Roma, 25 mar (EFE).- El papa presidió ayer el Via Crucis en el Coliseo romano e identificó en el calvario de Cristo a las sombras de la humanidad, desde quienes padecen penurias hasta quienes las provocan, como corruptos, terroristas o curas pederastas.

Francisco llegó en torno a las 21.00 locales (20.00 GMT) a la colina del Palatino, próxima al Anfiteatro Flavio, y desde ahí, ataviado con un largo abrigo de paño blanco, asistió a la ceremonia sumido en un profundo recogimiento.

Fue al final de rito, cuando la cruz llegó desde el interior del Coliseo hasta a su lado, cuando pronunció una oración en la que incidió en los problemas de la humanidad y en quienes las sufren o las provocan, tanto con sus actos como con su indiferencia.

Recordó a los cristianos "asesinados, quemados vivos, degollados y decapitados por las bárbaras espadas y el silencio infame", así como al "rostro de los niños, de las mujeres y de las personas extenuadas y amedrentadas que huyen de las guerras".

También mencionó a "los ancianos abandonados por sus propios familiares, a los discapacitados, a los niños desnutridos y descartados por nuestra sociedad egoísta e hipócrita".

O al "Mediterráneo y el Mar Egeo, convertidos en un insaciable cementerio, imagen -dijo- de nuestra conciencia insensible y anestesiada".

Por otro lado, en el crucifico también situó al "emblema de la traición", identificado a su parecer con "los ministros infieles que, en vez de despojarse de sus propias ambiciones, despojan incluso a los inocentes de su propia dignidad".

También criticó a "los fundamentalismos y el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia".

Clamó contra "los ladrones y corruptos que en vez de salvaguardar el bien común y la ética se venden en el miserable mercado de la inmoralidad" y contra los "destructores de nuestra 'casa común', que con egoísmo arruinan el futuro de las generaciones futuras".

Asimismo arremetió contra quienes, en su opinión, quieren quitar el crucifijo de los lugares públicos y excluirle de la vida pública "en nombre de un cierto paganismo laicista".

Y criticó también a "los poderosos y los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos".

El título de este Via Crucis fue "Dios es misericordia", en alusión al Año Santo Extraordinario en curso, y como es tradición, tuvo como escenario de excepción el Coliseo romano, iluminado con velas y que envolvió a la ceremonia en una atmósfera solemne.

Este rito narra el calvario de Jesús de Nazaret, desde su condena a muerte hasta su sepulcro, y lo hace mediante catorce estaciones en las que la cruz va pasando de mano en mano mientras dos narradores leen pasajes del Evangelio y unas meditaciones, que este año fueron encargadas al arzobispo de Perugia, Gualtiero Bassetti.

El también cardenal subrayó los paralelismos entre las penurias que sufrió Cristo con las que padece actualmente la humanidad y, por esa razón, recordó a los inmigrantes que mueren en el mar, a los niños esclavizados, a los inocentes que perecen en las guerras o a las víctimas de toda clase de persecución.

De este modo la cruz fue pasando entre las personas seleccionadas para transportarla: gente procedente de zonas de conflicto como Siria, enfermos, una familia e inmigrantes de distintas nacionalidades, como Bolivia, Ecuador, México o Paraguay.

Para este año, las autoridades romanas han establecido un imponente protocolo de seguridad, debido a la amenaza terrorista en Europa, y los miles de fieles que asistieron al rito del Via Crucis fueron registrados y sometidos al detector de metales.

La parada de suburbano del Coliseo fue clausurada horas antes, así como el sitio arqueológico de los Foros Romanos, y las calles adyacentes a la zona fueron cortadas al tráfico, desviando todas las rutas de transporte urbano que pasaban por ahí.

El Viernes Santo es el segundo día del Triduo Pascual y recuerda la pasión de Cristo y su calvario hasta ser crucificado.

El rito del Vía Crucis fue instaurado en 1741 por orden de Benedicto XIV, aunque su práctica cayó en el olvido con el paso del tiempo, hasta que se retomó en 1925.

No fue hasta el año 1964 cuando el pontífice y beato Pablo VI eligió para acoger esta ceremonia el Coliseo o Anfiteatro Flavio, símbolo de la persecución de los primeros cristianos en época romana.EFE