SANTO DOMINGO, República Dominicana.- En una calle del Evaristo Morales, uno de los barrios de la ciudad capital, se ha iniciado el derrumbe de una construcción vieja y muy cerca de ahí comenzó ya una construcción nueva. En ambas los albañiles están “manos a la obra”. Los primeros con mandarrias y los segundos con la paleta para deslizar el cemento fresco entre los ladrillos.

Pauril Tibiri es obrero de la primera obra, en la que desde hace algunos días pone en práctica en cada golpe de mandarria cada uno de los 13 años que ya lleva a cuestas como experiencia en demolición de casas.
Trabaja de lunes a viernes, a veces también los fines de semana. Llega temprano y se va tarde, con $200 pesos en el bolsillo. Es la paga diaria que recibe del maestro constructor, quien también se encarga de su comida.
En sus largas horas de cada jornada de trabajo, con el sudor que se fuga por el esfuerzo y el sol ardiente, Tibiri desmantela a mandarriazo limpio la edificación que dará paso a la construcción de un nuevo inmueble. Usa de uniforme pantalón color caqui, de tela, camisa gris y gorra.
Cada vez que la mandarria rompe un poco más de pared, el polvo seco se levanta y Tibiri lo respira… ¡Pam, pam! suenan las mandarrias de los albañiles al desmantelar la construcción.
Este es uno de los trabajos que pasa de generación a generación. Normalmente los padres les enseñan las técnicas a sus hijos. Para que estos aprendan, los llevan a su lugar de trabajo. Primero observan y poco a poco, casi sin darse cuenta, estos ya están con las herramientas en las manos, siendo parte del mercado laboral, respirando el polvo.
A una cuadra, en la calle Luis F. Thomen, el panorama es algo diferente. Allí ya no se destruye, se construye. El agujero para verter la mezcla y construir la zapata está hecho y debidamente protegido por las hojas de zinc que lo rodean.
Los empleados de la construcción viven en un rincón del lugar y cuentan con un baño móvil para hacer sus necesidades. Los vendedores ambulantes se acercan, para ofrecer sus productos.
Estos son algunas de las horas con sus tareas del diario vivir de los albañiles. Los riesgos que enfrentan y los peligros que los acechan, otra historia para contar.