La suerte final del Coronel Caamaño tras el desembarco de Playa Caracoles el 3 de febrero de 1973 sorprendió a los dominicanos de entonces y aun mantiene perpleja y desconcertada a una parte no pequeña de la sociedad dominicana que no podía comprender ni aceptar que el líder que comandó miles de dominicanos en abril de 1965 se viera reducido a un grupo de 9 guerrilleros.
No era ni es posible explicar este final sin acudir a la lectura de la carta/documento escrita por Amaury Germán Aristy que la policía incautó tras su caída en combate el día 12 de enero de 1972 y en la cual Amaury hacía preguntas y formulaba planteamientos que todavía hoy no han sido debidamente respondidas y sobre los cuales las autoridades cubanas jamás se han pronunciado.
No era ni es posible entender el desenlace de Caracoles sin preguntarse qué había sucedido durante los años 1967-1972 tanto en términos de los hombres que nunca llegaron a unirse a Caamaño en Cuba como de aquellos que lo hicieron y posteriormente renunciaron.
No se podía ni se puede pensar que los cambios ocurridos en la política exterior cubana tras una serie numerosa de fracasos importantes en la implantación de guerrillas en varios países y, especialmente el asesinato del Ché después de haber sido capturado herido en Bolivia no iban a tener consecuencias prácticas importantes en la conducción cubana de su política de solidaridad internacionalista.
No era ni es posible ignorar los cambios profundos que a raíz de la guerra de abril de 1965 y el ascenso de Balaguer al poder habían tenido lugar en la sociedad dominicana transformándola, alejándola del laborantismo político y seduciéndola con el consumo de bienes y servicios así como despertando su apetito por el progreso y la prosperidad individual en sustitución de cualquier idea de proyecto de nación como había sido el caso en los años precedentes de inestabilidad política desatada tras la muerte de Trujillo en 1961.
No es razonable analizar los hechos de Caracoles sin valorar los cambios que se habían producido en la escena internacional en general y en el impacto de estos cambios en la República Dominicana donde se implantaba la más coherente y exitosa campaña de contrainsurgencia que jamás hubieran auspiciado los Estados Unidos.
Tampoco era ni es posible explicar el trágico desenlace de Caracoles sin abordar los errores –sobre todo los determinados por el temperamento- cometidos por el propio Coronel Caamaño tanto los de índole militar como aquellos de naturaleza política sin que el análisis resultante sugiriera ni siquiera indirectamente que se trataba de restarle méritos a un héroe nacional ni en modo alguno disminuir su estatura.
Todos estos factores enumerados eran necesarios, realmente imprescindibles para poder proponer y documentar una explicación de las condiciones, circunstancias y factores que condujeron a Caracoles. Ninguno explicación de estos aspectos podía ser abordado sin investigar y estudiar, sin asumir determinados niveles de riesgo político sin afectar sensibilidades, y sin al menos un cierto nivel de formación y entrenamiento político militar.
La primera y más duradera explicación la produjo el señor Hamlet Hermann, mientras estaba en cautiverio tras haberse entregado al enemigo y acusó a Juan Bosch de traición siguiendo el guión pautado por sus captores y así mismo delató el papel de otros participantes que como el suscrito operaban en la retaguardia. Quizás avergonzado de sus debilidades o acaso para mejor encubrirlas se propuso satisfacer la curiosidad general y el genuino interés nacional por conocer el destino del Coronel Caamaño tras Caracoles inventando nuevos traidores y traiciones entre los cuales incluyó a Manuel Ramón Montes Arache y a Hector Lachapelle Diaz, oficiales constitucionalistas de alta graduación y servicio distinguido y meritorio a la patria, proponiendo fábulas, fabricando mentiras y distorsionando los hechos para acomodarlos a una versión simplista de consumo masivo de la cual derivar un protagonismo que no le corresponde y una nombradía que tampoco se merece. Todas las versiones, tanto las que ha plagiado, como las que se contradicen entre sí, caminaron tranquilamente como moneda de buena ley hasta que en 1989 apareció la primera edición del libro OPERACIÓN ESTRELLA proponiendo una explicación que ha sobrevivido sin enmiendas hasta la fecha, a la cual se adhiere un número creciente de personas y la cual nadie, hasta el sol de hoy, ha podido rebatir, cuestionar ni corregir.
40 años después de aquellos hechos, reporteros, comentaristas y políticos de ocasión invitan a participantes, analistas y/o sobrevivientes a hablar de aquellos hechos, hacen preguntas en TV y con cierta frecuencia la pregunta misma no estaba correctamente formulada. La gente, la opinión pública del país, sigue en buena medida confundida y desinformada porque el debate se convirtió en chisme, maledicencia y rivalidades. Reporteros y productores de TV o redactores de periódicos hacen lo que pueden y acometen una tarea para la cual algunos no están profesionalmente equipados, no disponen del tiempo o no abrazan la metodología apropiada.
Para sacar en claro una explicación coherente, convincente, justa e históricamente válida hace falta la labor de historiadores, investigadores, técnicos forenses, periodistas de investigación y asesores con experiencia judicial para, sin prejuicios, sin la presión de los plazos de un periódico y con la conciencia de que se está escribiendo historia, se estudien los documentos, los testimonios, las evidencias, las pruebas. No basta con denunciar cosas, hay que probarlas, hay que responder por los cargos que se formulan y el testimonio verbal o escrito tiene que ser capaz de sobrevivir al escrutinio de los expertos y en última instancia del sentido común.
El manejo y difusión irresponsable, incompetente e intencionalmente distorsionado de los procesos, decisiones y situaciones que condujeron al trágico destino de Caracoles han impedido que los dominicanos pudieran entender estos hechos y aprender de ellos; en aras de mantener una falsa imagen del Coronel Caamaño se ha degradado y envilecido su legado despojándolo de las cualidades que eran indispensables para que pudiera ser admitido e incorporado a la conciencia popular y este penoso legado ha sido y es obra, principal, pero no exclusivamente, del Sr. Hamlet Hermann.
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