SANTO DOMINGO, República Dominicana.-La migración o, mejor dicho,  las migraciones internacionales son el resultado, entre otras causas, de desigualdades económicas. El papel de los estados nacionales resulta clave a la hora de regular los flujos humanos. Las medidas gubernamentales de los países de destino tienden a dificultar o facilitar la entrada en el país, a seleccionar el origen y características de los inmigrantes, así como, a condicionar sus posibilidades de inserción social.

Adicionalmente, al tratar a la población migrante como fuerza laboral, (otorgando permisos de corta duración, estableciendo dificultades para el asentamiento y la nacionalización) dificulta su inserción y crea ciertas expectativas (negativas) en la población (que espera que se marchen) y en los mismos migrantes (si se quedan tenderán a formar guetos o grupos, sin perspectivas de verse como miembros plenos de la sociedad).

Las políticas de inmigración son prerrogativa de cada estado-nación y están condicionadas por sus vínculos históricos, sus intereses económicos y su situación geoestratégica. La creciente tendencia a la globalización en el mundo, reduce constantemente la capacidad de los estados para regular los flujos económicos y financieros, pero no tanto la de condicionar los flujos humanos. De esta forma, a pesar de la constante confluencia económica, los países de capitalismo avanzado mantienen políticas diferenciadas.

Entre los países occidentales tradicionalmente receptores de inmigrantes, se distinguen tres grandes modelos de políticas migratorias. El más abierto es el de los que favorecen el asentamiento de los inmigrantes legales (Canadá, Estados Unidos y Australia, en cierta medida Suecia): el estatuto de residente está garantizado (no sujeto a la situación laboral), no se ponen trabas a la reunificación familiar y los inmigrados son vistos como futuros ciudadanos.

Esta política no es incompatible con la persecución y el recorte de derechos de la inmigración irregular. El modelo más cerrado es el que concibe a los inmigrantes como mano de obra temporalmente residente en el país (Alemania, Suiza, también Bélgica), a raíz de lo cual dificulta la reunificación familiar y el acceso a la nacionalidad de estos grupos. En posición intermedia entre estos casos extremos podemos situar la política de otros países europeos (Francia, Holanda y Reino Unido) que ofrecen un trato preferencial a los inmigrantes de sus excolonias, facilitándoles el acceso a la ciudadanía; los inmigrantes de otros países europeos tienen menos privilegios, pero se les permite el asentamiento permanente y la reunificación familiar; para los procedentes de otras zonas existe una política de rechazo.

Las distinciones entre los tres modelos no son absolutas. A lo largo del tiempo se ha ido produciendo una convergencia entre los dos últimos: los inmigrantes de las excolonias han perdido privilegios mientras la situación de los “trabajadores invitados” ha mejorado. Sin embargo, ha aparecido un nuevo eje de diferenciación, que distingue entre extranjeros e inmigrantes de excolonias.

Referencias
________________________________________________________________________________
Las estrategias de las actuales potencias dominantes son diversas: Estados Unidos prefiere el comercio internacional, la Unión Europea las ayudas de cooperación y Japón las inversiones directas. Hasta la fecha, en su configuración actual, estas políticas están lejos de conseguir una reducción de las desigualdades internacionales y de la llamada “presión migratoria”. Ver BÖHNING, W., y SCHOLTER-PAREDES, M. (ed.), AID in place of migration. OIT, Ginebra, 1994.