BAHORUCO.-Arrecia el calor. El astro rey se posiciona en el “pasado meridiano”. No hay nubes en el horizonte. Azul el cielo y gris el camino, interrumpido de cuando en vez por montañas, que se van tornando de un verde y ocre pálido, mientras la Capital se aleja en el retrovisor.

Los ríos de piedras y arena muestran a ratos flecos de agua tímidos y moribundos. Aparecen los primeros vendedores ambulantes. Corren con rostros esperanzados y en las manos el anhelo, embasado en frascos o colgando entre los dedos.

Más al “Sur” esperan nuevas caras y nuevos dedos. El camino se extiende hasta el Batey 6, Provincia Bahoruco. Ahí se congregan cientos de almas, entre la brisa polvorienta y el calor, prestas para recibir a la Comisión.

El Centro de Desarrollo Integral de la Zona Cañera acoge en sus entrañas a los presentes. Al pasar la garganta de concreto, se llega a la barriga repleta de proclamas. Carteles blanquísimos con letras negrísimas; los pies cenizos.

“Intercedan por nuestros derechos”, reza uno de los carteles sin otra firma que la mano que lo sostiene. “Queremos que sean restituidos nuestros derechos”, ruega otro.

El escenario es precario. Niños y adultos miran curiosos a los visitantes que revolotean a su alrededor con interrogantes sobre situaciones que alegan vivir a diario. Pululan las conversaciones, parte en creole, parte en “dominicano”, desdibujando aún más la anémica línea entre la lengua materna y la aprendida.

Se activan las bocinas e inician las peticiones  para que ocupen sus asientos: “por favor, la comisión está por llegar”.

Arribo

Cuatro horas pasado meridiano llueven los aplausos bajo el asfixiante sol y el polvo implacable. Saludan tímidos los de la Comisión. Tracy Robinson entra primero a la plaza, saludando sonriente y algo cohibida. Felipe González sigue sus pasos, más serio y reservado.

Inician las denuncias entre presunciones: presuntos desnacionalizados por el Constitucional, presuntos maltratos, presuntas violaciones a los derechos fundamentales y humanos, presuntos apátridas.

Una joven narra sus vivencias frente los rostros preocupados de los delegados.

“Fui a depositar (mi acta) para tener una cédula, ya que es uno de los requisitos para entrar a la universidad. Cuando fui a buscarla, me dieron otra fecha, y más adelante me dijeron que estaba en proceso de investigación”, según dice, por su apellido.

Según el representante de Dominican@xDerecho, Benet Cuenecia, los afectados podrían llegar hasta los 22 mil en la región. Se entregaron a los delegados 1460 casos.

Dos intérpretes susurran al oído de la comisionada Robinson, a través de un diminuto micrófono, haciendo turnos entre exposiciones.

Más aplausos y continúan las declaraciones. Otra joven mujer hace el relevo y toma la palabra. Narra brevemente su situación. Uno tras otro van pasando los testimonios hasta completar los seis denunciantes de la tarde.

Solicitan unas palabras a los representantes de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH). Tracy Robinson, Relatora sobre los Derechos de las Mujeres, expresa su sentir y su agradecimiento en inglés por la asistencia, con el acento característico de su país natal: Jamaica. En minutos le sucede el delegado Felipe González, con palabras breves de confort y promesas de investigación y justicia ante las alegadas vejaciones, mientras afuera, el sol se desliza presuroso hacia el oeste. Acto seguido finiquita el evento.

Los invitados se levantan de sus asientos y salen de la plaza entre aplausos, ahora más distantes y cortos.

La caminata

Batey 6 recibe en sus vísceras a la visita. El entorno da un cambio triste. A espaldas queda el asfalto de la carretera y las casitas pintadas, dando paso a casuchas rancias, a medio comer por el polvo y las necesidades. Hombres y mujeres que miran de lejos. Se acercan los niños para posar, ajenos a calzados y con sonrisas a flor.

¡Wey, tírame una foto! Le ordena un niño a uno de los reporteros gráficos que siguen a la comisión mientras recorren los caminos pavimentados con caliche. Le complace con el sonido del obturador, al apretar el botón.

En esos caminos reciben más denuncias, desnudos del aparataje de las declaraciones públicas, los micrófonos y las bocinas. Solo les siguen unos cuantos.

Reanudan el recorrido. Las necesidades se hacen más evidentes. Gorrinas las manos teñidas de humo y tierra. Los rostros pegados a una maltrecha casa de blocks se avivan, llenos de curiosidad al notar a los extraños. No sonríen, solo observan. Nadie pregunta qué sucede. Cada quien se encauza en mirar.

El viernes 06, la CIDH presentó un informe preliminar en el que rechaza la desnacionalización de miles de personas de ascendencia extranjera con estatus irregular.

Los fotógrafos cambian sus rumbos hacia los residentes, los que respiran diariamente en esa realidad cruda y desgarradora. El español se vuelve idioma extranjero por un instante. A lo lejos un fogón extinto, color carbón. Los delegados echan un vistazo rápido al interior de la vivienda. Las cuatro paredes y el roído techo cierran el círculo de la pobreza.

Una dominicana discriminada porque "parece" haitiana

Se detiene la marcha en frente de la casucha. Allí la delegación escucha a Estéfany Féliz Pérez, quien antes había denunciado que fue discriminada al intentar abordar una “guagua” desde Barahona, en dirección a la Capital hasta no demostrar su dominicanidad, presentando su cédula.

Con voz tranquila, explica el hecho, en el que se le negó el acceso a al vehículo por, según dice, parecer haitiana. Uno de los posibles efectos de la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional. En cuestión de minutos, el último relato concluye.

La noche hace amagos y acecha. Amenaza negra como la letra en los carteles ya olvidados por las retinas, pero perpetuos en celuloide y memoria.

Aún quedan unas cuantas almas en tránsito, buscando el transporte hacia distintas realidades: unas más cómodas, otras, igual de dura, pero realidades al fin.

Se cierra el telón de una visita en el ombligo de otra en proceso: una burocrática, otra humana. La carretera vuelve a saludar con su gris sonrisa y el Batey 6 se aleja por el retrovisor. Allá se queda su gente: los indignos, los vejados, los descendientes.

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