SANTO DOMINGO, República Dominicana. – El día no amaneció tricolor, el cielo no le rendía homenaje a la patria. Como todo día feriado, la calle estaba vacía. Claro, mientras no circulara usted por los alrededores del Congreso Nacional.
Bajando la avenida Churchill, al nivel de su cruce con la avenida Mirador, la calle estaba llena de guaguas, puntitos negros y cuadrados multicolor.
La multitud se puso de acuerdo (o la pusieron de acuerdo) para manifestarse en pro de cuatro años más. Los vestidos de amarillo decían “Movimiento el Pueblo Manda. Adelante Presidente, nadie ha hecho tanto”.
– ¿Qué mensaje quieren dar con su manifestación?
– Que queremos cuatro años más, por necesidad.
– ¿Y por qué lo necesita?
– …
Unos pasos hacia la izquierda había un cuarteto animado con ansias de dar a conocer su intención. Tenían el mismo mensaje en t-shirts de color blanco, negro y amarillo.
– ¿Quién es el líder de su movimiento?
– No hay líder, nosotros nos unimos porque creemos que el gobierno de Danilo debe seguir.
– ¿Y cuánto pagaron ustedes para mandar a hacer los t-shirts?
– No, no. Eso fue una persona que se encargó de eso.
– ¿Esa persona pagó los t-shirts de todo el mundo?
– Yo no sé no, tú ves, porque eso fue allá que se organizó eso.
– ¿Les regalaron el t-shirt?
-…
En la otra esquina, frente a la parada Centro de los Héroes del metro, llegaban jóvenes estudiantes con cartulinas que decían “Gracias Danilo por la República Digital”.
A la derecha comenzaba el hilo azul que marcaba la división entre los que eligen y los elegidos. De un lado gentío y del otro jeepetas negras que brillaban como la luna, el sol y la calva de “ese señor”. El hilo azul era el colador.
“¡Ese motor no puede pasar!”, gritó uno ensacado. Detrás llegó una de las brillantes y el señor gritó con más fuerza, ahora lo contrario: “¡Ábranle paso!”.
La calle que recorrían no era la usual. La bañaron para que ellos la pudieran pisar.
Ya del otro lado, de camino a la explanada del Congreso Nacional susurraban detrás del equipo de este medio “Pss, pss”, patrocinados por el jeepetón Chevrolet negro.
Más adelante, el sonido militar. “¡Uno, dooos!”, “¡tres, cuatro!”. “¡Uno, dooos!”, “¡tres, cuatro!”, y las pisadas fuertes de los soldados.
Cruzó la marcha y… otro mundo. El multicolor desapareció. Ahí todos vestían de negro. Los uniformados continuaban desfilando. Los de negro también desfilaban, pero por la alfombra roja.
Alrededor de la alfombra el ambiente era un poco más caótico. “Voy al Senado a buscar un carnet ajeno, ábreme coño” le ordenó a un seguridad una señora flaca y sobremaquillada.
Entrevistas iban y venían al tiempo en que llegaba cada diputado, cada ministro, en fin, cada político. Así continuó hasta aproximadamente las 10:00 de la mañana, hora en que llegó el alma de la fiesta, el primer mandatario: Danilo Medina.
Después de su llegada todo fue rápido. Cada cual tomó su puesto y una vez dentro de la Asamblea Nacional el público se dedicó a hacer ovaciones cada cinco minutos durante dos horas y media.
Dos de los temas más esperados (Odebrecht y Punta Catalina) quedaron resumidos en una oración cada uno. Y mientras el Presidente hablaba de la tasa de criminalidad más baja, ¿cuántos de los que afuera le esperaban con aquellos t-shirts podían ser atracados?
A la 1:00 de la tarde salieron todos de la gran sala divididos en dos bandos: unos tirando humo y otros alabando. “Totalmente reeleccionista”, “Esperanzador, pero no habló de corrupción”, “Definitivamente un año de logros”; fueron algunas de las impresiones.
Una vez del otro lado del hilo azul, más de la mitad de la multitud se había ido. Su presencia fue efímera.