SANTO DOMINGO, República Dominicana. – Todavía rezagada por la explosión de la fábrica Polyplas que sufrió el 5 de diciembre la comunidad de Villas Agrícolas, con 8 muertos, decenas de heridos y viviendas destruidas o parcialmente dañadas, recupera el curso de su cotidianidad poco a poco.
Las empresas Polyplas como Transgas (de Propagas), representadas por la aseguradora Sura, y las autoridades responsables, son las encargadas de dar respuesta a los daños causados por el hecho. Su explicación ante los medios ha sido de total preocupación por los afectados, sin embargo, el nivel de satisfacción de la comunidad no refleja lo mismo.
Al parecer, de acuerdo a alegaciones de personas dentro de la comunidad, la división de los residentes entre satisfechos y no satisfechos con la ayuda recibida es determinada por la cercanía que mantienen o no con la junta de vecinos, específicamente con su presidente Clarence Veras.
Los moradores afirman que como presidente, Vega es quien recibe los papeles de los daños reportados en las casas y de los gastos de salud de los afectados. "Al él es que transfieren los casos".
Cuando las personas desesperadas o incómodas deciden ir a la aseguradora, allá les dicen que si no los han llamado se deben devolver. Y así lo hacen, los devuelven de la puerta.
Según describen personas del vecindario, la reparación de las casas de la calle Aníbal de Espinosa (ubicada justo frente a la empresa) está a cargo de la aseguradora, mientras que los callejones aledaños que también resultaron afectados los ha reparado el Ministerio de Obras Públicas.
Alejandro Feliz y Juan Mena han sido de los agraciados. En sus residencias arreglaron ventanas, puertas, escalera y zinq. Una de ellas la terminaron hace dos semanas y la otra recibió los últimos toques el martes de la semana pasada.
“Esa casita de ahí al frente es mía, que me la repararon muy bien. Yo nunca pensé tener una puerta así. Era de tarima la puerta mía, porque yo soy pobre. Me le pusieron cuatro puertas de esas caché bombita y otra ventana de esas, me arreglaron el zinq”, Juan Mena.
Ahora los frentes de Polyplas tienen un horizonte monocromático. Todas las casas visten de crema, pero según múltiples alegaciones, sus dueños no visten todos el mismo nivel de sinceridad, ya que muchos se aprovecharon del desastre.
Subida en un motor rumbo a la aseguradora a “pelear”, Janet Mercedes dice: “Los de la puerta y las ventanas lo que se sientan es a beber ahí a que los chapeen. Yo duré tres días sin puerta, y ya no es la culpa de quien está pagando, sino de quien está trabajando”.
Otro caso es el de Rocío Moya, quien ha reportado tres veces los daños al marco de la puerta de entrada de su humilde casa y la respuesta ha sido nula hasta el momento. “La hija mía me dijo: Mami, pero nosotras estamos en la calle”.
Los mencionados anteriormente representan a aquellos que sufrieron daños materiales, pero hay otra parte que quedó afectada con repercusiones de salud física y psicológica. En esos casos la presencia de las autoridades ha sido intermitente, más ausente que presente.
“Ellos me pagaron una receta médica, pero después yo no les he vuelto a dar recetas, porque dicen que va a salir en dos o tres semanas…y yo que te di una receta para que me la compres, ¿es para que me la compres en tres semanas? Tuve que decirle a la muchacha del seguro esta mañana que ella me está haciendo como que viene el cuco. Viene el cuco y no llega.”, Juana Figueroa Paula.
Sentada en una acera justo frente a su casa, Oneida Paulino Cruz esperaba temblorosa un taxi con la mano derecha adentro de un vaso que contenía alguna fruta con la que masajeaba sus dedos. Parecía un cítrico, tal vez los gajos de una naranja.
Paulino fue de las primeras que hizo el levantamiento, pero más que las puertas de su casa, la explosión desató en ella una crisis de falsemia y diabetes.
En llanto, cuenta: “Lo primero, me ha descontrolado los nervios. En salud. Mire, me dio una crisis de falsemia, soy diabética. Cuando me llevaron al Cruz Jiminián me dio un paro casi. En menos de “lo” (low) tenía la presión, no sé lo que es “lo”, pero me da un paro casi”.
