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El nombre de la protagonista de esta historia ha sido cambiado por el de Miriam.

Miriam ocultó a sus estrictos padres musulmanes su orientación sexual durante años.

Cuando finalmente decidió contárselo, le resultó imposible traducir "lesbiana" a los idiomas punjabi o urdu.

La conversación puso fin a una vida en la que "interpretaba el papel de ser una mujer heterosexual", le cuenta al periodista de la BBC Jonathan Holmes.

Pero compartir esto con su familia causó una ruptura tan profunda que su padre la rechazó.

"Siempre supe que me sentía atraída por el mismo sexo. Con tan solo cuatro o cinco años besé a mi mejor amiga en el guardarropa y lo supe".

Limitado internet

"Pero no fue hasta que estuve en la universidad que comencé a explorar. Teníamos internet en casa. Me conectaba a través de la computadora que había en la habitación de mi hermano, que tenía un candado en la puerta".

"Solía entrar en el chat de Yahoo. Recuerdo que a veces fingía que era un hombre para poder hablar con mujeres. A partir de los 18 o 19 años, pensé: 'Tal vez debería buscar mujeres lesbianas'".

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Le aterraba la idea de que alguien la reconociera en la estación.

Miriam* creció en una familia musulmana tradicional en Bristol, Reino Unido, donde su abuelo daba sermones y rezaba cinco veces al día.

A pesar de saber que era homosexual desde muy joven, sabía que decírselo a sus padres provocaría una ruptura que podría resultar insuperable.

Así que hizo todo lo posible para ocultarlo y la única forma que encontró para explorar su sexualidad fue hablar con mujeres en los chat de internet.

Solo cuando llegó su etapa universitaria, reunió el valor suficiente para conocer a otras mujeres en persona, a veces viajando cientos de kilómetros para que nadie la conociera.

Lejos de casa

"Iba hasta Manchester o Hartlepool. A ciudades en Reino Unido que estuvieran al menos a dos horas de mi casa".

"Estaba absolutamente [aterrorizada] ante la idea de tener una relación con alguien en la misma ciudad que yo. Pensaba todo el tiempo: ¿Qué pasa si alguien me ve en la estación?".

Temerosa de que alguien la sorprendiera, estas relaciones le dieron libertad.

"Me aseguré de que mis parejas no me hicieran marcas visibles. Nunca volví a casa con señales en el cuello. Pero mientras las visitaba, era emocionante, pensaba: 'Oh, dios mío, estoy haciendo esto. Estoy teniendo una experiencia sexual con otra mujer. Es increíble'".

"Al mismo tiempo, las chicas que conocí nunca cuestionaron el hecho de que era una relación a distancia. Una mujer que solo veían cada dos meses".

"Solía subir al tren, reunirme unas horas, ir a un pub, a comer algo. Éramos bastante abiertas y tenía una sensación extremadamente liberadora", recuerda.

Algunas relaciones duraron mucho más: durante un año viajó regularmente a Burnley, cerca de Manchester, a visitar a una mujer musulmana que estaba casada y tenía un hijo.

"Solía quedarme en el hostal situado al final de su misma calle. Su esposo trabajaba por las noches y a las 18:30 se iba a trabajar. Entonces entraba por la puerta de atrás. Ponía la alarma a las 5.30 y salía de la puerta trasera de nuevo".

"Era ridículo. Su familia me conocía, pero yo solo era un amiga que estaba de visita".

"Nunca pensaron lo que pasaba en realidad y su esposo nunca se enteró. Había una gran ingenuidad en todo. Pero pensar en eso ahora me ahoga. ¿Cómo pude hacer eso?".

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"Estábamos explorando este nuevo mundo, fue increíble y refrescante"

Bajo el pretexto de una amistad, en una ocasión, Miriam llevó a su amante a la casa de sus padres en Bristol.

"Era musulmana. Si no hubiera sido así, habría sido más difícil. Pero gracias a que parecía asiática fue más fácil [explicar su presencia]. Tenía el entendimiento cultural y religioso. Sabía cómo comportarse.

Mi habitación tenía dos camas, mis padres nunca entraron a mi habitación, así que dormimos en la misma".

"Estábamos explorando este nuevo mundo, fue increíble y refrescante. En cierto modo fue tan fácil, fue casi un alivio", cuenta.

