Esbozando media sonrisa en su rostro y algo sorprendido por los flashes que lo seguían, Christophe Naudin desfilaba por la pasarela cementada que terminaba en las escalinatas del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva, tras un largo viaje desde la República de Egipto.
Barbudo y más delgado de como se observa en algunas fotos de medios internacionales, lo rodeaban agentes de la Unidad de Traslado de Alto Riesgo y de Armas Especiales y Tácticas (SWAT), escopetas en manos y las caras, unas descubiertas y otras a medio cubrir con pasamontañas de negro intenso.
Detrás de las improvisadas divisiones de la pasarela con el área preferencial de los medios de comunicación nacionales e internacionales, los miembros de la prensa tomaban ansiosos sus fotos y vídeos que servirían como primicia de lo que había calificado horas antes como “un gran paso para el país”, por el procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito.
Pero antes de la pasarela de concreto, las agujas del reloj avanzaron como manso ganado hasta alcanzar las doce treinta de la madrugada, cuando fue informado que el vuelo 497 de la aerolínea Delta Airlanes pisaba suelo dominicano en el Aeropuerto Internacional de las Américas doctor Francisco Peña Gómez. “Media hora para que arribe al Palacio de Justicia”, manifestaba la portavoz de la Procuraduría, Tessie Sánchez. ¡Qué equivocada estaba!
De repente la posición de los periodistas y agentes policiales apostados afuera del Palacio, varío de “pasividad a excitación”. Balanceaban una y otra vez con cualquier objeto blanco, los colores de los equipos de grabación que fungían como arma de batalla en la guerra de la información.
La tensión en los miembros del Ministerio Público también se transformó, llamando de inmediato a los allí presentes y explicándoles la dinámica que debían seguir para poder obtener las tomas necesarias en el poco tiempo que se les otorgaría.
Vestidos de negro y verde hoja, los agentes presentes se colocaron como vigas una al lado de la otra. Dejaban un brazo de distancia entre ellos, para permitir el espacio a la prensa y que ésta pueda realizar su labor.
“Llevamos media hora formado y nada que llega el hombre, desde el aeropuerto”, se escucha la queja de uno de los policías a su superior. Alega le informaron que sí habían salido los vehículos que llevaban a Naudin al Palacio de Justicia.
Empero, había transcurrido una hora y la espera prolongaba la ansiedad de los allí presentes. Todos al acecho de la llegada del acusado de ayudar en la fuga de los pilotos franceses Pascal Fauret y Bruno Odos, condenados a 20 años de prisión en el país, luego de ser detenidos infraganti con un alijo de 700 kilos de cocaína.
“La salida del aeropuerto se retrasó porque el Procurador General requirió una evaluación física certificada validara que el acusado no presenta ningún tipo de agresión física”, señaló Sánchez a los inquietos.
Al mismo tiempo, anunció que el extraditado, las autoridades y los custodias se montaron a los vehículos oficiales y se trasladaban al Palacio de Justicia, perturbó a los presentes.
“¿Qué es lo que está pasando? ¿Quién viene para acá? ¿Qué hacen ustedes aquí tan tarde?”, vociferaban los que circulaban por las calles Fabio Fiallo y Arzobispo Portes pasada la 1 de la madrugada del viernes 4 de marzo del 2016.
Otro infirió “ojala que los apresen a todos”, tras explicársele el por qué todo el aparataje civil y policial en la parte delantera.
“Viene, viene”
“Viene, viene”, gritaron dos cuando se informó que la caravana policial descendía la calle Doctor Delgado. Se podían escuchar las sirenas a lo lejos.
¡Una llegada de película! El ascenso del polvo provocado por la apretada de las llantas de los vehículos contra el pavimento, se hacía más notorio por las luces de las sirenas y los faroles de las jeepetas.
Siete vehículos, un solo de color blanco, que iba detrás de las distintas camionetas de la prensa que parecían formar parte de la tropa estatal.
Arriban y los uniformados se lanzan con sus armas largas rodeando al más esperado, que lleva una camiseta blanca mangas largas, un pantalón jeans oscuro, unos tenis con cordones claros y ante todo, su chaleco antibalas.
El momento fue fugaz y eterno a la vez. Y en solo un pestañeo, se cerraron las puertas del Palacio de Justicia dominicano, dejando solo a la vista un contingente de más de 10 encapuchados y artillados hasta los dientes que con recelo protegían la entrada bajo el Escudo Nacional.
Allí amaneció el criminalista, apresado en la República de Egipto, luego de que la Interpol colocara una orden de captura a petición de la Procuraduría de la República Dominicana. En las próximas horas y dentro del plazo establecido por las leyes dominicanas, se le conocerá medida de coerción.