SANTO DOMINGO, República Dominicana.-Las estrategias migratorias (decisión de emigrar, inserción laboral, educación, salud, modelos de género). Generan una serie de consecuencias sociales estas consecuencias sociales se resuelven tocando cada uno de estos aspectos inserción, modelos de género, estos aspectos parciales unificados configuran la "forma global" en la cual cada grupo migrante afronta la inserción en la sociedad de destino. Algunos estudios de campo han detectado el predominio de cuatro estrategias:

1) Estrategia de ocultación, disimulo y/o borrado de las diferencias con la sociedad autóctona. Aunque se mantienen las referencias identitarias de origen, éstas son percibidas como un obstáculo a la inserción por lo que se trata de ocultarlas a los ojos de los autóctonos, con el fin de ganar su confianza o evitar el rechazo.

2) Estrategia de doble vínculo, cuando los inmigrantes consideran que las dos referencias (a la sociedad de origen y de residencia) son incompatibles, pero les resulta forzoso mantenerlas, de forma pragmática, en tanto no se resuelva una situación de relativa indefinición. Por ello preservan ciertas garantías de realización personal en el presente (adhiriéndose en parte al marco dominante en la sociedad autóctona) pero dejan abiertas las puertas para un futuro no emigrante (conservando las pautas de origen como garantía ante un eventual retorno).

3) Estrategia de cierre comunitario, mediante la que las relaciones y prácticas cotidianas se desarrollan fundamentalmente dentro de redes familiares y étnicas, reduciendo los contactos con el "exterior" a lo obligado (trámites, trabajo, escuela…). Si la comunidad se encuentra en situación de debilidad social probablemente se vea abocada a desempeñar el papel de minoría subordinada.

4) Estrategia de inserción en la pluralidad, cuando se reclaman el mismo trato e iguales derechos que los demás ciudadanos, bien desde una perspectiva de propuesta de yuxtaposición pacífica de las respectivas identidades sociales (multiculturalismo, desarrollo separado) o de convivencia mutuamente enriquecedora (intercultural ismo). En cualquiera de sus dos vertientes, este planteamiento implica un cuestionamiento de las pautas culturales de origen como matriz exclusiva de identidad ciudadana, pero también una forma de entender la ciudadanía de forma plural, basada en el respeto de la variedad de identidades que articulan a la población.

Las dos primeras estrategias, predominantes en las primeras etapas de la inmigración (que, a veces, se extienden durante largo tiempo pues dependen de las condiciones de vida conseguidas), tienen un carácter defensivo y parten de una falta de seguridad tanto en los propios recursos como en la capacidad de encaje o aceptación igualitaria por parte de la sociedad receptora. En cambio, las dos últimas se plantean como posiciones de fuerza, en un caso afirmándose como minoría étnica dentro de un contexto -cultural y político- que los inmigrantes consideran ajeno, pero donde pueden vivir y, en otro, reclamando una redefinición tanto de la propia posición como de la sociedad receptora para que respeten, entre otras diferencias, las de tipo étnico, cultural y religioso.

Las diferentes estrategias de inserción dependen de cómo se hayan resuelto otras situaciones clave del proceso migratorio (el trabajo, la familia, la relación con la cultura de origen…), a lo que podemos agregar algunas influencias más específicas.

En primer lugar, la inserción está condicionada por la fragilidad del estatuto legal: el irregular tiende a la ocultación y la simulación (primera estrategia) a fin de ganar posiciones con vistas a la posterior regularización; la estrategia de doble vínculo se refuerza ante la falta de seguridad jurídica.

A su vez, la fragilidad jurídica es un obstáculo para que se consoliden las dos últimas estrategias, pues tanto el ghetto como la convivencia en la pluralidad necesitan de un marco relativamente estable desde donde poder afirmarse. En segundo lugar, influye la mayor o menor consistencia de las redes migratorias. Las estrategias defensivas son eminentemente individuales, mientras las dos últimas requieren de una fuerza colectiva para poder ejercerse. En tercer lugar, en las estrategias de inserción están implicados diferentes planteamientos de orden ideológico, en especial la forma de entender la pertenencia a una sociedad y, en particular, la nacionalidad (por ejemplo, a quiénes y en qué medida se considera miembros de una sociedad).

Entre los contextos sociales del país de recepción que condicionan las estrategias apuntadas, dos son los más influyentes: la política oficial respecto a la inmigración y la opinión pública en torno a los extranjeros. En el primer aspecto resalta la discriminación institucional de que es objeto esa categoría de personas que llamamos "extranjeros", una marca de origen que pesa sobre ellos y sobre sus hijos en la mayoría de las prácticas administrativas (no sólo por disponer de un estatuto legal frágil, que tienen que negociar continuamente, sino por la "radicalización" o "entibación" de que son objeto en otros muchos aspectos de la vida social).

A su vez, la política de inmigración está ligada tanto a la política general de gestión de las desigualdades (no son los inmigrantes el único sector con problemas de exclusión o segregación social) como a la política internacional y de intercambio con otros países.

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Las estrategias de las actuales potencias dominantes son diversas: Estados Unidos prefiere el comercio internacional, la Unión Europea las ayudas de cooperación y Japón las inversiones directas. Hasta la fecha, en su configuración actual, estas políticas están lejos de conseguir una reducción de las desigualdades internacionales y de la llamada “presión migratoria”. Ver BÖHNING, W., y SCHOLTER-PAREDES, M. (ed.), AID in place of migration. OIT, Ginebra, 1994.