En solo tres años de pontificado, Jorge Bergoglio logró convertirse en un líder internacional, interpelando al mundo político con sus gestos de misericordia, y al mismo tiempo avanzar en la reforma interna de la Iglesia, según postula el periodista argentino Marcelo Larraquy en su nuevo libro.
"Código Francisco", que acaba de salir a la venta en Argentina, transita por estos dos carriles: cómo el pontífice construye su liderazgo internacional y su búsqueda de una reforma pastoral, dos caras de una labor compleja y cuyas raíces el autor intenta escudriñar en el pasado de Bergoglio como superior de los jesuitas en Argentina y como arzobispo de Buenos Aires.
"Francisco le está dando a la Iglesia un lugar que había perdido dentro de la globalización, dentro del mundo actual, donde él le da un carácter político a la misericordia", dijo a Efe Larraquy, quien en 2013 ya había publicado un libro sobre Bergoglio titulado "Recen por él".
Larraquy, también historiador, destaca la fuerza del papa para denunciar a escala global flagelos como el tráfico de personas, el narcotráfico y las mafias y para "ponerle el cuerpo" a un asunto tan espinoso como la crisis migratoria en Europa, viajando a Lampedusa (Italia) a poco de iniciar su pontificado y recientemente con su visita a Lesbos (Grecia), de donde llevó a Roma a doce refugiados sirios.
"Es el único jefe de Estado del mundo que va allí y se enfrenta con la realidad", subraya el autor, que enfatiza que estos "gestos de misericordia", por contraste, constituyen un señalamiento para el resto de los líderes mundiales.
Para el periodista, "mientras Europa crea nuevas cortinas de hierro frente a los inmigrantes y pone bajo sospecha todo el mundo islámico, el papa está dando un ejemplo y lleva a musulmanes al Vaticano".
"Es muy pronunciada su influencia política porque se convirtió en un interlocutor válido para ciertos conflictos", afirma Larraquy, que destaca en su libro el rol del papa en el restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, su acercamiento a Vladimir Putin, sus esfuerzos para un proceso de paz en Oriente Medio y su "táctica" para avanzar hacia Asia.
Al periodista no le sorprende que Francisco esté poniendo el dedo en la llaga en temas urgentes para el mundo. Comenta que Bergoglio ya hablaba de asuntos como la trata de personas o el tráfico de drogas y denunciaba los males del neoliberalismo cuando era arzobispo de Buenos Aires, solo que lo hacía no por la prensa sino en sus homilías, en el contacto directo con la gente, y su voz era ignorada por los grandes medios.
Lo que sí le ha sorprendido es cómo Francisco ha logrado "sacar a la Iglesia de Roma", "sin quedar absorbido por la curia romana".
"Él tiene más obstáculos internos que externos. Las reformas pastorales que promueve son muchísimo más lentas, pese a que no deja de insistir en esto", sostiene el periodista, que dedica buena parte de su libro al proceso del Sínodo sobre la Familia que desembocó con la reciente publicación de la exhortación "Amoris Laetitia".
Según Larraquy, entre ciertos sectores de la Iglesia "hay muchas dificultades" para aceptar "la pastoral mucho más flexible" que promueve el papa, por ejemplo, para el caso de los divorciados, pues "algunos creen que puede chocar con la doctrina".
Con todo, considera que el sumo pontífice va a profundizar esta línea y recuerda que Bergoglio, lejos de espantarse por las oposiciones, "siempre ha sido un hombre de tensiones, que de alguna manera es la esencia de los jesuitas".
Según Larraquy, su experiencia como superior de los jesuitas en Argentina estuvo marcada por el conflicto frente a sectores de la Compañía de Jesús que habían optado por teologías más cercanas al tercermundismo.
"Era un superior conservador, que intentaba refugiar a los que estaban perseguidos por la (última) dictadura. Pero no creía ideológicamente en la Teología de la Liberación ni en el tercermundismo, que le parecían saberes ilustrados que no ponían en el centro a Dios", sostuvo.
Larraquy señala que Bergoglio "no era un cómplice de la dictadura, sino que simplemente no compartía la corriente teológica dominante entre los jesuitas latinoamericanos" y, en cambio, "estaba mucho más cerca de la Teología del Pueblo, la renovación del Evangelio desde la sabiduría popular".
"Él está atravesado por los años 70 de Argentina, que alguna manera lo ponen en un sector más reactivo, mientras que hoy está en una posición más de ofensiva política", aseguró Larraquy. EFE