SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El embajador dominicano en Washington, Aníbal de Castro, está respondiendo oficialmente a los medios de comunicación de los Estados Unidos, cada vez que se publican notas periodísticas en que se cuestiona la sentencia del Tribunal Constitucional.

“Nuestro país no puede asumir la responsabilidad por las consecuencias debidas a la dificultad que Haití tiene para documentar a sus ciudadanos”, acaba de escribir el embajador al diario PRI’s The World, que publicó una historia cuestionando la sentencia del Tribunal Constitucional.

En una entrevista con Jorge Ramos, de Fusion.net, De Castro dijo que si EE.UU tomaba una decisión igual que la del TC, qaue afectara a los norteamericanos de ascendencia dominicana la respetaría.

“La pregunta es ¿cómo reaccionaría usted si hicieran exactamente lo mismo aquí; lo mismo aquí en los Estados Unidos, a los inmigrantes dominicanos? ¿Estaría bien eso?" preguntó Jorge Ramos, de Fusión, a De Castro. “Bueno, si esa es la decisión de un Tribunal Supremo estadounidense, yo tendría que respetar eso”, dijo de Castro.

Pero en 1999, cuando era director de la revista Rumbo, Aníbal de Castro pensaba diferente.

“No  nos sonrojamos, sin embargo, al pedir que se desconozca  la nacionalidad y se desprovea de documentación  a  los nacidos aquí  de padres haitianos.  Aunque, como está visto,  se trata de situaciones en que el apremio económico  y social  es más  calamitoso que el que encaran  los dominicanos que emigran  en precarias  embarcaciones  a territorio  norteamericano”, escribió el hoy embajador en su editorial de la revista Rumbo del 8 de noviembre de 1999, número 301.

Vea a continuación el escrito del embajador, y entonces periodista, Aníbal de Castro:

El atavismo haitiano

EL TEMA HAITIANO ES RECURRENTE. LLEVADO Y TRAIDO, ES EL INGREDIENTE  POLITICO POR EXCELENCIA  PARA QUIENES, PESE  A LA HISTORIA  Y LA CONDENA  MUNDIAL A TODO LO QUE HUELA A RACISMO Y DISCRIMINACION,  NO CESAN DE VER  EN EL VECINO  PAIS  UNA AMENAZA NUESTRA SEGURIDAD Y A VALORES  NUNCA BIEN DEFINIDOS.

En un país  en el cual inmigración es uno de los principales factores  de crecimiento  de la riqueza   nacional, resulta  paradójico   que querramos  aplicar  las mismas o peores   recetas  que a los dominicanos  en el exterior, sobre   todo en Estados Unidos.  Pero,  ya lo dijo un reconocido  dirigente  del Partido  de la Liberación  Dominicana, por lo visto en política, más en tiempo  de campaña electoral, todo  es permitido.

Partimos  de razones   equivocadas   para enfocar  el problema  haitiano. Interesadamente.  No hay   tal  amenaza  a la seguridad   ni constituye  el caso   nuestro  una excepción.  En países  fronterizos,  el de mayor  crecimiento y nivel   de  vida actúa  como un magneto para la población del otro.    Tiene que ser   así: la supervivencia  es el primer instinto  que desarrollamos y el último  que perdemos.

Ahora  se pretende   presentar  como una casu belli que los haitianos crucen  la frontera  en busca  de asistencia  médica.  Se ve como una  conspiración   de fines  ulteriores  perversos  que las haitianas  quieran  da a luz   en hospitales de este lado  de la frontera.   Se pasa por alto, a propósito, que la razón   no es conferir  la nacionalidad  dominicana  a los vástagos   nacidos  al amparo del espíritu  de  supervivencia.   Porque  la verdad es sencilla: de este  lado, no obstante la precariedad  de nuestros  hospitales,  las atenciones  médicas  aún  son mejores.

En ese afán anti-haitiano se obvian  también  otras  verdades.  La Constitución dominicana  es muy clara  en cuanto a los  requisitos  para obtener  la nacionalidad:  son  dominicanos ¨todas las personas  nacieren en territorio de la República,  con excepción  de los hijos  legítimos de los extranjeros  y residentes en el país en representación diplomática o los que están en tránsito en el ¨.

La manipulación  va tan lejos   como para pretender  retorcer  lo que significa  tránsito: ¨Paso, sitio por donde se pasa de un lugar a otro¨, según el diccionario  de la Real Academia de la Lengua.  En la terminología   de viaje,  el significado   es igualmente claro.  Se entiende  que un pasajero   está  en tránsito cuando no ingresa  formalmente   a un territorio  sino que pasa por  él   en dirección  a  otro.  Se  cae en la  categoría   de  ¨pasajero en tránsito¨ , por  ejemplo,   cuando se va a España  con escala de unas  pocas horas  en Miami.  Es más, algunos   limitan   el tiempo   de tránsito entre un vuelo y otro.

¿A  quién,  sin embargo,  se le ocurriría  decir está  en tránsito   una de las tantas  damas dominicanas  que, temerosas de que sus hijos tengan  exclusivamente  su nacionalidad, van a parir a hospitales   norteamericanos?.  Estados Unidos  no es el sitio  por donde pasan de un lugar a otro, sino,  sencillamente, el destino  final.

Lo mismo  ocurre  con las haitianas   que vienen   a los hospitales  dominicanos  o que se encuentran aquí  de manera ilegal.  La Constitución   no excluye  del privilegio  de la nacionalidad  a sus vástagos  nacidos  en territorio  dominicano.  La maternidad  no ocurre  aquí por  un accidente que las  imposibilita  continuar  el viaje  a otro punto, sino como parte de un propósito  deliberado de buscar  mejores   atenciones  médicas.

Tantas  voces  se levantan  para apostrofar  a los haitianos,  más,  muy pocas incriminan  a los malos dominicanos que descreen  de nuestro potencial  y buscan artificiosamente otras nacionalidades para sus hijos.  Criticamos  acerbamente  a Estados Unidos porque  devuelven   los dominicanos que intentan  ingresar  a ese territorio  de manera ilegal.   Y  tampoco  queremos  que nos  devuelvan a los delincuentes que han cumplido  condena en cárceles  norteamericanas.  No  nos sonrojamos, sin embargo, al pedir que se desconozca  la nacionalidad y se desprovea de documentación  a  los nacidos aquí  de padres haitianos.  Aunque, como está visto,  se trata de situaciones en que el apremio económico  y social  es más  calamitoso que el que encaran  los dominicanos que emigran  en precarias  embarcaciones  a territorio  norteamericano.

Vivimos una duplicidad  moral  que sólo  nos alcanza para ver  la paja en el ojo ajeno.  Tal turbidez nos  impide evaluar la desgracia de interpretar antojadizamente la Constitución, como si la misma pudiese ser aplicada según el deseo  personal de unos pocos.

Publicado en Revista Rumbo  del día  08 de noviembre del año 1999. Número 301.