SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El premio Nobel de Economía 2001, el estadounidense Joseph Stiglitz, evaluó que los gobiernos de la Unión Europea (UE) han reaccionado con tibieza el anuncio del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de gravar con fuerza a las multinacionales para obtener recursos que ayuden a pagar la factura de la pandemia del coronavirus que produce la covid-19.

La administración Biden, sostiene Stiglitz en un artículo publicado en Financial Times, tiene una idea que “es clara” sobre quienes tienen deben aportar más: “los ciudadanos más ricos y las grandes corporaciones deben pagar una parte mayor” y menos los ciudadanos comunes.

Por lo mismo, el nuevo presidente de EEUU “planea revertir muchos de los recortes de impuestos (a los grandes) de la era Trump, elevar la tasa impositiva corporativa en el país entre el 25 y el 28 por ciento y ha propuesto una tasa impositiva efectiva mínima global del 21 por ciento”; es decir, “lidera la lucha contra la carrera a la baja en los impuestos corporativos”, subraya el experto en su artículo en el Financial Times.

El Nobel de Economía, simpatizante de los demócratas de Biden, admitió que esperaba “una respuesta al menos igual de fuerte de Europa” sobre el recurso de gravar a las multinacionales, considerando que “durante años la UE ha estado a la vanguardia en la promoción de un sistema fiscal global más justo”.

La tibieza de Europa, contrasta, añade el texto de Stiglitz, con el liderazgo que construyó con el proyecto que frustra el traslado de beneficios a jurisdicciones de impuestos bajos y ha actuado como pionera en los registros de beneficiarios reales para revelar el beneficiario final de las empresas ficticias.

Aún hay tiempo para que los países europeos “se comprometan con un impuesto de sociedades efectivo mínimo global y ambicioso” y la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional, de la que Stiglitz es miembro, apoya una tasa del 25 por ciento.

La administración Biden propuso aplicar un gravamen a las ganancias extranjeras de las multinacionales estadounidenses de un 21 por ciento, lo que el economista, profesor de la Universidad de Columbia, evalúa que “sería un paso importante en la dirección correcta para hacer que las empresas paguen su parte justa”.

El cobro de ese porcentaje, añadió en su texto, “podría generar ingresos globales significativos, al menos iguales a los $ 240 mil millones mal pagados anualmente, pero incluso podría llegar a $ 640 mil millones, según una investigación reciente”.

Advierte que las multinacionales “ya están montando un contraataque” frente al deseo de Biden, el que están edificando sobre un argumento “engañoso” que alerta de que ello “desalentaría la inversión”, escondiendo el hecho de que lo propuesto es que el impuesto sobre la renta de las sociedades es un gravamen sobre los beneficios puros, después de las deducciones por trabajo y capital.

En ese sentido, recuerda el Nobel, “es un principio básico de la economía es que tales impuestos no desalientan la inversión”.

Pese a que habló de un 21 por ciento, “Estados Unidos pidió recientemente un mínimo global de al menos el 15 por ciento en un movimiento para convencer a las 139 naciones que negocian bajo el “marco inclusivo” en la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) de aceptar tal tasa. Estos incluyen países como Irlanda que hasta ahora se han mostrado reacios a enfrentar la realidad de que el mundo ya no puede tolerar los paraísos fiscales, dice.

Una traducción no oficial del artículo de Joseph Stiglitz apunta a que la comunidad internacional parece estar gravitando hacia este consenso, que es mejor, “pero no mucho”, que el 12,5 por ciento que las empresas impulsaban hace un año.

Aquí es donde se requiere liderazgo global. Los ministros de finanzas de los países más ricos, integrados en el Grupo de los Siete (G7), se reunirán en Londres el viernes y entonces ese día se registrará con la oportunidad para que las principales economías europeas “den un golpe histórico a la evasión fiscal por parte de las multinacionales”.

Los principales países europeos deben primero unirse a Estados Unidos para convencer a los demás estados que negocian en el marco de la OCDE de que adopten un piso de al menos el 15 por ciento. Esto debería ir acompañado de un compromiso para cerrar las lagunas y revisar la tasa al alza si el resultado no es un aumento significativo de los ingresos fiscales.

¿Cuál es el temor?

El temor es que el mínimo global se convierta en el estándar global, y una reforma que tenía como objetivo garantizar que las multinacionales paguen su parte justa terminará haciendo todo lo contrario. Los países en desarrollo, que dependen relativamente más de los ingresos por impuestos corporativos como fuente de ingresos del gobierno, estarían entre los grandes perdedores, al igual que las pequeñas y medianas empresas de los países desarrollados, que seguirán pagando la tasa local completa.

Sobre todo, es crucial que naciones como los principales países europeos se comprometan más ambiciosamente, como lo está haciendo Estados Unidos, para ir más allá de este mínimo global. Un impuesto mínimo del 21 por ciento adoptado por el G7 (y, mejor aún, por el G20 este verano), combinado con una adopción generalizada de un mínimo de al menos el 15 por ciento por parte de otros países, garantizaría recursos para la gran mayoría de la población mundial. Las ganancias corporativas ayudan a proporcionar los ingresos que se necesitan desesperadamente a medida que salimos de la pandemia.

Los líderes del G7 pueden ser una fuerza para el cambio o pueden reforzar el status quo. Estados Unidos ha tomado la decisión correcta. “Ahora es el turno de Europa de tomar en serio sus responsabilidades y garantizar que los ganadores de la globalización contribuyan al bienestar de las generaciones futuras”.