SANTO DOMINGO, República Dominicana. – El epidemiólogo e investigador doctor Eduardo Ogando, criticó que se confíe en la prueba rápida para contener la expansión del COVID-19.
“Hemos enfocado en las pruebas rápidas como la panacea para controlar la pandemia. Pero lamento decir que esas pruebas rápidas no diagnostican, no curan, ni controlan la pandemia. Su utilidad es otra”, explica en un artículo de crítica.
En el documento, Ogando detalla y describe los dos usos principales de las pruebas rápidas, a las que les adjudica importancia solo para fines epidemiológicos, no médicos.
El primer uso que reconoce Ogando es el de conocer el índice de infección o de contagio de una población, provincia, o comunidad. Según sus argumentos, un país no necesita aplicar cientos de miles de pruebas rápidas para conocer la situación de la pandemia en su territorio, “cosa que nunca podrá saberse con la aplicación indiscriminada de pruebas”.
En ese sentido, critica que los datos que arrojan las encuestas de pruebas rápidas masivas son la base para la planificación de las acciones de control. Este aspecto, según su planteamiento, carece de eficiencia y eficacia para hacer frente a la pandemia.
Según explicó, la segunda utilidad de las pruebas rápidas es construir una base de datos de la Inmunidad Natural dejada por la pandemia.
El punto de vista completo del Dr. Eduardo Ogando:
Mitos y verdades sobre las pruebas rápidas
Las pruebas de antígeno-anticuerpo, diseñadas para saber si un individuo está o ha estado en contacto con uno o varios virus en particular (en este caso con el virus Sars-CoV-2, que produce la enfermedad llamada Covid-19, se han estado usando impropiamente en los desesperados afanes para controlar la pandemia.
El área de la salud tiene el gran problema de que todo el mundo cree que sabe, y mientras uno menos sabe, más cree que sabe; debido a eso, aunque soy médico, si refiero alguna queja de salud frente a mi madre, quien no sabe nada de medicina, inmediatamente me prescribe algún medicamento o remedio.
Como agravante, las llamadas pruebas rápidas ni siquiera pertenecen al área clínica de la medicina, sino a la epidemiología, y desde que me hice epidemiólogo al preguntárseme que tipo de médico soy, doy la respuesta y la gente se queda en el aire. Incluso en televisión es muy evidente que los comunicadores y periodistas tienen limitaciones para entender qué es un epidemiólogo; y lo que es peor, aunque saben qué es una epidemia, no relacionan el título de epidemiólogo con el concepto de epidemia. Me excuso por el preámbulo para llevar al lector a entender los objetivos de las pruebas rápidas, y su utilidad en la pandemia Covid-19.
China al parecer controló la pandemia con dos medidas: aislamiento y cuarentena, de una provincia de 67 millones de habitantes, por la fuerza del fusil y el orden; y como complemento, China utilizó las pruebas rápidas masivamente. En Europa y en occidente, donde la tolerancia democrática ocupa el nivel más alto de la pirámide de mando, hemos enfocado en las pruebas rápidas como la panacea para controlar la pandemia. Pero lamento decir que esas pruebas rápidas no diagnostican, no curan, ni controlan la pandemia. Su utilidad es otra.
El objetivo y la utilidad de las pruebas de antígeno-anticuerpo como adyuvantes en el control de la pandemia de coronavirus, no es clínico, si no, epidemiológico. Es decir, el resultado positivo o negativo de una prueba rápida no tiene valor clínico, sólo tiene valor epidemiológico. No tiene valor clínico porque el margen de error en los resultados es muy alto. El sujeto que resulta positivo con una prueba rápida, debe ser llevado a una prueba confirmatoria de PCR, que es lenta y muy costosa, sea para el individuo o para el estado. Alrededor de 20% de los sujetos que resultan positivos a una prueba rápida, resultarán negativos a una prueba confirmatoria de PCR, se pierde tiempo, dinero y se genera confusión e infodemia.
Las pruebas rápidas, de detección Antígeno-Anticuerpo, tienen dos grandes utilidades en epidemiología:
- Conocer el índice de infección o de contagio de una población, provincia, o comunidad: supongamos que el MISPAS quiere saber cuál es el índice de circulación o contagio del virus en Azua. Para eso se diseña un sondeo, o encuesta survey, muy similar al que usan las encuestadoras de intención de voto. Se determina el universo muestral, en la cartografía se seleccionan las viviendas aleatoriamente y los encuestadores, que pueden ser estudiantes de medicina, enfermería y bioanálisis, se dirigen a las viviendas correspondientes a aplicar las pruebas rápidas.
Conforme al máximo error permitido y al intervalo de confianza, pienso que con la cantidad de pruebas que ha aplicado la R.D. de forma indiscriminada, habría sido suficiente para muestrear el país completo varias veces. Esto quiere decir, que un país no necesita aplicar cientos de miles de pruebas rápidas para conocer la situación de la pandemia en su territorio. Con esa metodología las autoridades siempre estarán al día en materia del índice de circulación del virus por provincias y municipios, cosa que nunca podrá saberse con la aplicación indiscriminada de pruebas. Y justamente esos datos arrojados por las encuestas son la base para la planificación de las acciones de control.
- La segunda utilidad de las pruebas rápidas es construir una base de datos de la Inmunidad Natural dejada por la pandemia, a esos fines los promotores sanitarios visitan periódicamente (cada dos o tres meses) a todos los pacientes que hayan sido diagnosticado con Covid-19, la prueba rápida reportará la presencia o no de anticuerpos IgG, es decir, de larga duración, esa investigación sería de valor por partida doble; primero permite saber el tiempo promedio de duración de la inmunidad natural, y segundo, permite saber la proporción de población inmune en el tiempo. Por ejemplo, si una población equis, llegase a tener sobre un 60% de anticuerpos IgG, ya no sería necesario la vacunación, porque la probabilidad de que coincidan en el mismo lugar y tiempo, un sujeto enfermo con un sujeto sin inmunidad natural es relativamente raro.
Sobre el autor
El Dr. Eduardo Ogando es médico epidemiólogo e investigador, ex profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en las cátedras de Salud Pública, Epidemiología y Medicina Social.
Ex becario de la OPS/OMS, para el estudio del Crecimiento y Desarrollo del Niño, en el Instituto de Crecimiento y Desarrollo, La Habana, Cuba.
Ex becario del CIID, para Perfeccionamiento y Evaluación de Proyectos de Investigación en Salud, en el Instituto de Estudios Perinatales, Rosario, Argentina.
Ha trabajado para el Hospital Robert Reid Cabral, MISPAS, CENISMI, IDAN, etc.
Ha realizado varias investigaciones financiadas por instituciones nacionales e internacionales como OPS/OMS, CIID, UNICEF, MISPAS, The Urban Institute , etc. Ha tenido vínculos profesionales y de cooperación técnica con la mayoría de las instituciones con desempeño en el quehacer sanitario del país.
Fue el Investigador Principal de la Investigación nacional “Monitoreo de los Efectos Económicos y Sociales sobre el Bienestar Infantil en R.D, financiada por el Fondo de las Naciones Unidas para La Infancia, que fue ganadora del Premio Gustavo Mejía Ricart de la Academia de Ciencias de la República Dominicana.