Ante su condición, dice que la junta de vecinos no ha prestado atención. “¿Y qué está haciendo la junta de vecinos? Robándoselo para ellos. Son unos ladrones públicamente. Todo el mundo le va a dar testimonio de los robos que ha hecho". Oneida Paulino Cruz, psicóloga.
Ya el taxi que la llevaría al médico la estaba esperando y con más fuerza aún, a pesar de su llanto Paulino grita “¡Que salga a los medios de comunicación, que el sol no se puede tapar con un dedo!”.
En un pequeño aposento reside Candelaria Carmona, la mujer detrás del nombre que ha rondado los medios por la rotura craneal que le generaron piedras que volaron por los aires aquel día. Esa rotura le propició además coágulos en la cabeza, mucho mareo, partidas, la rotura de dos prótesis de la boca y de sus lentes.
Como resultado, a Carmona le han hecho cuatro tomografías en la cabeza, sonografías y radiografías porque tenía muchos golpes. “Caí al suelo y me pisó mucha gente”.
A partir de ese momento, esta mujer que se mantenía de vender frituras ya no puede trabajar y a pesar de que sus hijos la ayudan, está pasando la de Caín.
El seguro, Polyplas, Transgas o como quieran llamarle, va un día y desaparece por semanas. “Ellos han venido dos o tres veces y me dijeron que cuando el médico me dé respuesta tengo que ir con mis hijos para hacer una reunión. Inclusive, ellos quedaron en llamarme esta semana, pero no llamaron”, dice Carmona.
Debido a la lentitud de las gestiones, ella misma tuvo que buscar RD$5,200 para mandar a hacer sus lentes y cotizó sus dos prótesis dentales por un valor de RD$30,000.
Un fenómeno ocurre en las calles de Villa Agrícola, al parecer unos hacen malabares para malversar los beneficios que le tocan a la comunidad como fruto de los efectos de la explosión.
“Había una muchacha de la aseguradora aquí ayer y salieron cheques para arreglar casas de ahí arriba, que ahí vive el papá de mi niña, y él no sale en los cheques. Osea, no salen cheques en efectivo, sino para arreglar las ventanas y eso, y sale el nombre de gente que no vive en el edificio en que él vive. Rocío Moya.”“Responsablemente yo le digo que la junta de vecinos aquí no sirve. Ellos no han venido ni la primera vez a donde mí. Clarence me vio un día en la calle porque yo no podía dormir sola y un señor me preguntó si me habían resuelto, entonces Clarence pasó y dijo “si, si, le vamos a dar seguimiento. Llévame los papeles para ver qué vamos a hacer. Candelaria Carmona.”
Clarence Veras tiene una casa que alquila en el “callejón chismoso” (como le dicen al Callejón 21) que quedó destruida.
Según alegan, "lo único que ha hecho el señor es conseguir que le arreglaran su casa y que le dieran dinero a su gente".
“Un día antes del día de reyes, ellos le dieron a cada niño un brazalete para ir a recoger juguetes. Yo fui. Desde las ocho de la mañana haciendo una fila ahí con tres muchachos, un solazo, un desorden. Y él, visto por mis ojos, trajo una funda llena de juguetes cuando él no tiene hijos, y hubo niños que se quedaron sin reyes.(Entre lágrimas) Eso me molesta, porque hay niños que no tienen. Como pobres que nosotros somos, mis hijas tienen gente que les regala y todavía le están regalando, pero hay niños que no tienen ni papá ni mamá que le regalen nada para que una gente, que supuestamente tiene el poder, venga y coja las cosas sin importarle que un niño lo puede necesitar, porque no hay cosa que alegre más a un niño que un juguete, cuenta Moya.”
Condicionados y con desesperación, los que no tienen contactos o aquellos a los que la suerte les ha dado la espalda, los que no son “tígueres” en tierra de leones…todos esos, aún esperan una entidad que responda por sus daños.
El equipo de Acento trató de contactar al presidente de la junta de vecinos Clarence Veras, lo cual no fue posible.