SANTO DOMINGO, República Dominicana.- En la investigación de septiembre destacó la afirmación clave de que es posible la prevención de enfermedades mentales y seniles con diez minutos diarios "de esfuerzo leve" para así “conducir a considerables beneficios cognitivos".

"El hipocampo es clave para la creación de nuevos recuerdos, y es una de las primeras regiones del cerebro que se deteriora cuando nos volvemos mayores y mucho más severamente en la enfermedad de Alzheimer", comenzó por señalar Michael Yassa, profesor de la UCI y uno de los líderes de la primera investigación.

"Mejorar la función del hipocampo es muy prometedor para mejorar la memoria en situaciones cotidianas", agregó.

Ejercicios, memoria, conocimiento e imágenes de resonancia magnética

Los analistas utilizaron imágenes de resonancia magnética de alta resolución para ir registrando los avances de la investigación, y con ello pudieron concluir que “pequeños intermedios para caminar durante el día pueden tener efectos considerables en mejorar la memoria y el conocimiento”.

Según Yassa, director del Centro de Neurobiología de Aprendizaje y Memoria y jefe de la recientemente lanzada unidad pedagógica y de investigación Iniciativa del Cerebro de la UCI, la investigación mostró que períodos cortos de ejercicio moderado aumentaban la conectividad "entre la circunvolución dentada del hipocampo y las áreas corticales vinculadas al procesamiento detallado de la memoria".

Los resultados deberían motivar a los adultos mayores a que realicen ejercicio periódico moderado, porque "claramente hay un tremendo valor para comprender la prescripción de ejercicios que funcionan en los ancianos, de modo que podamos hacer recomendaciones para prevenir el deterioro cognitivo", se lee en el estudio aparecido en la revista científica http://www.pnas.org/content/115/41/10487

“Estos hallazgos representan un mecanismo por el cual el ejercicio suave (diez minutos diarios de caminata), a la par del yoga y el tai chi, puede mejorar la memoria. Los estudios futuros deben probar los efectos a largo plazo del ejercicio regular suave sobre la pérdida de memoria relacionada con la edad”, detalla, aunque aclara que “el ejercicio más efectivo para mejorar la función del hipocampo sigue sin estar claro”.

"Nuestro principal objetivo es tratar de desarrollar una prescripción de ejercicio que puedan usar los adultos mayores que pueden tener discapacidades o discapacidades de movilidad, pero que aún así pueden adoptar un régimen de ejercicio muy simple y, quizás, evitar el deterioro cognitivo", dijo Yassa

Un mejor desempeño inmediato 

El estudio combinó el ejercicio físico con pruebas de memoria. Las imágenes cerebrales confirmaron “un mejor desempeño inmediato en una tarea de discriminación de memoria y una mayor conectividad funcional entre el hipocampo (una parte del cerebro que se sabe es importante para la memoria) y la corteza, en comparación con el descanso”.

Yassa y sus colegas japoneses están ampliando este trabajo a adultos mayores y personas con signos tempranos de demencia, y esperan que los estudios futuros puedan responder preguntas relacionadas con la duración de estos efectos y si este tipo de ejercicio es suficiente para revertir la pérdida de memoria en personas con Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos.

Los científicos pidieron a 36 voluntarios sanos en sus primeros 20 años que hicieran 10 minutos de ejercicio ligero (a un 30% de su consumo máximo de oxígeno) antes de evaluar su capacidad de memoria. La prueba de memoria se repitió en los mismos voluntarios sin hacer ejercicio.

El mismo experimento se repitió en 16 de los voluntarios que habían realizado el mismo tipo de ejercicio o descansado, con investigadores explorando su cerebro para monitorear la actividad.

Recuerdo vívido de los recuerdos

En los cerebros de quienes habían hecho ejercicio descubrieron una comunicación mejorada entre el hipocampo, una región importante en el almacenamiento de la memoria, y las regiones del cerebro cortical, que están involucradas en "el recuerdo vívido de los recuerdos".

