SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Camina arrastrando el pie derecho, y las penas. Don Manuel Antonio Arias, de 76 años, trabajó por 37 en el Ejército Nacional. Es pensionado y cobra 10,000 pesos mensuales, de los que paga 4,500 de casa y 2000 de medicamentos.
Como Arias, muchos sufren dos males: el económico y el de salud. En este país tener una enfermedad crónica o una catastrófica e intentar sobrevivir con un salario mínimo resulta tan desgastador para la salud de miles de personas como el mal que buscan mantener controlado.
“Yo sufrí una trombosis, que no puedo casi caminar. El hijo mío tiene que andar conmigo de mano. Yo gasto como 2,000 en medicamento. Voy forzadísimo porque no puedo trabajar con estos quebrantos. Y me dan 10,000 y pago 4,500 de alquiler”, cuenta Arias, quien tiene cinco hijos que dependen de él.
Y agrega: “Yo sobrevivo. Para mí sería una felicidad que me aumentaran la pensión. Pero no todo el mundo tiene la dicha de encontrar quien lo ayude cuando lo necesita”.
Rafael Vélez es sobreviviente de un infarto al corazón. Tiende a la hipertensión y para mantenerla a raya debe llevar, de por vida, un tratamiento que en la actualidad es superior a sus ingresos. Sin empleo formal y con tres hijos menores de edad, Vélez gana cada mes 6,000 mil pesos por llevar niños al colegio.
Vélez vive con un marcapasos gracias a un tratamiento que supera en un 13 por ciento su ingreso. Entre sus gastos fijos tiene el alquiler, colegiatura, comida y energía eléctrica.
“Lo que gana un pensionado no da ni para azúcar. Yo gano seis mil pesos, tengo que pagar 4,000 pesos de casa, soy diabético y se me van 10 mil pesos en medicinas, no tengo nada, tengo que mantener dos muchachos y mi señora”, Erick Payano
Debe tomar Plavix de 75 miligramos, que cuesta 1,224 pesos; Codiovan 160 de 12.5 miligramos, que la caja de 28 cuesta 2,698 pesos; aspirina 81, la más barata a 287 pesos; Lipitor de 40 miligramos, de 20 unidades, con precio de 2,686 pesos.
El mayor de los salarios mínimos para el sector privado es de 9,905 pesos y el más bajo es de 6,035.
Con un ingreso menor a esas cifras, alrededor de cinco mil pesos como vendedora de ropa interior, Julia de la Cruz, destina el 25 por ciento de su dinero al tratamiento contra la diabetes y la hipertensión. Cada mes ella compra medicinas por un valor de 1,256 pesos.
Las catastróficas y la ayuda necesaria
“Yo no dormía, no comía y me atormentaba pensando que por no tener dinero me iba a matar la enfermedad”.
Así se expresa Felicia Concepción, que tiene tres años con cáncer y cuenta que en principio sufrió precariedades porque no tenía dinero para pagar el costo del tratamiento que precisaba y que conllevaba un gasto superior a los 28 mil pesos. Ella ganaba entonces 9,000 como doméstica.
Con su pañoleta en la cabeza, Mimina Rodríguez cuenta que tiene cáncer de mama y recibe tratamiento desde hace dos años. Su labor de planchar y lavar le genera un ingreso de dos mil pesos mensuales. Las sesiones de quimioterapia y radioterapia a la que debe someterse cuestan en total 40,000 pesos.
Por suerte, ella es afiliada al Seguro Nacional de Salud (SENASA), que está absorbiendo el costo total de su tratamiento.
“¡Ay, yo no iba a poder no! Si no fuera por este seguro, yo no podría recibir la terapia. A mi me pusieron 16 quimio y 25 radio”, dice Rodríguez a la salida del Instituto Oncológico Heriberto Pieter.
Josefina de la Rosa, paciente de cáncer, pagaría 12 mil pesos en medicamentos, de no ser por el seguro. Ahora se someterá a una operación que está cubierta.
Juana Decena también vive con cáncer y no tiene empleo. Cuenta que la pastilla Temara que debe comprar cada mes cuesta 6,400 pesos y que ella no podría comprarla si no estuviera afiliada a un seguro.
La mentira de los años dorados: los pensionados sufren
“Lo que gana un pensionado no da ni para azúcar. Yo gano seis mil pesos, tengo que pagar 4,000 pesos de casa, soy diabético y se me van 10 mil pesos en medicinas, no tengo nada, tengo que mantener dos muchachos y mi señora”, exclama Erick Payano.
Para subsistir, con unos gastos que superan el monto de su pensión, Payano tiene una fórmula que, según dice, lo mantiene vivo: “Agarrarme de Dios. No puedo vender drogas ni atracar; yo vengo de una familia muy seria”.
“Estamos todos en mala. Los pensionados vienen aquí a coger prestado. Algunos no lo dicen, no sé por qué, pero la verdad es que estamos muy mal”, dice en la Hermandad de Pensionados el primer teniente (retirado) Arturo Reyes Ramírez.
Por cuestiones de salud, Ramírez consume medicamentos cada mes. “Los medicamentos están caros. Yo sufro de la circulación y de la presión. Yo gasto como 5,000 pesos al mes. Mi pensión es de 10,800 pesos y tengo que pagar también el alquiler de la casa que son 5,000 pesos y el colegio y la universidad de los hijos.”
No recuerda la última vez que le aumentaron la pensión. Cuenta que se mantiene endeudado y que recibe, de vez en cuando, ayuda de una hermana para ayudar a sus dos hijos más pequeños. Considera que el presidente Leonel Fernández debería aumentarles la pensión, aunque sea en un 40 por ciento. “Pasando hambre no vamos a votar por él. Si nos aumenta, puede ser que lo hagamos”.
A la pregunta coloquial de ¿cómo usted se hace?, el anciano da una respuesta contundente:
“Sobreviviendo”.