SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El que se dedica a escuchar teléfonos clandestinamente o al espionaje “carece de toda ética, es una persona desalmada, sin escrúpulos, sin los más mínimos valores para expresar amistad. Por lo que, si tiene que matar a su mejor amigo, a su mujer o a su propio hijo, lo hace sin el mayor reparo de conciencia”.
La expresión es del escritor, historiador, poeta, periodista y diplomático Cándido Gerón, quien escribió un libro en el que aborda este tema ampliamente y que pondrá a circular en los próximos días. El libro se titula “Las milicias en Santo Domingo (1779-2013). Espionaje e inteligencia militar a partir del 1822”.
La obra, que tiene 974 páginas, sigue diciendo que el espía telefónico “es un sujeto indigno que sólo procura inflar su ego mediante el poder de la información, la que le genera en la era postmoderna considerables beneficios económicos”.
Explica que “el sujeto que se dedica a esta profesión no interioriza sentimientos y valores, por lo tanto, violar la norma de la convivencia humana significa que el poder está por encima de cualquier principio moral en virtud de los intereses creados, los que, a su vez, convierten al sujeto en frío e insensible manipulador de los hechos que se generan a partir del interés que tengan los gobernantes, los funcionarios, los empresarios y los altos jefes militares en cuanto a lo que se dice de los gobiernos, de las riquezas, de las conexiones con sectores adversos al sistema político en el poder; de igual manera, la manera de contrabandear de los empresarios y si aportan dinero a los partidos contrarios al sistema, etc”.
Cándido Gerón dice que “los escuchas telefónicos, al igual que los espías que trabajan para organismos oficiales, constituyen una red corrupta y criminal"
El libro es profuso en informaciones sobre el espionaje, los organismos de inteligencia y los individuos que se dedican a las escuchas telefónicas.
“El espía o escucha surge porque siempre en los gobiernos y en la administración pública existen personas con vicios arraigados y mecanismos que los impulsan a ser corruptos…Es decir, una mente donde se anidan pensamientos de corrupción, ambición, codicia, rencor y deseo de venganza, necesariamente tiene que estar controlada por el espía o el escucha de teléfonos que da seguimiento a sus acciones para tenerlo bajo vigilancia. Para ello, el sujeto que se dedica a este oficio se vale de las mejores técnicas, instrumentos científicos, metodologías y personal calificado para hacer más operativa la misión”.
Sigue contando que la historia demuestra “que el espía o escucha telefónico llega a corromperse de manera tan amplia que llegar atraicionar los propios valores de su familia y a propiciar desgracias en parejas por sus asuntos de infidelidad o asuntos económicos. De manera que ser espía o escucha telefónico exige mucha experiencia, aquí incluso más experiencia, que la que puede acumular una persona en toda su vida por sagaz y observadora que sea”.
Sigue diciendo Cándido Gerón que el “espía o escucha telefónico no conoce de estadios públicos y privados. Una deliberación exhaustiva al respecto nos revela la tipología de este sujeto cuya perversidad no puede ser medida dada la iniquidad y su perturbada mente, al tiempo que con ello logra camuflar ingresos con tal de no revelar sus actividades. También están los delitos relacionados con campañas electorales logrando conocer las estrategias y propósitos de los candidatos”.
No escatima ningún calificativo duro contra los escuchas telefónicos. Cándido Gerón dice que “los escuchas telefónicos, al igual que los espías que trabajan para organismos oficiales, constituyen una red corrupta y criminal, se trata de una empresa que es pues, hoy por hoy, una de las más rentables, similar a la organización de los carteles de drogas de muchos países del mundo, puesto que tiene infiltrados en todos los estamentos de los gobiernos y pagan a sicarios para realizar crímenes a personas o grupos que se oponen a sistemas políticos e impiden el tráfico de drogas o la competencia de empresarios. Los más afectados en este tinglado son los comunicadores sociales que con sus denuncias ponen en juego sus intereses”.
Entiende que es necesario regular esta malsana práctica en la República Dominicana, que debe ser solo concebible a los organismos del Estado para salvaguardar los derechos privados de los individuos. “Aquí no se trataría de frenar la prolongada saga del espionaje telefónico sino de someter a los tribunales a los ya conocidos personajes por la sociedad dominicana. Pero sucede que no solo ellos se dedican a este oficio. Desde la era de Trujillo organismos de seguridad e inteligencia intervienen los teléfonos de las figuras más representativas del país”.