Edickson Minaya es profesor de filosofía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y director del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades de dicha institución académica. Es licenciado en filosofía (Cum Lauden), posee un Máster en Estudios Humanísticos mención Ética por el Tecnológico de Monterrey (2005), un Máster en Filosofía en un Mundo Global por la Universidad del País Vasco (2007). En el 2009 fue becario de la Fundación Carolina para realizar el Máster Interuniversitario en Estudios Avanzados en Filosofía en la Universidad de Salamanca y Valladolid. Posee estudios en campo de la semiótica de la cultura y el análisis del discurso. Es doctor en filosofía por la Universidad del País Vasco, con una investigación sobre la hermenéutica simbólica de Andrés Ortiz-Osés.
Ha publicado numerosos artículos en revistas indexadas, participado en libros colectivos, ha impartido múltiples conferencias nacional e internacional. En el 2004 publicó “Filosofía y sentido. Apuntes para una concepción hermenéutica de la filosofía” (Santo Domingo) y en el 2018, “Ser-en-(la)-relación. Ensayos para una hermenéutica relacionista (Oviedo: Eikasia).
En la actualidad prepara la publicación “Simbolismo e interpretación. Estudio sobre la hermenéutica simbólica de Andrés Ortiz-Osés”.
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Andrés Merejo (AM): Partiendo del texto Filosofía y Sentido. Apuntes para una concepción hermenéutica de la filosofía, y que fue publicado en el 2007, se puede decir que, en algunos momentos de la historia del pensamiento, el filosofar se ha construido partiendo de algunas metáforas, muchas de las cuales se remontan a los tiempos de la filosofía griega. Una de ellas es la “alegoría de la caverna”, que se encuentra en el libro VII de La República de Platón; en el texto aparecen los símbolos de la sombra y la luz, ambos nos invitan a la reflexión sobre la educación, el conocimiento y la “búsqueda” de la verdad, dado que, de acuerdo con tu interpretación “La sombra: es equivalente a una percepción que ignora el ser y fundamento de las cosas. (…) Opuesto está la luz: donde gravita todo verdadero conocimiento y la palabra que lo da a entender” (p.18). ¿De acuerdo con el filosofar de Platón, hay que buscar el conocimiento como la luz para llevar una vida digna? ¿No crees que se necesita la ética vivida?
Edickson Minaya (EM):
Desde sus orígenes, la filosofía no sólo se erigió en base a la construcción del concepto. Si no que, además, recurre a metáforas y símbolos para significar la realidad y describir la experiencia humana. La metáfora y el símbolo ocupan una posición medial entre el concepto y la teoría. Esto lo ha reconocido la filosofía contemporánea. Uno de sus méritos consiste en incluir la idea de que el conocimiento es de naturaleza metafórica. Ciertamente, en el contexto del discurso platónico las interpretaciones son abiertas, pero en el caso que citas, la filosofía necesitó ese contraste para llevar a cabo una “noticia educadora” respecto a las “almas” de los hombres. Asimilaron la búsqueda de la verdad como aquel que busca la luz para ver; y se asociaba a las sombras para representar la ignorancia de la que todos somos víctimas, y un ejemplo de ello, es la vida cotidiana penetrada de fanatismo y fundamentalismos; de visiones acríticas y malsanas. La luz, es sólo un símbolo que me permite acercar el concepto de verdad y colocar el ser en el claro del bosque, como decía Heidegger.
Desde luego, que esta actitud siempre se asoció a una comprensión ética de la vida, pues, vivir éticamente significa vivir en un estado de verdad, y para eso hay que enfrentar los dogmatismos que se siembran desde el “poder chiflado”.
(AM): En el texto (ibid.,36) hay una interesante demarcación entre Filosofía como apertura, en la cual incluye la ontología, Estética y Gnoseología y la “Filosofía como límite (Metalenguaje)”, que incluye varias ramificaciones filosóficas como el Lenguaje, la ciencia y la religión. La “Filosofía como apertura” deviene en contacto con la realidad del hombre, en entra en el plano de la filosofía sustantivada que es diferente a la del límite que deviene en discurso de “saber del hombre” y entra en el plano de la filosofía adjetivada.
¿La filosofía sustantivada – como en el caso de Gustavo Bueno-, se define como un saber autónomo, que gira en torno a sí misma? ¿Esta filosofía no necesita de otros saberes, o delimitar su campo que la hace diferenciar de los demás saberes?