A los participantes se les mostraron por primera vez imágenes de objetos de la vida cotidiana, desde brócoli hasta canastas de picnic, y luego se les evaluó qué tan bien recordaban las imágenes.  Las personas que habían hecho ejercicio fueron mejores para separar o distinguir entre los diferentes recuerdos.

"Un paseo nocturno es suficiente para obtener algún beneficio", dijo Yassa, y agregó que la frecuencia y la cantidad exacta de ejercicio dependerán de la edad de la persona, el nivel de movilidad, la discapacidad potencial y otros factores del estilo de vida. Los científicos también realizaron un seguimiento de los cambios de humor de los participantes.

Animados por los resultados, Yassa y su equipo han cambiado sus hábitos en el laboratorio: "Trato de hacer reuniones caminando de vez en cuando, y tratamos de levantarnos cada dos horas e ir a dar un agradable paseo de 10 minutos. Según mi experiencia, no solo el grupo es más productivo, sino que estamos más felices", dijo.

Cómo el cerebro calcula cuándo hacer un movimiento

Bajo el título “Doble disociación de la predicción temporal de intervalo único y rítmica en la degeneración cerebelosa y la enfermedad de Parkinson”, el estudio de este mes sobre cómo el cerebro calcula cuándo hacer un movimiento http://www.pnas.org/content/early/2018/11/12/1810596115 identificó que para ello se ponen en marcha “dos relojes internos”.

Uno está basado en recuerdos y el otro en el ritmo. Combinando ambos relojes (recuerdos con el sentido del ritmo), el ser humano es capaz de relacionarse con su entorno y anticipar situaciones, como frenar antes de que el semáforo pase a rojo.

Berkeley Noticias, un informativo de la Universidad de California en Berkeley, ejemplificó así: “Ese momento cuando pisas el pedal del acelerador una fracción de segundo antes de que cambie la luz, o cuando tocas los dedos de los pies incluso antes de que se toque la primera nota de piano de "La Habana" de Camila Cabello. Ese es el tiempo de anticipación”.

Entonces, un reloj “se basa en recuerdos de experiencias pasadas” y el otro “en el ritmo” y “ambos son críticos para nuestra capacidad de navegar y disfrutar del mundo”.

"Ya sea que se trate de deportes, música, habla o incluso que se preste atención, nuestro estudio sugiere que el tiempo no es un proceso unificado, sino que hay dos formas distintas en las que hacemos predicciones temporales y éstas dependen de diferentes partes del cerebro", explica en el estudio el autor principal, Assaf Breska.

Es decir, son dos «cronómetros» cerebrales, cuyas redes neuronales se ha observado que trabajan en dos partes diferenciadas del cerebro y no en un único sistema, como se creía hasta ahora.

«Juntos, estos sistemas cerebrales nos permiten no solo existir en el momento, sino también anticipar activamente el futuro», redunda Richard Ivry, neurocientífico de la Universidad de California en Berkeley y coautor de la investigación.

Los resultados contradicen la teoría de que solo hay un sistema cerebral que maneja la anticipación: «Existe un sistema basado en el ritmo, sensible a los eventos periódicos en el mundo, como lo es inherente al habla y la música; y otro sistema de intervalos proporciona que una capacidad de anticipación más general, sensible a las regularidades temporales incluso en ausencia de una señal rítmica», explica Breska.

Un reloj puede suplir al otro

En el estudio participaron dos grupos: uno formado por personas con Parkinson, relacionado con un mal funcionamiento de los ganglios basales; y un segundo con pacientes con degeneración cerebelosa; es decir, con afectaciones en la región del cerebelo vinculada a los recuerdos.

«Demostramos que los pacientes con degeneración del cerebelo tienen problemas para usar señales temporales no rítmicas, mientras que los pacientes con degeneración de los ganglios basales asociada con la enfermedad de Parkinson tienen problemas para usar las señales rítmicas», afirma Ivry.

Según los investigadores, los resultados sugieren que si uno de estos relojes falla, en teoría el otro podría intervenir para suplir su función, lo que abre un gran campo para nuevos tratamientos. Por ejemplo, proponen incluir juegos de ordenador, aplicaciones o estimulación cerebral profunda para ayudar a mejorar las predicciones sin necesidad de terapias farmacéuticas.