SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Los cuestionamientos a los sonados estudios que aseguraron que un medicamento contra el paludismo revestía riesgos mortales para cardíacos con covid-19 y otro que certificaba que una droga para la presión arterial era segura en víctimas del mismo coronavirus llevaron al mea culpa a los editores de las revistas médicas implicadas, que se escudaron en las presiones de las urgencias y de los laboratorios.

Bajo el título “La pandemia reclama nuevas víctimas: prestigiosas revistas médicas”, el diario New York Times logró declaraciones exclusivas de los implicados directamente y de otros vinculados al asunto.

 

Las revistas New England Journal of Medicine (NEJM) y The Lancet debieron disculparse ante sus lectores por publicar esos trabajos cuyos defectos fueron detectados a posteriori por investigadores externos.

Propios y extraños alertaron que la prisa por investigar sobre el coronavirus y ofrecer respuestas por más preliminares que sean ha lesionado el proceso de revisión por pares y ha abierto la puerta al fraude, amenazando la credibilidad de las revistas médicas respetadas, además justo ahora cuando son más necesarias que nunca.

Las revistas médicas The Lancet y NEJM se encuentran entre las más antiguas, respetadas y más leídas del mundo. Se establecieron en 1821 y 1823 y se clasifican a menudo en primero y segundo lugar entre las que citan estudios en otras investigaciones y se imponen por su gran "factor de impacto".

En entrevistas con The New York Times, el Dr. Richard Horton, editor en jefe de The Lancet, y el Dr. Eric Rubin, editor en jefe de NEJM, dijeron que esos los estudios nunca debieron aparecer en sus revistas, pero insistieron en que el proceso de revisión sigue en vigor.

"No debimo haber publicado esto", declaró con todas sus letras el Dr. Rubin sobre el estudio que aparece en el NEJM. "Debimos haber tenido revisores que detectaran el problema", se lamentó.

El Dr. Horton habló además de que se perpetró una "fabricación" y un "fraude monumental" que sorprendió a su publicación, pero insistió en que “la revisión por pares nunca" puede detectar cuando el engaño es "absoluto”, porque "si tienes un autor que deliberadamente intenta engañar, es sorprendentemente fácil para él hacerlo".

Se supone que la revisión por pares salvaguarda la calidad de la investigación científica. Cuando una revista recibe un manuscrito, los editores solicitan comentarios a tres o más expertos en el campo.

Las evaluaciones escritas de estos pueden forzar la revisión del documento o hacer que la revista lo rechace por completo. El sistema, ampliamente adoptado por las revistas médicas a mediados del siglo XX, sustenta el discurso científico en todo el mundo.

"El problema con la confianza es que es demasiado fácil perderla y demasiado difícil recuperarla", advirtió al respecto el Dr. Jerome Kassirer, exeditor en jefe de la revista NEJM, quien sentenció sobre lo ocurrido: "Estos son grandes errores".

Si los científicos externos detectaron problemas que no fueron identificados por los revisores pares, entonces las revistas fallaron, resumió.

Al igual que cientos de otros investigadores, el Dr. Kassirer pidió a los editores que publicaran explicaciones completas de lo que sucedió, aseguró New York Time.

Los editores hasta ahora solo han explicado que existe una necesidad urgente de publicar rápidamente nuevos hallazgos para mejorar los tratamientos para pacientes con coronavirus, "desesperadamente enfermos".

El Dr. Horton reveló al diario neoyorquino que en medio de esta vorágine de la pandemia The Lancet está recibiendo tres veces la cantidad habitual de documentos para su consideración. El Dr. Rubin sostuvo en tanto que la publicación NEJM ha enviado (a pares) hasta 200 presentaciones en un día, incluidos ensayos de investigadores que quieren aportar desde su mundo y contribuir a poner freno a la pandemia.

"Soy un médico de enfermedades infecciosas, trato a pacientes con covid-19. Tenemos que obtener datos que la gente pueda usar", insistió el Dr. Rubin, aunque aclaró que igual se tiene "mucho cuidado" y que en las reuniones editoriales el asunto “surge casi todos los días: ¿Y si publicamos esto, dañará a la gente? Esa es nuestra mayor preocupación", sostuvo.

Lo cierto es que después de la publicación inicial de The Lancet del estudio que aseguró que los antipalúdicos cloroquina e hidroxicloroquina ponían en peligro la vida de  pacientes con coronavirus afectados del corazón, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otros suspendieron los ensayos clínicos con estos medicamentos que tenía en marcha.

Una vez advertidos de los errores y de falta de consistencia y rigor científico como para emitir tamaña sentencia, la OMS anunció que retomaba sus investigaciones.

EL SILENCIO DE LOS EDITORES Y LA JUSTIFICACIÓN DE OTROS

Las revistas generalmente no revelan quién revisó un estudio, qué encontró, cuánto tiempo tardó o incluso cuándo se envió un manuscrito. El Dr. Horton y el Dr. Rubin también se negaron a proporcionar esos detalles sobre los estudios retraídos, aseguró The New York Time.

