SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Durante la historia de la Humanidad, las mayores intervenciones urbanas se realizaron de manera decidida, contundente y sin contemplación.

Tal fue el caso de París y tuvieron su origen durante el último tercio del Siglo XIX, en la solución de un problema de salud pública y modernización general que, por encargo del entonces emperador Napoleón III al Barón George Eugene Haussmann, la transformaron de una manera substancial en lo que es hoy.

Esta bella ciudad posee grandes avenidas de manera estrellada, con una normativa rígida urbana relativa a la regulación de edificaciones, sus alturas y retiros a linderos, mobiliario urbano, arborización y un entramado de alcantarillado sanitario debidamente funcional.

De la misma forma, pero ya en la adecuación y modernización de otras capitales en el mundo, en el 1936, en Buenos Aires, Argentina, se compraron terrenos aledaños en el centro y se reabrieron avenidas como la 9 de Julio en el mismo corazón de la capital porteña del Mar de la Plata.

Con sus 140 ms. de ancho y más de tres kilómetros de largo, la 9 de Julio exhibe un obelisco que se alza en la Plaza de la República a manera de ícono citadino, con un desahogo tanto visual como de espacio dentro del tinglado urbano. La gran personalidad de esta capital descansa sobre esta enorme avenida y sus barrios famosos.

Hace tiempo, en nuestro país, se viene debatiendo el problema del transporte y movilidad urbana como uno de los grandes retos para el desarrollo sostenido que tiene la República Dominicana proyectado a los años venideros.

Se han aportado múltiples soluciones que van desde un sistema de metro, un teleférico, hasta temas pendientes de implementación tales como la conversión en pares viales de las avenidas norte-sur, automatización, monitoreo y sincronización de semáforos inteligentes en calles y avenidas troncales, rutas especializadas de autobuses y un sinnúmero de propuestas para el mejor desenvolvimiento del mismo.

Pero todas, absolutamente todas, han sido medidas aisladas y fracasadas, sin ningún criterio de conjunto integral ni coherencia y, sobretodo, sin tomar acciones heroicas que acaben de modernizar, dinamizar y convertir nuestros centros urbanos en espacios abiertos vivibles, humanos, en donde el individuo es el objetivo principal y no el automóvil, en donde la ciudad es la casa grande por donde hay que recorrer, vivir y realizar nuestras actividades cotidianas.

Se hace imprescindible consolidar la institucionalidad, la que, sin lugar a dudas, solucionaría un tema tan sensible y estratégico en el desarrollo como este. Se requiere, pues, la creación de un Ministerio de Transporte que absorba todas las instituciones duplicadas existentes en la actualidad, conformando un ente sólido que articule políticas de Estado tendentes a hacer cumplir la ley de tránsito vigente y evite el caos que de manera exponencial y demencial se han ido transformando las principales ciudades del país.

Las intervenciones más recientes realizadas a la ciudad de Santo Domingo durante el pasado siglo fueron llevadas a cabo durante los gobiernos de Balaguer, con la prolongación de la Av. 27 de Febrero y otras avenidas tales como la Bolívar, Independencia, Pedro Henríquez Ureña, México y muchas más.

Luego, durante el primer gobierno de Leonel Fernández, se intervino la Av. 27 de Febrero como parte del Circuito Duarte, conformado por un conjunto de túneles, elevados y pasos a desnivel a todo lo largo de la vía, así como la construcción de un sistema ferroviario soterrado limitado en el número de rutas, con dos líneas de metro erigidos en otras avenidas de la ciudad capital.

Podríamos estar o no de acuerdo con estas propuestas, pero lejos de arrojar soluciones han deshumanizado aún más el entramado urbano, dando como consecuencia unos ambientes difíciles, hoscos, estériles, desagradables, aceras estrechas o inexistentes, desforestación de una de las ciudades otrora más arborizadas de América como fue Santo Domingo, con menos proporción de área verde por kilómetro cuadrado de ciudad cada vez más y de manera reiterativa.

Estos elementos han agregado una calidad medioambiental con varios grados de temperatura hacia arriba, disminución de la calidad del aire, creando de manera inapropiada varios espacios fractales o segmentados, a través de la inserción desafortunada de las autopistas urbanas de alta velocidad.

Estas hieren transversalmente la ciudad, a nivel de tierra, y sacan de contexto al ser humano, conflictuándolo con el automóvil y dándole primacía al este último.

Durante varios años se han discutido varias soluciones para tratar de abordar el problema del tránsito de manera permanente, pero este esfuerzo ha sido infructuoso.

A nuestro juicio, la solución del metro debería ser el último eslabón de la cadena para la organización del transporte, habida cuenta de que su construcción es verdaderamente costosa, en un país con recursos muy limitados, así como su mantenimiento en el tiempo. Esto, dada la conocida complejidad en los aspectos de climatización artificial (por ser soterrado), seguridad, etc.

