WASHINGTON, Estados Unidos.- Dana Milbank, reportero de Política desde el año 2000 en The Washington Post, publicó un artículo titulado :El senador Bob Menéndez debe renunciar:, afirmando que el demócrata por New Jersey no cabe en el Senado de los Estados Unidos. Y explica por qué.

A continuación el artículo, traducido por Iván Pérez Carrión

Bob Menéndez no tiene cabida en el Senado de EE.UU.

No se trata sólo de la acusación de catorce cargos del demócrata de Nueva Jersey el miércoles por corrupción, aunque eso sea suficientemente condenatorio. Igualmente negativa es la forma atroz en que respondió: con un mitin político para dar inicio a una campaña contra el Departamento de Justicia en la que Menéndez desempeña el papel de la minoría perseguida.

Menéndez llamó a su evento en la noche del miércoles en Newark una “conferencia de prensa”, pero no era tal. Él no aceptó preguntas, y en su lugar leyó una declaración combativa que alegaba que el Departamento de Justicia ‒un Departamento de Justicia del gobierno demócrata‒ estaba cumpliendo las órdenes de “aquellos que tienen un motivo político para silenciarme”.

Menéndez, en el hotel Hilton en Penn Station de Newark, entró tras 35 segundos de aplausos, silbidos y vítores, y el breve discurso fue interrumpido muchas veces más por sus partidarios presentes en el salón. En un momento, sonrió y dijo: “Esta es una conferencia de prensa, por lo que agradecería que ustedes se contuvieran”. La multitud respondió con más aplausos.

Entonces hizo todo de nuevo en español, diciendo que él sería reivindicado y sus acusadores descubiertos. “¡Al final del día sera vindicado y estas personas serán expuestos!” (sic.).

“¡Sí se puede!” (en español), gritó alguien durante el aplauso que siguió.

“Viva Menéndez!”, gritó otro.

“Yo no voy a irme a ninguna parte!”, prometió Menéndez.

“¡Viva Bob!”, clamó un partidario mientras los demás aplaudían.

Si ese esfuerzo por inyectar el origen étnico de Menéndez en sus problemas legales fue demasiado sutil, un sitio web dirigido por Menéndez para el Senado llamado “I Stand with Bob” ‒Estoy con Bob‒ envió como mensaje electrónico un artículo titulado “Los defensores de los inmigrantes defienden ‘al senador más antiguo de los latinos’”.

Pero Menéndez no está siendo procesado por ser latino o porque el Departamento de Justicia le esté endosando las “difamaciones” de sus enemigos políticos. Él está en problemas porque ha sido ruin.

Con esto no se quiere decir que Menéndez será declarado culpable. En los casos de corrupción política, el quid pro quo es muy difícil de demostrar, y puesto que la fiscalía hizo una chapucería en el proceso del fallecido senador Ted Stevens en 2007, los fiscales se han mostrado reacios a intentarlo.

Pero lo que el propio Menéndez ha admitido ‒aceptar y no informar de los regalos de un amigo que tenía mucho que ganar de esa amistad‒ es suficiente para llegar a la conclusión de que él no está apto para el servicio. No importa si es ilegal. Es una vergüenza, más aún debido a su mitin para apropiarse de la justa lucha del beatificado César Chávez.

No fue sino hasta que los investigadores comenzaron a investigar la relación de Menéndez con Salomón Melgen, un oftalmólogo de la Florida, que el senador envió un cheque personal por US$58,000 para pagar dos vuelos en jets privados a la villa de Melgen en República Dominicana. “Esto es una chapuza”, dijo su jefe de gabinete entonces. “Lo estoy disfrazando como un descuido”. ¿Y cómo Menéndez piensa registrar los otros 17 vuelos privados que Melgen le facilitó a Menéndez, que encontraron los investigadores?

Menéndez está acusado de recibir viajes de Melgen a la Florida, París y República Dominicana y boletos de avión en primera clase, comidas, excursiones para jugar golf y más de US$750,000 en contribuciones de campaña y fondos de defensa legal.

A cambio, dicen los fiscales, Menéndez intervino para ayudar a Melgen en asuntos relacionados con los cobros al Medicare y con un contrato de seguridad portuaria, y que ayudó a tres de novias de Melgen nacidas en el extranjero a obtener visados estadounidenses.

Mucho de esto es o bien un asunto de interés público (Menéndez celebró una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores en la que presionó a funcionarios del Departamento de Estado a tomar medidas que habrían ayudado a Melgen) o son fáciles de documentar, y Menéndez, al menos hasta ahora, no ha respondido con seriedad que él aceptó los regalos de Melgen o que hizo cosas para ayudarlo. Dice que fue sólo una cuestión de camaradería.

“Los fiscales del Departamento de Justicia no conocen la diferencia entre la amistad y la corrupción”, dijo Menéndez el miércoles, señalando piadosamente con el dedo índice.

Pero Menéndez es el que está confundido. La amistad es amor fraternal; Melgen era el mecenas de Menéndez.

Que un jurado, dentro de unos meses o años, está de acuerdo con Menéndez y la alegación de su abogado de la “mala conducta” del DJ, no viene al caso. Su compañero demócrata Anthony Weiner no estaba en serios problemas legales, pero renunció al Congreso por haberse deshonrado a sí mismo. Lo que Menéndez hizo fue aun peor: no expuso sus genitales, sino su cargo público para aparentar que se podía comprar.

El periódico del estado natal de Menéndez, el Star-Ledger, publicó un editorial que dice que los regalos no reportados que Menéndez ha reconocido son algo “al menos tan malo" como los que llevaron al representante Rob Andrews, otro demócrata de Nueva Jersey, a dimitir después de usar fondos de campaña para pagar viajes. El periódico que aprobó a Menéndez en 2012 pidió su dimisión, alegando que, pase lo que pase en el tribunal, no hay dudas de que “para empezar, aceptar estos regalos en secreto fue algo ruin”.

¿Dimitir por el mero hecho de sordidez? Sí, puede hacerlo, y debería hacerlo.