Se conmemora hoy el 54 aniversario de la batalla del Matum, valerosa reafirmación de la dignidad patria encarnada por los dignos soldados constitucionalistas que bajo el liderazgo del Coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, en desiguales condiciones, llenaron una nueva página de gloria en la defensa inquebrantable de nuestra libertad y nuestra democracia.
Siempre será importante recrear, especialmente para las nuevas generaciones, tan memorables acontecimientos. Sólo de este modo será posible valorar verdaderamente nuestras conquistas democráticas, débiles aún, haciendo conciencia clara de donde venimos; de la sangre, el sudor y las lágrimas que ha costado alcanzar lo que hoy tenemos y trabajar con responsabilidad y espíritu de cuerpo en lo mucho que aún nos resta por construir.
Aquel domingo 19 de diciembre, a las 4: 30 a.m. de la madrugada, se trasladan los militares constitucionalistas, hacia la ciudad de Santiago a fines de rendir tributo a la memoria insigne del Coronel Rafael Fernández Domínguez, muerto siete meses antes cuando intentó tomar el Palacio Nacional y desalojar a sus ilegítimos ocupantes, acompañado de Juan Miguel Román, Ilio Capocci, muertos también en la ocasión y otros legendarios combatientes
Ninguna previsión era poca. El viernes 17 de diciembre, dos días antes de trasladarse a Santiago, el Presidente Héctor García Godoy invitó a Caamaño para reunirse en su despacho y ponerlo al corriente del complot que se tramaba en la ocasión para asesinarle. Se afirma, incluso, que trató de disuadirle para que no hiciera el viaje consciente del alto riesgo que corría.
Pero Caamaño sentía en lo más hondo el ineludible deber moral de homenajear a Fernández Domínguez, ya que como revelara a principios de noviembre al Dr. Salvador Jorge Blanco, a quien encomendara organizar los preparativos en Santiago: “aquel 19 de mayo la guerra no nos permitió llegar a su tumba en Santiago. Pero ahora podemos hacerlo”. (Salvador Jorge Blanco. Guerra, Revolución y Paz. Pág. 187).
La autorizada advertencia del Presidente García Godoy, explica la medida adoptada por el héroe de abril instruyendo a la caravana salir desde la Avenida George Washington (en el momento 24 de abril) en grupo de dos o tres, pero a la distancia de un kilómetro, de suerte que pudieran disponer de un campo más expedito en caso de verse precisados a repeler cualquier ataque o emboscada que se le tendiera durante el trayecto y poder prestarse mutuamente oportuno apoyo.
Se adoptó, además, como medida prudencial, que Caamaño no encabezara la caravana y tampoco estuviera al frente de la misma ningún miembro de la familia Fernández, por lo que tomaron como medida mimetizarse en diferentes vehículos, entre ellos carros de concho, para tornar más difíciles las posibilidades de agresión.
Cabe destacar, en este contexto, el asedio continuo de que eran víctima los militares constitucionalistas que participaron en la insurrección armada de abril de 1965. El día anterior, un cerco militar en actitud arbitraria rodeó al Capitán Mario Peña Taveras y sus acompañantes al momento de encontrarse en un caserío de Sabaneta, San Juan de la Maguana, donde se encontraba visitando a sus familiares.
Dos oficiales y un grupo importante de alistados marcharon en formación de ataque contra ellos. Tanto el Capitán Peña Taveras como los militares que le acompañaron fueron conducidos donde el Comandante del ejército Coronel Pérez Guillén al tiempo de despojarles de sus armas que tiempo después le serían devueltas.
Conviene tener presente, además, que sectores cavernarios, civiles y militares, conspiraban contra el frágil gobierno del Presidente García Godoy, procurando sembrar en tan difíciles circunstancias el caos y la confusión con el propósito de impedir la celebración de los comicios previstos para efectuarse en junio de 1966 conforme quedara consignado en el Acta Institucional, base constitucional provisoria pactada por los sectores en conflicto para poner fin a la guerra de abril.
