EL GRAMAZO, Azua.-La exigieron, la reclamaron, la rogaron, la mendigaron y oraron por ella durante 35 años, y al final de un largo, larguísimo camino dando lástima en busca de que las autoridades les hagan el favor de garantizar su derecho a la educación y de construirles una escuela decente, una que no se vuelva a caer con los niños adentro, en la que no se meta el agua y los alumnos no estén apretujados como animales en un corral, los moradores de la comunidad El Gramazo cerraron el centro y decidieron dejar a sus hijos sin estudios.
“Ya no nos vamos a seguir arriesgando a meter a nuestros hijos en una escuela que se puede caer en cualquier momento y donde nuestros muchachos tienen que estar apretujados como si fueran animales”, anunció Alcides de la Rosa, un hombre que ha malgastado una vida luchando contra la indiferencia de las autoridades, los malos caminos, los vientos terribles y las aguas caprichosas.
El primer día de clases, cuando los maestros asignados se presentaron a la escuela, la comunidad los recibió a la entrada del poblado y los devolvió, les dio las gracias por todo el esfuerzo que realizaron para educar a sus hijos en tan malas condiciones, y les expresaron que prefieren dejarlos sin estudios antes que volverlos a ver en esa escuela destruida.
Las puertas de la escuela, situada, como todo el poblado, en la cima de una alta montaña, fueron condenadas y la casucha cercada con una alambrada de púas.
La decisión deja fuera de las aulas a más de cien alumnos, que para seguir estudiando deben cruzar varios ríos, arroyos y malos caminos para ir a Constanza, situada a tres horas de camino, o al paraje Los Rodríguez, a una hora.
Gela Delgado Peña, una mujer de la montaña que colecciona esperas, también ha luchado por esta escuela y hoy se siente totalmente defraudada por las autoridades educativas. “Ya se me están acabando las fuerzas para seguir luchando por esta escuela sin que nadie nos haga caso; queda demostrado que nosotros no le importamos a nadie en el Gobierno”.
El último aguaje del ministro
La escuela de El Gramazo ha sido reclamada casi hasta la mendicidad durante 35 años a un gobierno detrás de otro. En 2013 las autoridades dispusieron su construcción, y fue asignada a la ingeniera Angela Caraballo, pero una sorpresiva decisión del ministerio de Educación dio marcha atrás, le quitó los 16 millones que le habían asignado, y con ellos construyó un centro en Guayacanal, Azua.
En 2014 volvieron a incluirla en la agenda de edificaciones escolares, y de nuevo trasladada a otra comunidad de la provincia. En esa ocasión el gobierno había dispuesto 24 millones de pesos para la construcción.
Manuel de la Cruz, el alcalde pedáneo, recordó que el último aguaje se los hizo el ministro de Educación Andrés Navarro, quien recorrió la zona montañosa de Padre Las Casas el 16 de enero de este año, sin pasar por esta comunidad.
“Ese día nos quedamos esperándolo pero el ministro pasó de largo por allá abajo y ni siquiera se molestó en mirar para acá, para El Gramazo”, dijo el alcalde, que también tiene hijos y nietos afectados con la situación de la escuela.
Y añadió: “Eso fue un desaire del ministro, y nos dolió mucho porque nos mandaron a decir del gobierno que él vendría, y ese día la comunidad le guardó comida y estaba contenta, pensando que por fin se iba a resolver lo de esta escuela”.
La escuela de El Gramazo depende del Distrito Educativo 03-02 de Padre Las Casas. Está situada entre ese municipio y Constanza, en un altiplano enclavado entre las montañas del Maco, La Socava, Sitio Grande y La Loma, esta última ubicada en el camino que conduce a la comunidad Los Rodríguez y al Parque Nacional José Armando Bermúdez.
Los maestros, que a veces no tenían ni tizas, lucharon durante años para que los incumbentes del Distrito Educativo presten atención a la situación del centro, sin obtener ningún resultado. La solución, según sus superiores, está en la capital, no en Padre Las Casas.
Ahora, con una comunidad que perdió la fe, la entrada principal a la escuela de El Gramazo está cerrada a cal y canto, con la puerta condenada y una alambrada con púas a su alrededor.
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