"Pero fue tan breve. Ella tuvo que irse. Los planes preconcebidos para ella estaban listos y volvió a Arabia Saudita. Fue desgarrador. Sobre todo sabiendo que estábamos tan cerca de algo tan perfecto".

A los 21 años, Miriam y su pareja de entonces se comprometieron. Quería contarle a su madre, pero sabía que le causaría dolor.

"Sus palabras fueron que nunca pensó que un hijo suyo pudiera avergonzarla tanto como yo. Y desde entonces se ha vuelto mucho más religiosa. Me recordó que en el Corán el matrimonio nunca es entre dos hombres o entre dos mujeres".

"Me impactó porque me di cuenta de que estaba metida en su burbuja. Tanto que ni siquiera [sabía] nada sobre la homosexualidad. Pero había una lucha interna entre lo mucho que me quería y su cultura. Se preocupa por mí porque cree que vivo en pecado. Cuando la miro, sé que está sufriendo".

Relación nunca recuperada

La relación con su madre se deterioró muchísimo. Los seis meses después de contarle, cada vez que hablaban, "gritaban, gritaban y lloraban".

Dejó de ir a su casa y aún siente que su relación nunca se ha recuperado, aunque su madre aceptó mantenerlo en secreto.

Pasó más de una década antes de que Miriam se lo contara a su padre.

Cuando se comprometió con su actual pareja decidió que era el momento de decírselo.

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Su madre le dijo que nunca pensó que un hijo suyo pudiera avergonzarla tanto como ella.

"No existe una traducción directa para homosexuales, lesbianas o bisexuales en punjabi o en urdu que yo sepa, así que básicamente dije 'lo mismo que tienes tú con mamá' para compararlo con una relación".

"Dijo: 'Conoces el islam, has ido a la mezquita, has leído el corán, sabes que es un pecado, ¿no? En lo que a mí respecta, yo tengo razón y tú estás equivocada. Lo que estás haciendo va contra el islam".

Miriam dijo que su padre solo le ofreció una opción: renunciar a su pareja y regresar a la casa de la familia, o devolver sus llaves y no volver a aparecer nunca por allí.

"Básicamente dijo que no quería tener nada que ver conmigo y me repudió".

Al principio también impidió que su madre la viera, a pesar de que ella quería mantener el contacto.

Se las han arreglado para verse de vez en cuando en la casa de su hermana, pero Miriam admite que se ha dado por vencida en querer cambiar cómo se siente su madre.

"Cuando eliminas la religión, la cultura y los sentimientos, solo tienes que pensar 'ella es mi madre y yo soy su hija', y eso es todo lo que queda".

"Cuando era más joven, todo se reducía a 'tengo razón, ella está equivocada". Era blanco y negro, pero ahora es gris. Ella tiene razón en sentirse cómo se siente y yo en cómo me siento".

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Su padre la repudió, pero ella lo extraña muchísimo.

En cuanto a su padre, Miriam lo vio recientemente en una reunión familiar con otros parientes que no conocen su orientación sexual.

"Aproveché esa oportunidad para ser normal con él. Cuando estaba a punto de irse al trabajo, me acerqué a él y le di un fuerte abrazo. Estaba rígido, pero me quedé allí durante 10 segundos más porque yo lo extraño mucho".

En el islam, como en muchas religiones cristianas y en el judaísmo ortodoxo, la homosexualidad está considerada como un pecado.

Aunque ha habido movimientos hacia la aceptación de la homosexualidad en algunas religiones, el islam en Occidente ha tendido a permanecer con la visión ortodoxa.

Miriam y su pareja, que es británica, esperan casarse en 2020. Tiene planeado usar vestimenta tradicional y "puede haber algunas melodías asiáticas".

Pero el resto será "tan gay como puede ser", incluida la actuación de una drag-queen.

Mientras tanto, la joven de 35 años centra sus esfuerzos en el grupo que fundó, Bristol Queer Muslims (musulmanes LGBT de Bristol).

Espera que se convierta en "un espacio seguro" para que las personas LGBT+ musulmanas se reúnan sin temor a la discriminación.

"Creo que el islam en sí mismo es una religión muy cerrada. Si miras cómo se comportan algunos de los miembros mayores de la comunidad, verás que viven en el siglo VIII, no en el XXI. Sin embargo, es posible ser musulmán y gay".


*El nombre de la protagonista de esta historia ha sido cambiado por el de Miriam.

Ilustraciones de Katie Horwich


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