Sin embargo, somos de la opinión que las líneas existentes hay que preservarlas y, al igual que el Teleférico (de limitado alcance y eficiencia en el transporte masivo), lograr integrarlas al Sistema Interconectado de Transporte Masivo de Pasajeros (SITMAP).

Por otro lado, es imprescindible e impostergable en los actuales momentos iniciar por etapas una seria y poderosa intervención o cirugía urbana de grandes proporciones y alcances, que se implemente, dada su complejidad y financiamiento, en varias administraciones gubernamentales.

Tomando en cuenta, y tal como lo hemos expresado en otros artículos, la Av. 27 de Febrero es la columna vertebral que interconecta directamente con el Aeropuerto Internacional de Las Américas pasando por la Plaza Cívica de La Bandera (expresión auténtica de la postmodernidad), e inmediatamente con la Autopista 6 de Noviembre que enlaza el Sur Profundo.

De la misma manera conecta en una intersección ya existente en la Autopista Duarte. Esta última, atraviesa la zona más productiva del país de manera transversal que es El Cibao y el Valle de La Vega Real.

En estos artículos se maneja siempre la propuesta de que un monorriel atraviese dicha avenida completa, desde el Residencial Alameda hasta el Aeropuerto, con un sistema integral de autobuses articulados (que funcionen como un metro, con paradas prepagadas y andenes elevados a 0.60 ms del suelo) para manejar de manera eficiente los volúmenes de pasajeros de cada rincón de la ciudad, y aglutinarlos con este eje longitudinal interconectivo.

Dada que la calidad de las edificaciones existentes en la actualidad de esta avenida, aún luego de la construcción de túneles y elevados, salvo algunas excepciones salvables, no tienen importancia histórica ni importancia estética, se podrían declarar de utilidad pública para ser adquiridas por el Estado, demolidas en su totalidad, incluyendo los edificios-pantallas en la entrada oriental de la ciudad, para incorporar estos terrenos a un gran espacio central urbano.

En un ancho no menor de 250 ms. se debe orquestar un gran proyecto que atraviese la ciudad, con dos vías en ambas direcciones, con un mínimo de ocho carriles en cada sentido, semisoterrado, a túnel abierto, conectando con la infraestructura existente, con su correspondiente ampliación, y lograr disminuir el ruido de los carros, reducir el impacto visual de los mismos dentro del contexto urbano y satisfacer la demanda de movilidad dentro del DN.

De esta manera habrá zonas de este gran túnel abierto que estarán cubiertas con una gran losa de hormigón, con grama y árboles, produciendo a lo largo de este gran espacio un parque pulmón de área verde, arborizado de manera consistente, con mucha sombra, con mobiliario urbano muy moderno, facilidades para recreación y extendido en cada uno de las zonas de la vía. Esto traerá a la ciudad un gran respiro importante, haciéndola más humana y habitable.

En el medio de este Parque Central de Santo Domingo, y recorriendo la Av. 27 de Febrero, empalmando con el Puente Duarte y Juan Bosch, descansarán las pilastras que soportan el monorriel, de manera elegantes y esbeltas, conectando la Autopista Duarte/ Alameda / Autopista 6 de Noviembre/ Plaza o Centro Cívico de La Bandera (por supuesto remodelado, con estacionamientos subterráneos, diseño paisijístico moderno, con zonas de descanso para solaz y esparcimiento), y el Aeropuerto Internacional de Las Américas, puerta  principal de entrada al país.

La viabilidad de este proyecto se sustenta sobre varios ejes:

1.- Calidad medioambiental con disminución de temperatura y de CO2,

2.- Solución al transporte masivo de pasajeros con una propuesta mas ágil, abarcadora y con capital público-privado, mediante una alianza estratégica dentro del marco de un plan de desarrollo sostenible,

3.- Aporte substancial de espacios públicos abiertos para dotar a la ciudad de zonas de alta calidad, con características paisijísticas ultra modernas de última generación.

4.- Demolición de inmuebles que afectan estéticamente a la ciudad y el establecimiento de una normativa en términos de alturas y retiros permitidos, tipos de edificaciones que agreguen a la ciudad un perfil vanguardista de alto nivel. Estos nuevos solares estarán regulados, y/o vendidos o alquilados a través de una comisión de alto nivel, conformada por el Estado, un Patronato, y la Alcaldía del DN , de manera diáfana y transparente.

Santo Domingo, la Primada de América, precisa de una rápida y urgente reestructuración urbana que proyecte la modernidad, la agilidad, la humanización y el uso de los espacios públicos abiertos, desde una perspectiva más inclusiva y sostenible en el tiempo, garantizando un transporte masivo de pasajeros y que, sobretodo, relance nuestra amada y bella ciudad a la altura de las grandes capitales del mundo.

***El autor es Arquitecto, egresado de la Facultad de Arquitectura y Artes, Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional Pedro Henriquez Ureña, Santo Domingo, Rep. Dominicana. Miembro del CODIA y de la Sociedad de Arquitectos de la República Dominicana (SARD)