Artículo publicado por The Wall Street Jornal en su edición del 23 de diciembre de 2014
LA HABANA, Israel Rodríguez, un barman en un hotel estatal, invirtió sus ahorros para construir un mini teatro de 36 asientos en su residencia aquí después de que el gobierno el año pasado permitió abrir a decenas de cines privados en 3-D.
Pero pocos meses después, el Gobierno abruptamente reprimió a los cines, diciendo que ese medio de entretenimiento estaba corrompiendo a la juventud. Algunos cubanos comentaron que al gobierno le preocupaba que los teatros privados vaciaran las instalaciones estatales y que incluso las utilizaran para mostrar programación subversiva.
“Si el capitán nos dice que cerremos, pues cerramos”, dijo Rodríguez esta semana, mientras recordaba un largo proceso de autorización de importaciones de costosos equipos. “Todavía lo tengo todo ahí, como acabado de comprar. Tal vez un día el gobierno cambie de opinión”.
A pesar de las grandes esperanzas que rodean un nuevo capítulo en las relaciones económicas y diplomáticas de Cuba con los EE.UU. tras el anuncio la semana pasada de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro para descongelar las relaciones, el pasado revolucionario de la isla comunista indica que los cambios se producirán lentamente aquí.
Sólo tres días después del sorpresivo anuncio, el periódico estatal Granma mostró una foto de primera plana del señor Castro estrechando la mano con el viceprimer ministro ruso, Dmitry Rogozin, un abierto crítico de Washington.
La visita de Rogozin ‒quien dijo a través de Twitter que EE.UU. “asfixiará” a Cuba cuando comience a mejorar las relaciones y ha defendido el derecho de Rusia de anexar Alaska ‒sirvió como un recordatorio aleccionador de que queda un largo camino por delante para los cubanos que esperan que el acercamiento conduzca a un impulso económico.
“¿Cambio? Tendremos que verlo para creerlo”, dijo el taxista Sandalio Gómez, uno de los muchos que aquí están escépticos de que un estado totalitario se abra de repente. “La idea de mejorar las relaciones es buena. Este es un país pobre y nos viene esa ayuda económica. Pero por ahora lo único que podemos hacer es esperar”.
No es fácil cambiar esa manera de pensar en Cuba, que en muchos aspectos parece estar atrapada en otra época. Edificios ruinosos agolpan esta ciudad capital, que se mantiene con pocos cambios desde que las fuerzas guerrilleras dirigidas por Fidel Castro derrocaron al general Fulgencio Batista en 1959. Viejos “sedanes americanos” clásicos, llamados “almendrones” debido a su exterior redondeado y voluminoso, aún surcan las calles.
La distensión llama a que los enemigos ideológicos establezcan relaciones formales, incluyendo embajadas. EE.UU. también permitirá que los residentes en ese país cuadrupliquen la cantidad de remesas que pueden enviar a la isla. Las nuevas reglas también permiten las exportaciones estadounidenses de telecomunicaciones y equipos agrícolas, así como de materiales de construcción.
Lo que no indica, al menos por ahora, es un cambio repentino al estilo chino hacia mercados más libres o mayor libertad política, dicen los analistas.
“No es realista esperar que Cuba se transforme de un día para otro”, dijo Emily Parker, autor de Ahora sé quiénes son mis camaradas, un libro sobre el uso clandestino del Internet en Cuba, Rusia y China. “El gobierno cubano (…) reconoce que un Internet libre sería una amenaza para su control sobre la información”.
Sólo una fracción de los cubanos tiene acceso a Internet, y muchos de ellos son funcionarios del partido o del ejército. El gobierno también regula fuertemente el contenido, y envía a la mayoría de los cubanos a una intranet que normalmente se vincula a sitios web favorables al gobierno, dice Freedom House, una organización que rastrea la libertad en todo el mundo.
Aún así, los movimientos de Estados Unidos podrían impulsar el acceso a Internet, dijo la señora Parker, y a pesar de los intentos del gobierno para controlar la Web, ayudar a los cubanos corrientes a obtener acceso a la información y darles la posibilidad de informar la injusticia.
Ismael Pérez, un chofer, se preguntaba si los cambios que puedan venir en Cuba serían buenos para la gente como él. El señor Pérez, de 53 años, ha trabajado para el estado durante toda su vida, pero ahora, él y muchos otros conductores están siendo retirados de la nómina estatal en la medida en que el gobierno trata de reducir los gastos.
A él le dijeron que siguiera conduciendo un coche del estado, pagara una cuota de alquiler y retuviera las ganancias. “Yo no tengo esa experiencia en la empresa privada, ¿comprende?”, dijo. “Tenemos miedo de los cambios. Con el cambio viene el riesgo. Tendremos que esperar a ver qué pasa”.
Pistas sobre cómo ve a La Habana el nuevo panorama político se pueden encontrar en el anuncio de Castro de las conversaciones secretas que su gobierno había estado sosteniendo con funcionarios estadounidenses durante unos 18 meses, dijo John Kavulich, un asesor sobre la economía cubana.
Vestido con un uniforme militar, Castro “fue dejando claro que Cuba estaba todavía en guerra, que todavía estaba bajo ataque”, dijo Kavulich. “El gobierno cubano sólo acogerá los componentes del cambio que ellos sienten que pueden manejar y con los que pueden sobrevivir”.
Castro dejó claras sus prioridades nacionales durante un discurso ante la Asamblea Nacional en la que agradeció a Obama por su decisión audaz, pero advirtió que Cuba no iba a sacrificar sus principios. “No podemos pretender que para mejorar las relaciones con EE.UU., Cuba renunciará a las ideas por las que ha luchado durante más de un siglo, para las cuales su gente ha derramado mucha sangre y ha asumido grandes riesgos”, dijo.
También anunció un nuevo congreso del Partido Comunista, el foro para cualquier cambio de política que se discuta, pero fijó la fecha lejana de abril de 2016, dándose así tiempo para evaluar y reaccionar ante los cambios.
También hay obstáculos en el otro lado del Estrecho de la Florida. El embargo estadounidense contra Cuba permanece en su sitio, y a pesar de las intenciones del presidente Barack Obama para aliviar las relaciones, un grupo de legisladores de la oposición liderados por el senado republicano de La Florida Marco Rubio, muchos de ellos con raíces en la comunidad cubana del exilio firmemente anti-Castro, promete obstruir las aperturas hacia la Habana, incluso, hasta el nombramiento de un embajador.
Raúl Castro asumió el cargo de manos de su hermano mayor enfermo, Fidel, en 2006, pero no fue hasta 2010 que el líder izquierdista comenzó a implementar cambios sutiles en la economía centralizada, permitiendo que decenas de empresas privadas de pequeña escala, como hoteles y restaurantes, capitalizaran el vital comercio turístico. Más recientemente, el gobierno permitió que los nacionales compren teléfonos móviles y vendan sus casas y coches.
Sin embargo, esas tímidas reformas han resultado difíciles porque el cubano promedio no tenía experiencia en la gestión de empresas, dijo Pedro Freyre, presidente del bufete de abogados Akerman LLP, que asesora a los clientes que buscan hacer negocios en Cuba.
“Los cubanos han olvidado cómo ser capitalistas y algunas personas están siendo entrenados por las ONG para hacer exactamente eso”, dijo Freyre. “La otra cosa es que en su fuero interno, los gobernantes de Cuba siguen siendo marxistas, socialistas, y creen en la planificación social”.
Fuente: http://www.wsj.com/articles/in-cuban-capital-change-stirs-fears-1419381258