Reinaba una insidiosa campaña de desorientación en la que se tildaba a García Godoy de ser pro comunista y se lanzaban panfletos en los cuarteles militares con tales insinuaciones. Oportuno es precisar que en tan complejo contexto se produjo el intento de golpe de estado que desde Santiago fue orquestado por el dirigente de Unión Cívica Dr. Tomás Alcibíades Espinosa bajo el alegato de que el gobierno de García Godoy se inclinaba a favorecer a sectores de tendencia comunista. Era el mismo guion de los golpistas de 1963.
Culminada la misa celebrada a las 7:00 a.m. en la Iglesia Nuestra Señora de la Altagracia, de Santiago, se trasladan hacia el cementerio municipal de la 30 de marzo hasta el panteón familiar donde reposaban los restos del Coronel Fernández Domínguez. Acogiendo la recomendación de García Godoy, Caamaño marcha en su vehículo hasta el campo santo, no obstante, sugerencias de que caminara a pie junto a los participantes.
Ya desde antes de arribar al cementerio, había iniciado la hostilidad hacia Caamaño y los constitucionalistas que le acompañaban. Una bomba de pólvora blanca, metida entre una caja de zapatos, fue hallada próximo a la cripta donde reposaban los restos de Fernández Domínguez en el cementerio de la avenida 30 de marzo. Era el lugar exacto desde el cual tomarían la palabra los oradores, la cual fue oportunamente desactivada por los hombres rana al mando del coronel Manuel Montes Arache.
Desde el hotel Oriente, situado apenas a una cuadra del cementerio, dos militares pertenecientes a la Fuerza Aérea dispararon hacia donde se encontraban los concurrentes en el momento en que el Comandante Héctor Aristy pronunciaba su discurso, logrando escapar a la persecución de los hombres rana que intentaron apresarle. Dejaron abandonados dos fusiles automáticos marcas Fal, uno de los cuales tenía en su cañón una granada lista para ser disparada.
Refiere Emilio Ludovino Fernández, testigo presencial de los acontecimientos, en su obra “Ya es hora de hablar” (Pág. 84), refiere que durante el discurso de Aristy “sobre la tumba había unos civiles con banderas y pancartas comunistas que venían de fuera del cementerio”. Aunque en aquellos días, el san Benito de comunista, conforme la polarización de la guerra fría, era aplicado a todo aquel que profesaba ideas liberales y democráticas, este factor pudo haber incidido en exacerbar la indisposición de los militares regulares hacia los constitucionalistas.
Ante el aumento de la tensión, Caamaño ordena el inmediato traslado hacia el Hotel Matum donde desayunarían y participarían en un almuerzo preparado en la ocasión por el comité organizador.
A las 9:45 a.m., hora exacta que registra en un interesante relato la periodista Aleyda Fernández, quien vivió aquellas horas de horror, comenzó el ataque de los soldados de la Fuerza Aérea desde el monumento a los héroes de la Restauración contra Caamaño y sus acompañantes. Aquel despachaba desde la habitación 19 del segundo piso con el Dr. Pedro Manuel Casals Victoria al momento de iniciados los ataques mientras el Coronel Montes Arache y los militares constitucionalistas se encontraban en la planta baja.
Los sitiadores utilizaron vehículos blindados (tanques MAX y L-60) así como ametralladoras de 50 y 30 milímetros y profuso tiroteo de fusiles automáticos. La desproporción era abismal, si se tiene en cuenta que los escoltas de los militares constitucionalistas apenas portaban 47 armas largas, entre ellas 11 sub-ametralladoras Thompson, según el informe que el 21 de diciembre rindiera Caamaño al Presidente García Godoy, pero apenas pudieron utilizar 30 de ellas, recuperadas en medio de aquel horror dantesco, dado que dichas armas habían quedados en el baúl de los vehículos al momento de iniciarse el artero ataque.
De ahí la expresión de Caamaño al Presidente García Godoy en su referido informe “solamente el valor y el arrojo de los hombres que defendían sus vidas contra una muerte inminente, puedo evitar la masacre que se avecinaba”.
Los sacerdotes Pedro Pablo Báez (El Padre Pin), el entonces Presbítero y Rector del Seminario Menor San Pío X Juan Antonio Flores Santana, el Padre Gilberto Jiménez, Juan José Cerceda, Emilio Lapayese y Miguel Angel Otura, procuraron llevar consuelo a los situados y mediar entrevistándose con los con los jefes de la Policía, El Ejército, la Fuerza Aérea y con el coronel Caamaño, pero el cese de hostilidades fue efímero.
