Ashley Presinal/Especial para Acento.com.do

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Hace dos años Ámbar Núñez decidió hacer un cambio sustancial en su vida esperando impactar la de millones de personas y reducir su huella ecológica. A través del vegetarianismo la estudiante universitaria se alimenta de forma sostenible sin dañar a los animales ni al medioambiente. Para Ámbar, sacrificar al planeta para consumir carne no es una opción; no obstante, su opinión no es compartida por millones de personas alrededor del mundo que no están dispuestos a cambiar sus patrones de consumo para salvar al planeta de una posible catástrofe climática.

La industria cárnica y la ganadería intensiva, responsable de la emisión del 14% de los gases de efecto invernadero, son solo la punta del iceberg. La verdadera problemática nace de las tendencias consumistas de los seres humanos, quienes lejos de consumir lo necesario para satisfacer sus necesidades se convierten en marionetas de un sistema económico que les dicta qué, cómo y cuánto tienen que consumir.

“Para mí el consumismo es sinónimo de un monstruo de 7 cabezas porque si dejamos de consumir afectamos la economía de tal manera que dejamos de disfrutar de las cosas que antes disfrutábamos (…) es una lógica de consumo que no tiene salida. – Jerson del Rosario, sociólogo.

Mientras se incendia el Amazonas, hay una sequía persistente en Norteamérica, inundaciones sin precedentes en Europa y África y una ola de calor en los polos árticos que derrite cada vez más rápido el hielo marino. Según científicos del Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático en Alemania y algunas otras instituciones, los efectos del cambio climático han acercado peligrosamente al planeta a cambios abruptos e irreversibles, conocidos también como puntos de inflexión los cuales definen el estado de emergencia climática en el que la humanidad está sumergida.

“Buzo” en el Vertedero Duquesa, República Dominicana | Autor: Ashley A. Presinal

Pero ¿Por qué los seres humanos se ven obligados a consumir cada vez más allá de lo que necesitan? El sociólogo Zygmunt Bauman en su libro “Vida de consumo” expone que en la actualidad los seres humanos viven en una sociedad de consumo que promueve en todos sus integrantes la búsqueda constante de satisfacción de deseos y necesidades que ella misma crea y estimula para mantenerse en funcionamiento.

En las últimas décadas los seres humanos han utilizado los recursos naturales de forma ineficiente. Las sociedades de consumo poseen un enfoque desmesurado a no sólo producir bienes y servicios para satisfacer necesidades poblacionales o generar un beneficio social, sino producirlos para generar un beneficio económico que sólo el 1% de la población mundial realmente aprovecha.

Sin embargo, la riqueza y la pobreza no se excluyen del colapso climático que se aproxima, porque según el sociólogo Del Rosario “Mientras vivamos aquí siendo pobres o ricos estamos todos envueltos”.

“La falta de equidad en cuanto a la distribución del recurso monetario contribuye a ese consumismo desmesurado, ya que la gran parte de las personas no tienen acceso a productos de buena calidad y tienden a consumir más”.

— Leandro de la Cruz, científico medioambiental.

De una sociedad productiva a una industrializada

En las sociedades agrarias la producción de bienes era lenta ya que los artesanos producían una limitada cantidad de productos y tenían que emplear mucho tiempo para materializarlos. Desde esa época la meta final del ser humano era desarrollarse económicamente y facilitar sus tareas a través de la utilización de nuevas herramientas.

No es hasta inicios de la Revolución Industrial (1760–1840) cuando los efectos de la industrialización, la expansión del comercio mundial, la globalización, la transculturación y el desarrollo del capitalismo empiezan a hacerse notar en las sociedades. Se dinamizó la economía y con ella vino la necesidad de la gente por acomodarse. Había que mantener ese sistema económico para generar dinero y tener más compradores”, aseguró Del Rosario.

Gracias al aumento de los ingresos, la modernización, y el abaratamiento de los productos la demanda crece y las industrias se ven obligadas a satisfacer a una población cada vez más exigente. Según la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU) la población mundial supera los 7.700 millones de personas y en la actualidad se extraen y emplean alrededor de un 50% más de recursos naturales que hace 30 años.

El consumismo parece ser un laberinto sin salida en medio de un planeta con desigualdades muy pronunciadas en términos de desarrollo humano. En un extremo hay países como Suiza y Francia que cuidan encarecidamente de sus recursos naturales, mientras que en el otro hay países como China e Indonesia donde no existe la conciencia ambiental.

Según un estudio realizado por Ecogestos con solo introducir la cantidad de los materiales y el consumo de recursos naturales utilizados para producir un par de zapatos se pueden emitir hasta 23.3 kgs de CO2.