"Estamos en medio de una pandemia; la ciencia avanza muy rápido, por lo que hay circunstancias atenuantes aquí", sostuvo a manera de defensa y asimismo en declaraciones al diario estadounidense el Dr. Ivan Oransky, cofundador de Retraction Watch, que rastrea investigaciones desacreditadas.

Otra exeditora de la revista NEJM, la Dra. Marcia Angell, sintetizó una de las máximas del periodismo: "Siempre hay una tensión entre hacerlo rápido y hacerlo bien. Siempre estuve a favor de hacerlo bien, pero en la pandemia actual ese equilibrio puede haber cambiado demasiado para llegar rápido" a la meta de encontrar un alivio, justificó.

No solo los editores de revistas están sobrepasados. También los científicos bien informados que donan su tiempo como revisores ya están agotados de revisar materiales y tratando de comprender cómo el coronavirus afecta a esto o a lo otro o cómo hacer para encontrar a la brevedad tratamientos y vacunas. La investigación está ocurriendo a un ritmo sin precedentes.

“La gente está cansada; está trabajando al límite de sus límites. Luchan por conseguir buenos revisores y tratan de hacerlo lo mejor que pueden, pero el sistema está en riesgo de fallar, como puede verse, porque el sistema académico está saturado, está en el filo de su capacidad", dijo a su vez el Dr. Peter Jüni, profesor de epidemiología en la Universidad de Toronto con experiencia en la revisión de artículos para revistas científicas.

Los estudios cuestionados se basaron en datos de una pequeña compañía de Chicago llamada Surgisphere, dirigida por el Dr. Sapan Desai, el único de los autores de los artículos en cuestión que mantuvo su nombre en ellos, porque el resto de colegas los retiró al enterarse de que habían trabajado sobre datos sospechosos, por decir lo menos.

Asimismo en declaraciones a The New York Times, el Dr. Desai defendió enérgicamente su trabajo y la autenticidad de su registro de datos, pero cuando los editores de NEJM y The Lancet exigieron auditorías independientes, él se negó, citando acuerdos de confidencialidad con hospitales clientes. Tras las retracciones, el Dr. Desai ha rechazado hacer más comentarios.

La politización de la pandemia también puede haber jugado un papel en la publicación de The Lancet, según los críticos. Los presidentes de EEUU, Donald Trump, de Brasil, Jair Bolsonaro, y Venezuela, Nicolás Maduro, respaldaron enérgicamente la hidroxicloroquina como tratamiento preventivo y curativo para la covid-19 y eso también gatilló la toma de posición de detractores y admiradores de sus mandatos.

El Dr. Horton de The Lancet no es fanático de Trump y, por ejemplo, calificó su decisión de retener los fondos de la OMS en abril como "un crimen contra la humanidad".

"Cada científico, cada trabajador de la salud, cada ciudadano debe resistir y rebelarse contra esta terrible traición a la solidaridad global", escribió sobre la decisión del gobernante estadounidense contra el brazo sanitario de la ONU, como antes lo hizo contra la UNESCO y el acuerdo de protección climática de Kioto o ahora contra la Corte Penal Internacional, por ejemplo.

El pasado viernes, el Dr. Horton dijo que eligió publicar el estudio de hidroxicloroquina solo porque mostraba un peligro inmediato en el uso generalizado de la droga en infectados con problemas en el corazón, pero opinó que no por ello debieron detenerse los ensayos clínicos.

"Debido al contexto político y a las personas que usan este medicamento sobre la base de evidencia mínima a su favor, parecía muy importante publicar trabajos que al menos dieran una idea de si el medicamento era seguro o no", dijo y reiteró: "Esa fue la motivación detrás de la publicación".

Pero según Philippe Douste-Blazy, MD, cardiólogo y exministro francés de Salud, quien además se desempeñó como subsecretario general de las Naciones Unidas y fue candidato en 2017 a director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hay algo más detrás de esto : las farmacéuticas.

En Vaccine Impact se lee: “El Dr. Douste-Blazy proporcionó información sobre cómo se publicó una serie de estudios de hidroxicloroquina en prestigiosas revistas médicas.

En ese sentido, aseguró que hubo una reciente "reunión de alto secreto" del Chatham House a puerta cerrada a la que solo asistieron expertos y donde los editores de The Lancet y New England Journal of Medicine "expresaron su exasperación citando las presiones que las compañías farmacéuticas les imponen”.

Chatham House, fundado en 1920, también conocido como el Instituto Real de Asuntos Internacionales, es una organización no gubernamental, sin fines de lucro, con sede en Londres, cuya misión es analizar y promover la comprensión de los principales asuntos internacionales de actualidad.

En esa reunión secreta, según el Dr. Douste-Blazy, cada uno de los editores utilizó la palabra "criminal" para describir la intensidad de las presiones.

Además, el Dr. Douste-Blazy añadió que el Dr. Horton advirtió en esa reunión: “Si esto continúa, no podremos publicar más datos de investigación clínica porque las compañías farmacéuticas son tan poderosas financieramente que pueden presionarnos para que aceptemos documentos que aparentemente son metodológicamente perfectos, pero su conclusión es lo que quieren las compañías farmacéuticas".