David M. Herszenhorn
EREVÁN, Armenia – Mientras el legado de los asesinatos en masa de armenios en la Turquía otomana en 1915 sigue siendo una fuente de enemistad y amargas disputas políticas en Asia Menor y más allá, Armenia reconoció el viernes pasado el aniversario 100 de lo que los historiadores y un número creciente de líderes mundiales han llamado el “primer genocidio del siglo XX”.
En un día gris y ceniciento en la capital, Ereván, marcada por la lluvia torrencial, funcionarios y dignatarios armenios se reunieron en el Complejo Tsitsernakaberd Memorial ‒el monumento principal del país dedicado a los aproximadamente 1,5 millones de personas que murieron‒ donde se les unieron delegaciones internacionales que incluían a los presidentes Vladimir V. Putin de Rusia y François Hollande de Francia.
El complejo incluye una llama eterna, que estaba rodeada de flores multicolores y una estela de granito de 144 metros de altura, divididos por una grieta como un símbolo de las pérdidas del pueblo armenio. Cuando el señor Hollande llegó y caminó hacia el pico de piedra que se alza, se detuvo para estrechar la mano solemnemente con el presidente Serzh Sargsyan de Armenia, y colocó una rosa amarilla en una corona conmemorativa. Putin siguió de manera similar, al darle la mano enérgicamente al señor Sargsyan.
Sargsyan, en sus palabras de apertura, describió la matanza de los armenios como algo “sin precedentes en términos de volumen y ramificaciones” en ese momento de la historia.
“Alrededor de 1,5 millones de seres humanos fueron asesinados simplemente por ser armenios”, dijo.
Turquía, un aliado de la OTAN, todavía niega furiosamente que los asesinatos y exilios forzosos que se iniciaron en 1915 y crearon lo que hoy es una de las diásporas más grandes del mundo, equivalen a un genocidio. Es una posición tan vital para Turquía, que es ampliamente entendido que los países que adoptan ese término corren el riesgo de poner en peligro sus relaciones con el país. Algunos líderes mundiales, entre ellos el presidente Obama, se negaron deliberadamente a usar la palabra genocidio para expresar sus condolencias.
Al designar al secretario del Tesoro, Jacob J. Lew, para que encabezara la delegación estadounidense en Ereván, la Casa Blanca se refirió a la ceremonia como la “Conmemoración del Centenario de los acontecimientos de 1915”, bastante eufemística quizás para satisfacer presidente Recep Tayyip Erdogan, de Turquía, pero una gran decepción para los armenios que esperaban que Obama haría valer su promesa como candidato presidencial al reconocer los asesinatos como un genocidio.
En un comunicado el viernes, Obama llamó a los asesinatos de armenios “la primera atrocidad en masa del siglo XX”, y añadió que “el pueblo armenio del Imperio Otomano fueron deportados, masacrados y marcharon a la muerte”.
También sugirió que la ausencia de la palabra “genocidio” en su declaración era una posición oficial, pero no un reflejo de sus propios criterios personales. “He venido señalando mi propia visión de lo que ocurrió en 1915, y mi punto de vista no ha cambiado”, dijo Obama.
Por ahora, con los hechos bien establecidos, se trata en gran medida un debate semántico que Turquía parece estar perdiendo. El papa Francisco, por ejemplo, este año llamó a la matanza de armenios el “primer genocidio del siglo XX”. Incluso algunas personas en Turquía han pedido el reconocimiento y la reconciliación ante la opinión mundial que cada vez es más firme.
Aún así, en un aparente intento por distraer la atención de los eventos del centenario en Ereván y en todo el mundo, Turquía adelantó un día la conmemoración anual de la Batalla de Gallipoli durante la Primera Guerra Mundial, que normalmente se celebra el 25 de abril. La batalla es de particular importancia para Australia y Nueva Zelanda naciones que perdieron a muchos soldados allí.
Las conmemoraciones de duelo constituyeron un reto para algunos países con estrechos vínculos con Turquía y Armenia, sobre todo Rusia, que decidió enviar a Putin a Yerevan y a Sergei Narishkin, el presidente de la cámara baja del Parlamento, a Turquía.
Rusia es el principal aliado de Armenia, al proporcionarle apoyo económico y militar fundamental, incluyendo la seguridad fronteriza. Al mismo tiempo, Rusia se basa en Turquía para la construcción de un gasoducto nuevo e importante que potencialmente permitirá a Gazprom, el gigante energético controlado por el Estado, eludir a Ucrania en el suministro de gas a clientes en Europa.
A pesar de la importancia estratégica de Turquía, la decisión de Putin de ir a Ereván fue una señal para muchos de que las lealtades de Rusia, en última instancia, están con Armenia, que, al igual que Rusia, es una nación predominantemente cristiana ortodoxa.
“Nos solidarizamos sinceramente con el pueblo armenio que sufrió una de las tragedias más terribles en la historia de la humanidad”, dijo Putin en su discurso.
Más allá de la lucha por el término genocidio, la enemistad entre Turquía y Armenia todavía pesa mucho en ambos países y es un factor importante en la política regional.
La frontera entre las dos naciones está sellada, y Armenia sigue estando oficialmente en guerra con su otro vecino musulmán turco, Azerbaiyán, sobre el territorio de Nagorno-Karabaj.
Fue una sorpresa que el primer líder que hablara después de Sargsyan en la conmemoración en Ereván fuera Nicos Anastasiades, de Chipre, quien también está en una disputa de décadas con Turquía sobre el norte de Chipre. Sólo Turquía reconoce el norte de Chipre como una nación independiente.
Anastasiades, en su intervención, pidió el reconocimiento universal del genocidio armenio. “Sin duda, es hora de reconocer los hechos históricos”, dijo, “ya que esto abriría el camino a la normalización de las relaciones entre los países vecinos y que, sin duda, contribuiría a la paz mundial”.
Anastasiades añadió: “Estamos aquí para honrar a la resistencia del pueblo armenio”.
En su discurso, Hollande denunció la represión de las minorías étnicas, y condenó los asesinatos por motivos religiosos en cualquier parte del mundo.
“El reconocimiento del genocidio armenio es un acto de paz”, dijo.
Thomas de Waal, asociado principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional en Washington, y autor de un nuevo libro, Gran Catástrofe: armenios y turcos en la sombra del genocidio, dijo que Armenia y Turquía sufrieron cada uno la lucha continua sobre los asesinatos de 1915.
“Si alguna vez hubo un problema histórico inconcluso, este es”, dijo de Waal de Washington. “A veces se siente como si los armenios y los turcos todavía estuvieran atrapados en la política de la Primera Guerra Mundial. El legado de 1915 y la falta de un cierre al problema significa que los armenios todavía tienen este gran trauma histórico en la base de su identidad nacional”.
“En cuanto a Turquía”, el señor de Waal continuó: “a aun con todos los avances que ha logrado en los últimos años, creo que la cuestión del genocidio armenio también muestra que todavía persiste cierta paranoia sobre las ‘grandes potencias’ cristianas, y se lo achacan a los armenios".
Dijo que la lucha continua con Armenia le había impedido a Turquía elevarse como un mayor poder regional, en particular en el Cáucaso, y había obstaculizado que Armenia llegara a alguna solución con Azerbaiyán en la lucha por Nagorno-Karabaj, que en los últimos meses ha amenazado con estallar una vez más en una guerra abierta.