En Brasil las poblaciones sacrifican sus bosques, agua y todos sus servicios ecosistémicos para la fabricación del calzado. A fin de cuentas estos trabajadores no obtienen una remuneración que corresponda con el daño que le hacen a su entorno natural. Según Greenpeace más de 205 millones de cabezas de ganado vacuno se alimentan de los pastos de la Amazonia y contribuyen de manera decisiva a la destrucción del mayor pulmón del planeta, y por tanto, al cambio climático.

“Nadie se pone a pensar en los recursos que se utilizaron para producir unos tenis, solo hay que ver los lugares donde se producen esos bienes, los recursos y las fuentes acuíferas están sumamente contaminadas”.

— Leandro de la Cruz, científico medioambiental.

 Ignorantes de un problema que ya llegó”

Según la ecóloga Mary Galán, en estos últimos 20 años la humanidad ha consumido los recursos que en 100 años no había llegado a consumir. “El ser humano dependiendo de las herramientas que le den podemos ver como en un período muy corto de tiempo puede consumir todos los recursos que a la naturaleza le tomó cientos de años producir”, afirmó.

Un informe realizado por la organización británica Verisk Maplecroft alertó de una “creciente crisis” de la basura ya que a nivel mundial se producen más de 2.100 millones de toneladas de desechos cada año, lo que podría llenar más de 800.000 piscinas olímpicas. Lo más desconcertante es que tan sólo el 16% de esa basura es reciclada.

“Las consecuencias del consumismo en el medio ambiente son extremas, sólo hay que ir a un vertedero para verlas”, se quejó el experto medioambiental Leandro de la Cruz.

Según el científico las personas compran productos para utilizarlos una vez y luego desecharlos, ya que los adquieren por impulsos y luego los botan resultando en un gran cúmulo de basura en los vertederos y fuentes acuíferas.

Los efectos de consumir sin límites afectan a los ecosistemas de forma desmesurada y estos se agregan a otros elementos no biodegradables en forma de cadena con el paso del tiempo. El mayor reto de la humanidad es sostener un sistema económico insostenible mientras no contamina el medio ambiente.

Alimentando a millones al límite de la sostenibilidad

Según datos ofrecidos por Greenpeace en las próximas décadas el ser humano necesitará tres planetas para abastecer el ritmo actual de consumo, sobre todo porque se prevé un crecimiento demográfico de 9.600 millones de personas para el 2050. La industria alimentaria se ve en necesidad de suplir la gran demanda. Sin embargo, la cantidad no es sinónimo de calidad puesto que a pesar de la sobreproducción de alimentos a nivel mundial, la hambruna y la malnutrición persisten en las sociedades de consumo.

El hambre no es el resultado de la escasez de alimentos disponibles, sino de la existencia de desigualdades en el acceso a los alimentos. “Aunque hay muchísima gente muriéndose de hambre no se están muriendo de hambre porque no hay comida, sino porque no tienen acceso a la comida que se produce”, opinó el experto medioambiental de la Cruz.

Según datos ofrecidos en 2019 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la actualidad existen más de 840 millones de personas desnutridas y 820 millones continúan padeciendo hambre en el mundo. Estudios indican que el sistema agrícola actual solo puede cubrir las demandas de 3.400 millones de personas de manera sostenible.

Entonces, ¿Por qué si en los países industrializados hay una sobreproducción de alimentos existe un número tan alto de personas malnutridas? Un tercio del total de la comida producida a nivel mundial es desperdiciada, esto se traduce como más de 1,300 millones de toneladas de comida para consumo humano.

La industria cárnica es uno de los mayores propulsores del consumismo y el deterioro ambiental. Durante los últimos 50 años esta industria se ha enfrentado a un contexto cambiante marcado primordialmente por un aumento considerable del consumo. Según un informe publicado por la BBC News en el 2019, la producción de carne en la actualidad supera casi cinco veces a la de principios de la década de 1960. En el 2017 ya se producían más de 330 millones de toneladas en el mundo, siendo los países que presentan un consumo superior aquellos con un mayor número de ingresos. 

Según la FAO este sector emite más gases de efecto invernadero que todo el transporte mundial. 14,5% del total de emisiones de metano se deben al crecimiento exponencial de la ganadería industrial en las últimas décadas. Asimismo, la ganadería intensiva contribuye significativamente a la pérdida de la biodiversidad y a la contaminación de los recursos hídricos.

No obstante, esta práctica no solo incluye un elevado coste ambiental, sino que también significa la explotación y maltrato animal para satisfacer a una sociedad consumista. Son muchos los sectores económicos que someten a los animales para convertirlos en alimento, material de experimentación, textiles y otros productos comercializables.

