RABAT, Marruecos (EFE).- Son marroquíes y gays obligados a vivir su sexualidad prácticamente en secreto en una sociedad con fuertes valores religiosos y donde la homosexualidad, considerada por muchos como una enfermedad, está castigada con penas de cárcel.

"Soy mujer, me gustan las mujeres y no tengo ningún problema con ello", comenta Leila, de 29 años y licenciada en Filología Inglesa.

De ojos claros, melena negra y vestida con falda, camiseta de manga larga y una bufanda de colores alrededor del cuello, Leila cuenta que hoy en día todavía "hay familias que mandan a sus hijos a psiquiatras porque creen que tienen un problema que deben arreglar".

A Hamza, que tiene 20 años y un novio español que conoció durante un festival en Marruecos, le agredieron con un cuchillo cuando paseaba por la calle porque sospecharon de su inclinación sexual, pero aquel ataque no le dolió tanto como el golpe que recibió de su padre cuando se enteró de que era homosexual.

A pesar de pequeños cambios, las penas de cárcel continúan aplicándose y los islamistas siguen lanzando ataques cuando un crucero gay se dispone a atracar en el puerto de Casablanca

En una sociedad donde el sexo es ya de por sí un tabú y en la que se condena a penas de cárcel (aunque no se suele aplicar) a los heterosexuales que tienen relaciones sexuales fuera del matrimonio, los homosexuales, en general, se relacionan en círculos muy reducidos.

El artículo 489 del Código Penal, en el que la homosexualidad es un delito castigable con una pena de cárcel de entre seis meses y tres años y una multa de hasta 1.000 dirhams (unos 89 euros), supone un enorme lastre para los homosexuales, que se ven incapacitados de acudir a la Policía para denunciar las agresiones que sufren.

La homosexualidad es uno de los peores tabúes en el Islam y en la sociedad marroquí y por ello, según Hamza, que destaca el papel crucial de internet para expresarse libremente y poder relacionarse, los gays utilizan sus propios códigos para ligar o para advertirse los unos a los otros de la llegada de la Policía a un espacio público.

El próximo lunes en Temara, en la periferia de Rabat, dos homosexuales serán juzgados en tercera audiencia tras ser arrestados por "atentar contra la moral pública" cuando se besaban dentro de un coche. Este mismo mes, otra pareja fue condenada a tres años de cárcel "por practicar la homosexualidad".

Samir Bargachi, miembro de la Asociación KifKif Maroc, que lucha por la comunidad homosexual marroquí, se muestra optimista ante la situación de los gays en Marruecos ya que "el hecho de que los jóvenes que están siendo juzgados admitiesen su homosexualidad refleja un cambio de conciencia en la comunidad marroquí LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales)".

Desde España, país donde reside, Bargachi asegura, por teléfono, que "aunque en estos momentos exista un partido islamista claramente homófobo gobernando en Marruecos, realmente hay esperanzas".

"Hace diez años en los periódicos el término más usado era el de 'desviados', mientras que hoy exceptuando los medios conservadores ya no encuentras prácticamente términos negativos y, por otro lado, ahora hay jueces que no quieren aplicar el artículo 489 y esto supone una pequeña revolución", añade Bargachi.

A pesar de estos pequeños cambios, las penas de cárcel continúan aplicándose y los islamistas siguen lanzando ataques cuando un crucero gay se dispone a atracar en el puerto de Casablanca, cuando un músico como Elton John ofrece un concierto en Marruecos o cuando un célebre escritor homosexual, como el marroquí Abdelá Taia, se dispone a dar una conferencia en una universidad sobre sus textos.

Quizá por eso, hoy, jóvenes como Hamza y Leila comparten la misma idea: marcharse a un país donde puedan vivir en libertad y ser respetados independientemente de su identidad sexual. EFE