Destacada participación tuvieron en el auxilio a los heridos prestigiosos médicos de Santiago como el Doctor Pedro Jorge Blanco, el Dr. Frank Joseph Thomén y otros galenos, así como la Cruz Roja.
El Lic. Marcos Cabral Bermúdez, hermano de Doña Amelia Cabral Vicini, logró trasladarse junto a Pedro María Jorge Arias, padre de Salvador Jorge Blanco, hasta las oficinas del periódico El Caribe que a la sazón dirigía el periodista Yoryi Pérez. Desde allí el Lic. Cabral logró contacto con su hermana, solicitándole encarecidamente comunicarse con el Presidente García Godoy, lo que efectivamente hizo, a fines de exponerle la gravedad de lo que acontecía.
Similares gestiones hizo también desde el Matúm el Dr. Pedro Manuel Casals Victoria, por instrucciones de Caamaño, ya que su prima Matilde Pastoriza estaba casada con el Presidente García Godoy.
Profunda suspicacia genera aún hoy el confuso papel jugado por la tristemente célebre Fuerza Interamericana de Paz(FIP) en aquellos momentos aciagos. El Presidente García Godoy les solicitó intervenir para procurar poner fin al conflicto.
Las tropas, comandadas por el Teniente Coronel Costa, y conformada por unos 350 soldados aproximadamente, llegaron a la base aérea de Santiago Coronel Minaya aproximadamente a la 1:30 p.m y fue dos horas después, gracias a la intervención del cónsul y de los eclesiásticos, que se apersonó hasta el escenario de los hechos en el hotel Matum acompañado de su traductor y su ayudante el Segundo Teniente Martínez Hoffitz. ¿Acción premeditada hasta que finalizara el aniquilamiento de los constitucionalistas?
En los intentos de negociar una salida a las hostilidades, el Cónsul norteamericano en Santiago, Señor Scott, pide a Caamaño le permitiera evacuar a los 18 ciudadanos norteamericanos que se encontraban en hotel al momento de acaecer los sucesos, entre ellos un grupo de técnicos que asesoraban labores agrícolas en el Cibao y otros del personal artístico del circo que por esos días estaba ubicado en el área monumental, pedimento que Caamaño responsablemente se negó a complacer, expresando que no “había razón para hacer discrimen por nacionalidad entre quienes siendo iguales corrían iguales riesgos, y además, porque no podía garantizar sus vidas fuera del hotel y me sentía responsable de su seguridad”.
Ante la promesa de la FIP de que serían traslados a Santo Domingo con plena garantía de sus vidas, los constitucionalistas abandonan parcialmente sus posiciones defensivas, pero cuando ya Costa y Scott salieron del Matum, los ataques se tornaron más despiadados. La intención manifiesta de las tropas regulares era lograr a cualquier precio una rendición indigna de los constitucionalistas.
Hasta el mismo Costa fue atacado, debiendo repeler la agresión. Luego revelaría, según consigna Casals Victoria, que Bruce Palmer, el Comandante de la FIP, no estaba dispuesto a aceptar que se pactara una tregua pero tampoco una evacuación, por lo que asqueado desobedeció sus órdenes. Debido en parte a su testimonio, tiempo después, Palmer sería relevado de su posición de Comandante.
El genuino propósito era el aniquilamiento por lo que el enfrentamiento se extendió hasta las 5:00 p.m de la tarde. Como dijera al día siguiente en un memorable editorial Don Rafael Herrera: “Una vorágine de locura y muerte azotó ayer a Santiago”. Al tiempo que los efectivos de la Fuerza Aérea ejecutaban su cerco infernal, testigos pudieron escuchar su consigna sangrienta pletórica de soberbia: ¡Que no quede uno vivo!
Contrastaba esta terrible arenga, con la tesis sustentada por el entonces Ministro de Las Fuerzas Armadas Rivera Caminero, de que lo acontecido en Santiago era resultado de un plan que tenía por propósito lograr “un distanciamiento” entre el presidente provisional y los institutos castrenses”. De esos días se registran sus absurdas acusaciones contra Bosch de tener un cuartel en su casa.
