NEW YORK, Estados Unidos.- Lorgia García-Peña, una  profesora asistente de lenguas y literaturas románicas y de historia y literatura en la Universidad de Harvard, publicó esta semana un artículo en las páginas de opinión de The New York Times en el que cuestiona duramente la sentencia 168 del Tribunal Constitucional de la República Dominicana.

“El fallo del Tribunal Constitucional dominicano es una versión extrema de la respuesta estadounidense al “problema de la inmigración”, y una ventana siniestra abierta a un futuro posible”, dice la profesora García-Peña.

Explica que las ´leyes de inmigración recientes, como la “muéstrame tus papeles” de Arizona, y la prohibición de Georgia del acceso de los estudiantes indocumentados a universidades públicas, “cristalizan el sentimiento nacionalista y el resentimiento hacia los inmigrantes. Las acciones judiciales dominicanas, al igual que la ley de Arizona, envían el siguiente mensaje: “Queremos que nuestras casas estén limpias, la comida lista, y recogidas nuestras frutas, pero no los queremos aquí y no queremos que sean nuestros iguales”. Por ese camino andan Jim Crow y el apartheid.

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De repente, soy un ilegal en mi país

Por LORGIA GARCÍA-PEÑA*

Publicado el 12 de diciembre de, 2013

En la tarde del 4 de octubre, María Pierre se puso de pie delante frente a una gran multitud de manifestantes en el Tribunal Constitucional de República Dominicana en Santo Domingo y confesó que ella estaba en su tierra natal de forma ilegal. “Mi único delito es haber nacido aquí”, empezó a decir, y las lágrimas comenzaron a fluir. El público que la apoyaba la animó con un clamor: “¡Nosotros también somos dominicanos! ¡Nosotros somos de aquí! ¡No nos iremos a ninguna parte!”

Pierre, de 19 años, hija de padres haitianos que se encontraban en la República Dominicana de manera ilegal, es una de las más de 200,000 personas afectadas por un fallo histórico del Tribunal Constitucional dominicano que niega los derechos de ciudadanía a los hijos de personas indocumentadas.

El fallo está orientado presuntamente a controlar la inmigración de indocumentados haitianos, que ha aumentado en un 20% desde el terremoto de 2010. Pero debido a que es retroactiva hasta 1929, esta “reforma migratoria” significa que personas como la señorita Pierre, que no conocen ningún otro país que la República Dominicana, serán colocados en un limbo civil, porque no pueden asistir a la escuela, trabajar o incluso cobrar un cheque.

De hecho, esto también significa que tres generaciones de una misma familia pudieran ser deportadas. Desde la sentencia del 23 de septiembre empezaron las deportaciones: Prensa Asociada (AP) informó que más de 300 personas han sido deportadas hasta ahora, a pesar de las seguridades dadas por el gobierno dominicano de que no habría expulsiones a gran escala. Las deportaciones se intensificaron tras el asesinato de una pareja de ancianos dominicanos, supuestamente, a manos de un haitiano. A finales de noviembre, el gobierno dominicano anunció que establecería un “proceso de naturalización especial” para los hijos de los indocumentados, pero no dejó claras cuáles serían las condiciones de elegibilidad.

Hay algunos indicios de que el fallo podría haber sido en represalia por la decisión de Haití de favorecer las exportaciones comerciales de Brasil por encima de las de República Dominicana. Otros creen que es simplemente una manera del gobierno de distraer a la población de los acuciantes problemas nacionales, como los impuestos, el desempleo y las medidas de austeridad.

La sentencia está siendo rechazada por muchos en la República Dominicana, así como por numerosos domínico-estadounidenses en Estados Unidos, entre ellos, el escritor Junot Díaz, quien denunció el fallo como bárbaro y una forma de distraer a la gente de los problemas reales de tener “políticos corruptos” en la conducción del país. Muchos dominicanos de la diáspora están liderando los esfuerzos para combatir el fallo y ofrecer ayuda a los afectados. Sus acciones incluyen múltiples acciones para obtener visados humanitarios para jóvenes y estudiantes.

