PUERTO ESPAÑA, Trinidad y Tobago

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Traducción: Iván Pérez Carrión

El 9 de mayo, las aduanas estadounidenses y funcionarios de protección fronteriza lanzaron un aerostato ‒un voluminoso globo fijo a tierra‒ sobre las costas de Puerto Rico. Su trabajo consiste en utilizar el radar para detectar aviones que vuelan bajo, y barcos y embarcaciones de menor tamaño que transportan drogas por mar hacia el sur. Esta no es la primera vez que la isla, un territorio de Estados Unidos, se convierte en el sitio para instalar un aerostato: uno anterior se estrelló durante una tormenta en 2011. Ahora vuelve a necesitarse uno nuevo.

William Brownfield, un alto funcionario antidrogas del Departamento de Estado, dice que el 16% de las importaciones de cocaína hacia los Estados Unidos se realizó a través de las islas del Caribe el año pasado. Eso es 4% más que en 2011. Para las importaciones europeas de cocaína las proporciones son aun más altas.

El volumen creciente de las drogas que llega a través del Caribe es un ejemplo de lo que los expertos en llaman el “efecto globo”, la idea de que el aumento de presión en una ruta de la droga produce un abultamiento en otros lugares.

Hasta hace poco tiempo, la ruta favorita hacia el norte de la cocaína desde América del Sur ‒a través de Venezuela, principalmente, después de los eficaces esfuerzos de interdicción de Colombia en la década de los 90‒ era mediante pequeños aviones hacia Honduras. Los aviones siguen una ruta zigzagueante ‒primero hacia el norte, después al oeste‒ para evitar el espacio aéreo colombiano; después se traslada por tierra u otras medíos a través de América Central y México.

El año pasado Honduras aumentó la presión contra el narcotráfico. Los vuelos de la droga hacia Centroamérica se redujeron en una tercera parte, y los traficantes fueron empujados hacia el este, a las islas del Caribe. Esto trae un trozo del círculo completo del narcotráfico de regreso a la década de 1980, cuando personajes de la talla de Pablo Escobar, un capo colombiano, utilizaban las islas como su salida al mercado. Es “probable que empeore antes de mejorar”, dijo Brownfield dijo a un grupo de Comisarios de Policía del Caribe en abril.

Los traficantes a menudo trabajan con paquetes pequeños, moviéndolos en varios saltos. Algunos se embarcan directamente desde la costa de Venezuela; otros van por tierra a través de la selva escasamente poblada de Guyana y Surinam, donde las fronteras están prácticamente sin control y los aviones pequeños pueden aterrizar en carreteras remotas o pistas de aterrizaje interiores.

El primer salto desde el continente suele hacerse en una lancha rápida, cargada para viajes largos con bidones de combustible, así como de cocaína. A veces la carga es de solo 50 kilogramos, y otras más de una tonelada. El salto más corto desde Venezuela es de sólo minutos hasta Trinidad. La ruta de mayor tráfico es hacia el norte, hasta la República Dominicana (Haití logra algunos negocios, pero resulta caótico hasta para los narcotraficantes). También hay senderos bien establecidos hasta la cadena de islas del Caribe oriental y hacia el oeste, a través de Jamaica

Para la siguiente etapa del viaje, otra opción es utilizar “mulas” para las drogas y personas que tragan condones llenos de cocaína. Un flujo constante de yates y embarcaciones de recreo surcan las azules aguas entre las islas. Algunos cruzan el Atlántico, donde los controles europeos sobre los yates son flojos; y unos pocos navegan hacia el norte.

Los traslados de barco a barco crean confusión; los controles aduaneros, en ocasiones, son débiles. Los cruceros resultan un medio atractivo porque la revisión es una pesadilla. Más de 6,000 pasajeros suben a un solo buque después de un ajetreado día en el puerto, algunos de ellos cargados con sus compras. También están los suministros, la carga, la basura y la tripulación que hay que revisar.

Las drogas también se ocultan en la carga comercial. Grandes buques porta contenedores hacen escala en puertos de transbordo, como Kingston, en Jamaica o Freeport en Gran Bahama. En la República Dominicana sólo un puerto, Caucedo, está certificado bajo la Iniciativa de Seguridad de Contenedores que les permite a los funcionarios de Estados Unidos examinar los cargamentos. Embarcaciones más pequeñas de unos pocos cientos de toneladas, traquetean en su viaje desde el continente hasta las islas holandesas de Aruba o Curazao, o desde Guyana hacia el Caribe oriental.

El destino final es probable que sea América del Norte o Europa, a veces a través de África occidental. Puerto Rico es una estación de paso físicamente en el Caribe, pero dentro de las barreras aduaneras de los Estados Unidos. Los territorios franceses de Martinica, Guadalupe y la Guayana Francesa hacen lo mismo, pero para Europa.

Conclusión: El repunte en los volúmenes no es sino una mala noticia para el Caribe. Bandas internacionales, desde el grupo de Sinaloa de México hasta la italiana 'Ndrangheta, están cada vez más arraigadas. Trabajan con contrapartes locales a los que se les puede pagar en especie, con un porcentaje del cargamento y quizás algunas armas.

La demanda local de cocaína es baja; el comercio dentro de las islas es la marihuana. Pero multiplicar los envíos significa más y más miembros de pandillas, y más funcionarios para sobornar. El Caribe ya tiene algunas de las tasas de homicidios más altas del mundo. La reactivación del tráfico no hará nada para disminuirlo.

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