Expertos aseguran que la industria cárnica es una de las más contaminantes alrededor del mundo y que el principal problema radica en la exportación de este producto desde países como Argentina y Brasil, donde se dedican grandes porciones de tierra para estos fines y el ganado es criado en cautiverio suministrándoles químicos para potenciar su rápido crecimiento.

“Para alimentar un ganado hay que darle comida, esa comida tiene fertilizantes y tú estás alimentando animales que serán consumidos por humanos con un producto químico”, aseguró la ecóloga Mary Galán.

La ganadería industrializada está provocando la destrucción de hábitats, contaminación de las fuentes acuíferas y sequías a nivel mundial. A esto hay que añadir las visibles consecuencias de la deforestación para el cultivo del alimento y las emisiones provocadas por el transporte del este.

Las nuevas generaciones actúan

Es innegable que en los últimos años existe una mayor conciencia social y política sobre el cambio climático. Este espíritu del cambio nace principalmente en las nuevas generaciones de jóvenes como Ámbar que están dispuestos a cambiar sus estilos de vida consumistas por aportar “su granito de arena” con el fin de mejorar el entorno en el que viven.

Movimientos alimenticios como el veganismo y el vegetarianismo se presentan como soluciones factibles para mitigar los efectos de la industria cárnica en el medio ambiente. Estos “estilos de vida saludables” basados en una ética animalista promueven una vida libre de explotación animal y aditamentos químicos, por lo que prometen una reducción significativa de la huella ecológica y mayor longevidad entre sus miembros.

Un vegetariano no ingiere proteína animal directa, dígase cárnicos, pero sí sus derivados como los lácteos y los huevos; mientras que un vegano no ingiere ningún producto de origen animal. Aunque la carne posee vitaminas y proteínas que son necesarias para una dieta balanceada, estos movimientos incluyen en sus dietas sustituyentes vegetales que proporcionan los mismos nutrientes que aporta la carne.

En pleno auge de la Era Digital la tecnología puede contribuir a diseminar conocimiento para convertir a los consumistas en consumidores educados que tomen decisiones racionales y no impulsivas. “Yo creo que la tecnología nos puede ayudar para informar y para construir maneras alternativas de consumir de una manera más consciente”, expresó el sociólogo Del Rosario.

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acabo de encontrar esta foto del año pasado, saliendo de un colmado… lista para preparar tremendo almuerzo, por que todo lo que iban a comer ese día era carne y bbq…. y yo resolví fácil, tuna con maíz + aguacate y galletica jajajaja #pescatarian Dejar de comer carne hace 5 años ya, no fue solo por que me caía mal y no estaba de acuerdo con el abuso animal dentro de la industria, sino también es mi huelga personal y una manera de aportar al medio ambiente, ya que si usted no lo sabía la sobre población de vacas ? que tenemos gracias a la ganadería es un problema y serio. les dejare estos datos aquí: Una vaca expulsa entre 100-500 litros de metano al día ?y eso equivale a 5 kilogramos en unidades de CO2. Esto supone que, según datos de la FAO, cada año todas las vacas del planeta liberan a la atmósfera 100 millones de toneladas de metano que tienen el mismo efecto que 2 500 millones de toneladas de CO2. No es el gas que más contamina, puesto que le gana el dióxido de carbono, pero el metano es el que tiene más potencial de calentamiento de los dos y, por tanto, es mucho más agresivo. Se estima que en el mundo entero hay más de mil millones y medio de vacas y éstas son las mayores productoras de metano del mundo. Sus flatulencias también contienen otros gases contaminantes que influyen en el crecimiento del efecto invernadero y ⅔ de todo el amoníaco también proviene de sus gases. Algunos expertos señalan que, el promedio diario de metano que emiten las vacas a través de los eructos y flatulencias es de entre 100 y 500 litros. En este caso, sería tanto metano que la cantidad equivaldría a la contaminación que produce un auto en un día. El metano contribuye al calentamiento global con un 15%. ——— Entonces… seamos más concientes de lo que consumimos y cuidemos nuestro planeta??❤️

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Al parecer cambiar el chip del consumismorequerirá de una mayor conciencia ambiental, compras inteligentes y un nuevo sistema económico que muestre una verdadera preocupación por el bienestar de la población y el planeta.

La Tierra no puede esperar más, el cambio debe ser inmediato. Sin embargo, hasta que no se supere la mentalidad consumista no hay cómo escapar de este círculo vicioso.

 

Ashley Presinal es estudiante de Comunicación Social y Medios Emergentes en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec). Este artículo forma parte de las prácticas realizadas en la clase de Periodismo Digital.