Aquellos en el país que han expresado su rechazo han sido calificados de traidores por funcionarios del Estado dominicano. A los intelectuales que simpatizan con ellos les han dicho que no son bienvenidos en la isla por sus sentimientos antipatrióticos.

Cuando se trata de la inmigración y de Haití, República Dominicana se inspira en los Estados Unidos. Estados Unidos siempre ha percibido a la República Dominicana como el “mejor” de los dos países que comparten la isla La Española. Ya en 1871, una comisión estadounidense dio luz verde a un autogobierno dominicano, mientras se negaba a conceder el mismo tratamiento a Haití, que ya se había convertido en país desde 1804.

Aunque Estados Unidos considera a ambos países como racialmente inferiores y necesitados de orientación del tipo "Gran Hermano”, República Dominicana ha sido percibido como menos amenazante y más progresista, en parte, porque se definió a sí misma política y culturalmente en contra de Haití. República Dominicana obtuvo su independencia de Haití en 1844, después de una unificación que duró 22 años. En consecuencia, su identidad nacional surgió en oposición a la de Haití.

Durante la primera ocupación militar de La Española por Estados Unidos en el siglo XX, esta retórica de “mejor-peor” dio lugar a la introducción de una legislación que promovió las jerarquías nacionales y las inequidades étnicas que han sido beneficiosas para las empresas. Al final de la intervención estadounidense en 1924, por ejemplo, se inició un programa para importar trabajadores temporales a la República Dominicana, con el fin de llevar mano de obra haitiana barata a cortar caña de azúcar en las grandes plantaciones propiedad de empresas estadounidenses. Al mismo tiempo, se creó la primera patrulla fronteriza dominicana, se estableció un protocolo de inmigración, y se instituyó la práctica del control de documentos en el lado dominicano de la frontera.

Líderes dominicanos siguen mirando hacia Estados Unidos para recibir orientación sobre cuestiones de inmigración y control de fronteras. En Estados Unidos, la decisión de ayudar a algunos de los “soñadores” y la promesa de una reforma migratoria integral alimentaron la esperanza de muchos durante las elecciones de 2012, pero este año, las deportaciones han continuado aumentando.

De acuerdo con la Sentencia dominicana 168/13, María Pierre nació delincuente. En los Estados Unidos, una persona con una historia similar lo sería a los 18 años, y los niños no son deportados sólo porque sus padres no sean inmigrantes legales.

Una mujer joven, cuyo nombre no puedo mencionar para proteger su identidad, cruzó la frontera desde México hacia los Estados Unidos en brazos de su madre a la edad de un año. Al igual que la señora Pierre, que no conoce otro país que no sea la República Dominicana, ella no tiene ningún otro país que no sea Estados Unidos. Al igual que Pierre, podría ser deportada a un país desconocido.

El fallo del Tribunal Constitucional dominicano es una versión extrema de la respuesta estadounidense al “problema de la inmigración”, y una ventana siniestra abierta a un futuro posible. Leyes de inmigración recientes, como la “muéstrame tus papeles” de Arizona, y la prohibición de Georgia del acceso de los estudiantes indocumentados a universidades públicas, cristalizan el sentimiento nacionalista y el resentimiento hacia los inmigrantes. Las acciones judiciales dominicanas, al igual que la ley de Arizona, envían el siguiente mensaje: “Queremos que nuestras casas estén limpias, la comida lista, y recogidas nuestras frutas, pero no los queremos aquí y no queremos que sean nuestros iguales”. Por ese camino andan Jim Crow y el apartheid.

¿Y hacia dónde vamos ahora? Un simple pensamiento me da esperanzas. Los que están en la República Dominicana que han sido privados de su nacionalidad también están tomando las señas de lo que pasa en Estados Unidos. Ellos están siguiendo las huellas de las personas indocumentadas valientes que en Estados Unidos, a pesar de todo, siguen saliendo de las sombras y nos recuerdan a todos que ellos todavía están aquí, y que no se van a ninguna otra parte, porque esta es su casa.

*Lorgia García-Peña es profesora asistente de lenguas y literaturas románicas y de historia y literatura en Harvard.