Por los constitucionalistas resultaron muertos el Coronel Juan María Lora Fernández, Jefe de Estado Mayor del Ejército Constitucionalista y el sargento de la Marina de guerra Domingo Báez Peña. Lora fue muerto al ser alcanzado por los fragmentos de una granada disparada desde un tanque AM-X en momentos en que al verle avanzar intentó colocar una bala en la mirilla del conductor.
Las bajas sufridas por los militares atacantes fueron considerables. Una fuente de la Cruz Roja indicaba alrededor de unos 60 muertos.
La postura del Coronel Caamaño puso de manifiesto su entereza y madurez de líder, ya probado en los cruentos azares bélicos de meses atrás, al hacer un llamamiento a la serenidad y a deponer la violencia. Conforme afirmara, “…los dominicanos debemos probar que, si somos un pueblo bravo, somos también un pueblo sin odios”.
Para el Profesor Bosch en su mensaje de aquellos días: “hechos como el de Santiago no producen ya miedo sino indignación en el pueblo dominicano y descrédito para nuestro país en el extranjero. En medio de una intervención extranjera, usar las armas de la República para atacar a militares dominicanos no es lo que América espera de nosotros”, mostrando su esperanza, como líder del PRD, de que: “se corte de una vez y para siempre el río de sangre que viene acabando con la República desde hace 35 años”.
Para Balaguer y el Partido Reformista en su comunicado de entonces, los referidos sucesos del Matum: “constituyen una prueba dolorosa de que el país se halla todavía lejos del clima de concordia y conciliación que se requiere para la reconstrucción de la economía y para el restablecimiento de la paz moral y el sosiego de la familia dominicana…han recrudecido las pasiones políticas haciendo más difícil que restañen las heridas abiertas por la pasada guerra civil en la sociedad dominicana”.
En Santo Domingo, los acontecimientos del Matum provocaron inmediata reacción de la juventud estudiantil revolucionaria. Amín Abel y Diomedes Mercedes, en su calidad de dirigentes de la FED, pidieron al pueblo lanzarse a las calles y le invitaron a una manifestación a celebrarse en el parque independencia, la que debido a las condiciones reinantes no pudo materializarse.
Hicieron su llamamiento desde Radio Guarachita, a pesar de la resistencia de su propietario Radhamés Aracena, ya que un primer intento al efecto no pudo materializarse desde Radio Comercial, propiedad del empresario José Brea Peña.
Se dirigieron luego al cuerpo de bomberos, donde obligaron a que se tocara la sirena al tiempo que provocaron roturas en los cables telefónicos de la FIP para bloquear su comunicación. Grupos de jóvenes ocuparon por breve lapso de tiempo los destacamentos policiales de la avenida Teniente Amado García Guerrero y de la calle Bartolomé Colón, esquina Tunti Cáceres.
Mediante el decreto no. 464 del 20 de diciembre de 1965 fue constituida la comisión encargada de investigar los hechos integrada por el entonces Vicepresidente de la República y Ministro de Interior y Policía Manuel Joaquín Castillo, el Dr. Gustavo Gómez Ceara, Procurador General de la República y el Doctor Fidel Méndez Núñez, Ministro sin Cartera.
A pesar de rendir su informe, las condiciones de precariedad institucional en que se encontraba en gobierno y el país, en real estado de intervención, no permitieron que los hechos acontecidos tuvieran la sanción condigna. En el guion de los intereses interventores, sutiles propiciadores de lo ocurrido de la mano con oscuras fuerzas internas, ninguna intención sincera podía existir encaminada a tal propósito.
Al conmemorar estos dolorosos y aleccionadores acontecimientos, late en el alma reflexiva un pensamiento: ojalá que nunca jamás la guerra sea el camino para procurar zanjar nuestras diferencias. Que la metralla nunca sustituya la palabra. Que el diálogo constructivo aliente siempre senderos de entendimiento. Hacer la guerra, en la que todos perdemos, será siempre más fácil que hacer la paz.