Editorial de Acento.com.do (Viernes 5 de agosto 2011)
El sistema político dominicano ha sido beneficiado por la corrupción. Hay corrupción a gran escala y hay lo que se denomina pequeña corrupción. La corrupción en grande queda en manos de los funcionarios que administran el presupuesto, pero una parte significativa de la pequeña corrupción va directamente contra los ciudadanos, contra sus bolsillos, y es lo que podría denominarse la corrupción del pueblo contra el pueblo, la de los profesionales pequeños de la corrupción.
De esa pequeña corrupción no se habla mucho. La gente la sufre cotidianamente. Es la corrupción que encarna un maestro de escuela cuando vende un examen a sus estudiantes, la corrupción que pone en marcha un ingeniero cuando en la construcción de una vivienda se aprovecha de la ignorancia de los contratantes para utilizar menos cemento, menos acero o simplemente insumos de baja calidad, no los convenidos en el contrato, y así burlar a los ansiosos propietarios de una nueva vivienda.
Es la misma terrible corrupción de un profesional de la salud, que ante un paciente temeroso o desesperado, sugiere una operación cuando sus males se resuelven de un modo menos oneroso. Es la corrupción que se ha desarrollado en un taller de efectos electrodomésticos, en donde el ciudadano lleva un aire acondicionado para ser reparado y le agravan su situación pues le quitan una pieza en buenas condiciones y lo reparan temporalmente, esquilmando así al ciudadano que recibe su equipo en peores condiciones.
Algo está pasando en la sociedad dominicana que parece que hay un proceso de perniciosidad que amenaza con dañarnos a todos y a todas, y es probable que el estado del cuerpo social tenga mucho que ver con el estado de la cabeza del país, porque ha sido dicho con mucha razón que "el ejemplo viene de arriba"
La corrupción en la que el talabartero te destroza el bolsillo y la piel porque deseas arreglar un artículo de cuero y desconoces cómo hacerlo y su valor real.
A esa pequeña corrupción, que la gente identifica y sufre terriblemente, no solemos combatirla ni denunciarla.Utilizamos recursos intuitivos para prevenirla, pero siempre caemos bajo sus garras.
No hay instituciones públicas para defender con efectividad a los ciudadanos, no hay referencias educativas o de orientación que ayuden a la ciudadanía a protegerse. Mucha gente deja todo lo que tiene en sus bolsillos para resolver un pequeño problema de su automóvil, y cuando recibe el carro “arreglado” no se entera que le han robado una pieza más costosa y valiosa que la reparada.
Y no hay conciencia, ni remordimiento, ni posibilidad de probar nada, ni ánimo de justicia. Estos casos son cada día más cotidianos, más frecuentes, están más contagiados de impunidad, de complicidad. Los propios empleados de los pequeños negocios lo saben, son parte de los robos vulgares que se cometen contra la ciudadanía indefensa, y la rentabilidad abultada de algunos pequeños negocios, sólo por concepto de corrupción, es terriblemente alta.
Estos casos de corrupción profesional, de robo y hurto en la propia cara de la víctima, que no son el simple y odioso robo de cartera o de cadena, y deben comenzar a reportarse. Las autoridades de Pro-Consumidor, por ejemplo, que tienen tan buen ánimo para defender a los usuarios de las malas prácticas del comercio, deben incluir la elaboración de mecanismos de verificación y protección en todos los casos de servicios directos.
Esa corrupción profesional está socavando la economía personal y familiar. Aparte de la carestía de los servicios, aparte de los aumentos en la gasolina, en el gas propano, en los pasajes, la corrupción del pobre contra el pobre es terrible. La lista es muy larga en los casos de "robo a mano armada" en servicios.
El plomero que interviene en su hogar para reparar un escape de agua aprovecha cada caso, lo mismo hace el ebanista, el jardinero, el electricista, el que provee el gas, el que traslada el gas, la empresa que vende el gas, los veterinarios, los vendedores de frutas, los que venden objetos falsificados en las calles, los empleados de las empresas de servicios en general.
Algo está pasando en la sociedad dominicana que parece que hay un proceso de perniciosidad que amenaza con dañarnos a todos y a todas, y es probable que el estado del cuerpo social tenga mucho que ver con el estado de la cabeza del país, porque ha sido dicho con mucha razón que "el ejemplo viene de arriba".