SANTO DOMINGO, República Dominicana.- La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) exigió al Estado dominicano cumplir con lo pedido por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos en la sentencia del 27 de febrero del 2012, y que continúe “las investigaciones y procesos necesarios, con el fin de establecer la verdad de los hechos, determinar y sancionar a los responsables de la desaparición forzada de Narciso González Medina”.
A veinte años de aquel 26 de mayo de 1994, requirió que se “realice un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional por los hechos” y que se devuelva la memoria y el espacio cultural propio de Narcisazo al pueblo dominicano, que es el lugar que le corresponde.
Dice que la desaparición a pesar de la negación, de las mentiras, del intento de hacerlo pasar como un suicidio, de la sustracción de actas y documentos y de la impunidad que reina soberana sobre el caso, ha sido declarada como una desaparición forzada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en la sentencia que condena internacionalmente y definitivamente el Estado dominicano por este hecho y que ha sido emitida el 27 de febrero de 2012.
“Han transcurrido 20 años desde la desaparición de Narciso Gonzales, Narcisazo, como era conocido por los amigos, por los compañeros, por los jóvenes y por todo el pueblo dominicano”, reclama el CNDH en una nota de prensa enviada a los medios.
Establece que la lucha contra la impunidad, pilar fundamental de un Estado de derecho, no puede más que ir a la par con la lucha contra las desapariciones forzadas, que es una de las violaciones de los derechos humanos más graves y aberrantes, ya que tiene efectos destructivos sobre la víctima, sobre sus familiares y en gran medida también sobre el cuerpo social al que pertenecen, disgregando como último pasaje también la cohesión del tejido social del país.
“Una sentencia dura que arde en la piel de todo un pueblo que ha perdido de forma tan cobarde uno de sus hijos más queridos y más valientes”.
Distingue la desaparición forzada como uno de los crímenes de Estado más cobarde y vulgar ya que asegura de por sí la impunidad: no hay un verdugo porque no hay un cuerpo y por lo tanto no hay una víctima.