SANTO DOMINGO, República Dominicana.-“Si, como pretenden algunos, los haitianos son mantenidos al margen de la ‘civilización dominicana’, será peor para la sociedad”.

Así lo advirtió el director del periódico Hoy, Bienvenido Álvarez-Vega, maestro de generaciones de periodistas, quien expresa que el “antihaitianismo no es la respuesta adecuada ni inteligente”.

En un artículo publicado este martes en el diario que dirige, bajo el título El camino de la integración, Álvarez-Vega replantea sus ideas expuestas hace seis años sobre los haitianos residentes en República Dominicana y la nueva inmigración proveniente de Haití.

“Los haitianos y sus descendientes que están en territorio dominicano deben tener derechos similares al resto de los habitantes de la República Dominicana”, considera el reputado periodista.

Explica que, en primer lugar, debe de ser así porque su condición humana es suficiente para acceder a los derechos acordados, desde el Derecho de Gente, a todos los hombres y mujeres del mundo.

En segundo lugar, plantea que para el mejor desenvolvimiento social es indispensable que este conglomerado se integre a la vida normal del país, con todas sus consecuencias.

“Estados Unidos es la nación que tiene, en general, la mejor política inmigratoria del mundo. Es, se dice, una nación de inmigrantes. Sus intelectuales, sus élites económicas y sus líderes políticos no lo esconden. Tampoco se avergüenzan de ese fenómeno. Saben que las olas inmigratorias han hecho aportes extraordinarios en todos los planos de la vida de esa nación. ¿Cuál ha sido la clave de este éxito? Si fuésemos a resumirlo en una sola palabra diríamos que integración”, precisa.

Al considerar que el antihaitianismo no es la respuesta adecuada ni inteligente, Álvarez-Vega explica que tampoco lo es la exclusión que degrada al excluido y al que excluye, ni tampoco vale dejar las cosas como están por miedo, por chantaje o por falta de valor para adoptar las medidas necesarias para organizar la migración.

A continuación el artículo íntegro:

El camino de la integración (Bienvenido Álvarez-Vega)

Hace seis años que escribimos y publicamos estas ideas. Seguimos pensando igual, a pesar del griterío.

Si, como pretenden algunos, los haitianos son mantenidos al margen de la “civilización dominicana”, será peor para la sociedad. Los haitianos y sus descendientes que están en territorio dominicano deben tener derechos similares al resto de los habitantes de la República Dominicana.

En primer lugar, porque su condición humana es suficiente para acceder a los derechos acordados, desde el Derecho de Gente, a todos los hombres y mujeres del mundo.

Y en segundo lugar, porque para el mejor desenvolvimiento social es indispensable que este conglomerado se integre a la vida normal del país, con todas sus consecuencias.

Estados Unidos es la nación que tiene, en general, la mejor política inmigratoria del mundo. Es, se dice, una nación de inmigrantes. Sus intelectuales, sus élites económicas y sus líderes políticos no lo esconden.

Postulamos, pues, que haya una clara política de integración de la población haitiana que se encuentra en el territorio nacional, pero como contraparte hay que sellar la frontera y poner fin a la riada de haitianos que llegan para quedarse

Tampoco se avergüenzan de ese fenómeno. Saben que las olas inmigratorias han hecho aportes extraordinarios en todos los planos de la vida de esa nación. ¿Cuál ha sido la clave de este éxito? Si fuésemos a resumirlo en una sola palabra diríamos que integración.

La realidad de los haitianos en la República Dominicana es, en una palabra, la exclusión. Es esta, me parece, una acción conjunta de la sociedad. Algunos querrán negar esta afirmación, pero creo que está a ojos vistas.

Como también está a la vista de todos  la exclusión de muchísimos dominicanos que son los grandes perdedores del sistema político-económico imperante. Para los que favorecen el status quo, es decir, la exclusión de los haitianos, hay que decir que esta situación no resuelve el fenómeno. Todo lo contrario, lo agrava.

El empresario José Luis Corripio, el presidente Danilo Medina y el director de Hoy, Bienvenido Álvarez-VegaYa pasaron los días cuando los haitianos estaban recluidos en bateyes, junto con dominicanos, con poquísimos servicios públicos, sin ninguna atención estatal. La poca atención que tenían la brindaban los centrales azucareros.

Ahora la mayoría de los haitianos están en las ciudades, donde forman barriadas y núcleos humanos carentes de los imprescindibles servicios públicos. Desde aquí salen a buscar trabajo, principalmente en la industria de la construcción y en la venta de chucherías en las esquinas de las principales avenidas.

Mantener estas personas –hombres, mujeres, jóvenes y niños– sin los servicios básicos de salud, con mala alimentación, analfabetos y sin poder incorporarse de manera plena a la producción y al uso de los valores de la cultura dominicana es una retranca para el desarrollo del país.

Por otro lado, sería ingenuo pensar que una política de integración de los haitianos residentes en el país pondrá fin al chorro de miles de vecinos que cada año ingresa al territorio dominicano. La integración hay que verla solo como una salida para la convivencia y como el final de una exclusión que crea más problemas de los que resuelve.

Pero al margen de esta necesaria política de integración, la sociedad dominicana tiene la urgente necesidad de diseñar y ejecutar medidas dirigidas a evitar que cada día, cada semana y cada mes del año miles y miles de haitianos crucen la frontera y se establezcan en territorio dominicano.

Postulamos, pues, que haya una clara política de integración de la población haitiana que se encuentra en el territorio nacional, pero como contraparte hay que sellar la frontera y poner fin a la riada de haitianos que llegan para quedarse. El país debe saber cuántos inmigrantes necesita, y admitirlos. No más.

El antihaitianismo no es la respuesta adecuada ni inteligente. Tampoco lo es la exclusión que degrada al excluido y al que excluye. Pero tampoco vale jugar a la ingenuidad, al “aquí no está pasando nada”, a dejar las cosas como están por miedo, por chantaje o por falta de valor para adoptar las medidas necesarias.

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