(EM) La filosofía aparece, literalmente, como crítica a «lo-que-se-establece». Aquello que viene desde afuera del sujeto y que tiende a establecerse como norma, ley o criterio de las cosas, fijando la praxis o el hacer del sujeto. Frente a esto, la filosofía realiza una labor de recuperación del sentido, poniendo en marcha la deconstrucción de ciertas concepciones del mundo.
Se quiere con ello significar, que la recuperación del sentido junto a la crítica implica desmantelar, desmontar e incluso “martillar” aquellas ideas tergiversadoras del valor de lo humano. Se trata de una labor de «de-limitación». Operación que se identifica con tratar de situar la cuestión en lo claro. En el entendido de tratar de situarlas en un espacio lumínico de entendimiento.
Por eso, la filosofía no deja de “transgredir” visiones ya acostumbradas. Aquellas que circulan con normalidad por nuestros ámbitos de la vida pública, incluso, académicos. Como pasa, por ejemplo, con el fenómeno de los llamados influencer o blogeros de las redes sociales que se han establecido en la nueva meca de la sabiduría popular.
La filosofía pone límites, opera un deslinde del territorio del sentido. Cuestiona las visiones del sistema cultural heredado. En ese mismo orden, defendemos la capacidad y fuerza orientadora de la filosofía. La filosofía nos ha enseñado que puede resultar peligroso asumir ideas sin ningún cuestionamiento crítico. Dejando claro, que la crítica es necesaria para el desarrollo del pensamiento y la vida, incluso para un orden político de carácter democrático. A estos propósitos, esbozamos a la filosofía como saber fronterizo, saber del límite y saber relacional. Una idea que he heredado conscientemente de pensadores como Eugenio Trías y un filósofo latinoamericano muy poco conocido entre nosotros, y que estoy recuperando para mi pensamiento, como es Jorge Millas quien planteó la cuestión a la par que el filósofo español durante la década de los sesenta.
Precisamente, el lugar de la filosofía se encuentra en esa “raya intermitente” que bordea cada saber. Es decir, la filosofía se mantiene en la frontera de cada uno de ellos, abordando cualquier ámbito de la experiencia humana; su objeto de reflexión se construye en diálogo con los saberes, así como con el conjunto de las situaciones que motivan cada experiencia.
(AM): De acuerdo con tu enfoque, la filosofía entra el plano de lo hermenéutico, en el lenguaje y en lo simbólico, en cuanto a la “(…) interpretación de la experiencia humana y liberación de sus posibles sentidos” (ibid.,70). ¿Qué relación tiene con el sujeto- lenguaje- poder- sociedad? ¿Articulación de la filosofía con relación al poder, no desarticulado del saber?
(EM) Pienso que la filosofía permanece abierta a las distintas fuentes de información y de discursos sin necesidad de reducirse a ellos, pues, este saber atiende a la experiencia humana y su sentido. Al «campo de la donación» de la experiencia. Desde esa perspectiva, defiendo una doble “naturaleza” de la filosofía: hermenéutica y fenomenológica. Una hace recordar el papel de la tradición, de los textos, el lenguaje, los discursos en la configuración del pensamiento y la otra nos hace volcar a las cosas mismas, a realizar una filosofía de contenidos, a la necesidad de describir el fenómeno. Los conceptos que se construyen desde la filosofía han de responder a lo viviente y concreto de cada caso que analiza y estudia.
Gracias a esta alianza, entre hermenéutica y fenomenología, las redes textos puestos en relación (que conforman a su vez un intertexto) forman un arco interpretativo que se traduce en marco teórico-conceptual que nos permite mirar la “cosa misma” que se comprende. El resultado de esta juntura es el argumento ontológico-epistémico en favor de la relación y el límite. Llevándonos a retomar la cuestión de la filosofía como límite y apertura. Esto es, una práctica de la filosofía como límite de los discursos, pero a la vez, creadora de apertura en cuanto comprende el mundo de la experiencia humana. O sea, crítica e interpretación unidas en un marco común y con un mismo propósito: la de describir el fenómeno que “aparece” a nuestra conciencia, pero que también queda revelado por los textos.
Es importante reafirmar la filosofía como producción discursiva, ya que esta dimensión es la que hace posible que tanto la reflexión como la experiencia se den en una unidad de sentido. El filosofar necesita de una estructuración discursiva, y solo desde ella el enunciado filosófico realiza un movimiento conceptual hacia la experiencia humana.