dominicanos que han depositado su confianza para legislar a favor del bien común de la vida, de la justicia, de la inclusión, de la equidad, de la solidaridad con los más pobres, necesitados y los más débiles e indefensos.
En el penúltimo párrafo de la Carta del Sr. Presidente, pareciera que devuelve a los legisladores el diagnóstico y la receta, con un argumento que nos coloca en el escenario de la vergüenza.
Ante el intento de equiparar nuestra legislación con los países del mundo que permiten la interrupción del embarazo les queremos recordar que una mentira dicha como si fuera verdad 999 veces, será siempre mentira. El aborto ha sido, es y siempre será un crimen. No hemos de querer equipararnos en el mal o lo malo, sí hemos de procurar equipararnos en lo bueno y en el bien.
Es lamentable que se pretenda mutilar este Código, que pudiera ser un avance sin precedente, queriendo sumergir nuestra Nación Dominicana en la cultura de la muerte y el tener que llevar sobre hombros nobles, la humillante decisión de ser incapaces de hacer la diferencia siempre a favor del bien común y del respeto al valor mismo de nuestra propia existencia, como es la VIDA HUMANA.
Líbreles Dios de legislar a favor de la muerte para que no tengan que cargar en su conciencia la culpabilidad eterna de la condena a muerte a seres inocentes e indefensos.
COMISION NACIONAL DE PASTORAL FAMILIA Y VIDA