A pesar de haber sido desvinculada del sistema de justicia de mala manera y en violación a las reglas establecidas, aun no me desprendo del amor que siento por la función judicial.
Y aunque se atribuya lo que digo a afectos y colindancias lo cierto es que me preocupa el bienestar del sistema.
Creo que un juez no puede tener frente a los procesados una mirada de adversario que exprese en su actitud y en su trato, un juez debe ponderar, escuchar pero no con la actitud de que más que lo que escuche esté pensando en la respuesta negativa que va a dar.
Debe el que juzga no dejar traslucir la ira, este sentimiento es impropio de un tercero imparcial, es necesario mantener el orden, pero no uno que refleje un irreflexivo autoritarismo.
Los prejuicios no son ajenos a la condición humana, todos en una u otra manera los tenemos, pero el que juzga debe incluso mantenerse en guardia frente a estos, porque no las conoce el justiciable, que se puede defender de lo que le expresen, pero no de los prejuicios porque no los conoce.
La vida, la reputación, el sentido del honor de un juez no termina en un proceso, lo sigue en toda su carrera, sea esta corta o dilatada, no puede una persona apostar estos valores en pos de una sentencia sobre todo si esta es producto de un proceso llevado con inadecuadas prisas.
Me asombró y me preocupo que cinco personas recusadas y por tanto inhabilitadas, mientras no se decidiera su recusación, participaran en decidir acerca de la de otro juez, cuando se tenía la posibilidad de recurrir a jueces de Corte y completar el quorum sin los recusados.
En un colegiado los miembros no tienen la obligación de coincidir con todas las pretensiones y criterios del presidente, creo que su obligación su deber de lealtad incluye, no el decir lo que el otro quiere oír, la lealtad pasa por si algo les parece inconveniente señalárselo con respeto, la incondicionalidad, no es amiga de nadie.
No es adecuado que los defensores pretendan conducir el proceso, no es ese su papel; pero tampoco es el del juez querer que tengan un limitadísimo espacio para ejercer su labor y que más o menos les arrincone o enjaule; un proceso no es una carrera contra el tiempo.
El juez no debe olvidar que tiene en sus manos libertades y honras y que por grave que sea la acusación se trata de presuntos inocentes.
El proceder de los jueces no debe dar lugar a que parezca que existe un designio predeterminado de condena tomado en instancias ajenas al proceso, no debe dar lugar a que se piense que ya la sentencia se escribió. Y que los defensores por bien que argumenten, por profundo que sea su conocimiento de las normas no son más que tristes ícaros en pos del sol que impaciente los espera.
Supongamos que la investigación en un proceso haya sido llevada de una forma selectiva y estigmatizante, eso está mal, pero que continúe en la etapa intermedia con interpretaciones sesgadas de normas claras, si a eso le añadimos retroactividades no procedentes también está mal, pero si a eso se le agrega la conducción del juicio de fondo de una manera que si no es atropellante se le parece mucho, es lo peor que puede suceder sobretodo en un proceso en instancia única, esta circunstancia hace más grave los errores que puedan cometerse especialmente todos aquellos que implican una lesión a las cuestiones del debido proceso. A veces siento que este proceso está siendo llevado de una forma que si llega el momento de acudir al Tribunal Constitucional los defensores no va a tener que hacer grandes esfuerzos para demostrar asuntos que implican violaciones al derecho de defensa y en general al debido proceso, así como también a la imparcialidad.
Me resulta un poco amargo decir esto, conozco en lo personal y desde hace mucho tiempo al Presidente de la Suprema Corte de Justicia, hubo un tiempo en el que trabajamos juntos, solo lo he visto una vez después que asumió su cargo y recibí de su parte el trato amable y considerado que dispensaba a todas las personas, sin un asomo de arrogancia. Me duele verlo en su función de Presidente de la Suprema Corte de Justicia, casi siento que desconozco a ese hombre de trato ríspido y talante autoritario, casi rebasando el limite necesario para mantener el orden.
La manera de producir una decisión que sea respetable y que deje en buen lugar el nombre de los jueces que la dictaron pasa por el respeto a las garantías.
No hay otro sendero que no sea este.