1.

Hay una circunstancia que debe atemperar la conducta o agresividad retórica de todo litigante ante la Suprema Corte de Justicia, si se es de buen juicio, claro: precisamente que se trata de la SCJ, última posibilidad judicial para todo, faro de la comunidad jurídica y de todo elsistema de justicia. De hecho, en algunos países del reconocido primer mundo, la posibilidad de postular ante suscortessupremas es restringida y condicionada a determinados méritos profesionales; un privilegio.Pero para ser más prácticos y locales, simplemente pensemos en el riesgo de una sanción disciplinaria ante ente ese foro, donde la probabilidad de revertirla es muy alta, por más que se grite y patalee.

Para los abogados que vivimos del Derecho, y más aún, para los que también vivimos en el Derecho, lo que puedan hacer y decir los jueces de la SCJ es siempre la fuente más importante de actualización del conocimiento y de orientación a nuestra práctica profesional.[Esta es una de las razones que explican el apelativo de “honorables”, pues desde un sitial de honor, de respeto.]

Sabiendo eso (aunque también por otras razones relacionadas), la deferencia de los abogados a los jueces en esa alta instancia se incrementa en automático. Y eso no nos debe resultar difícil, pues un deber que cumplimos en reciprocidad (obligación interdependiente diría un civilista), ya que sí existe un foro donde los abogados debemos (como regla) ser respetados es precisamente en la SCJ, donde el buen juicio, la templanza, la paciencia, la prudencia y la sabiduría, se consideran (o presuponen) características comunes en todos los jueces.

Lo que sería para un jugador de baseball ser admitido en el Cooperstown, luego de una última temporada con la triple corona y el campeonato mundial, debe representar -sin abusar de la analogía- para un juez de carrea y vocación (características que no siempre van de la mano) alcanzar un puesto en una Corte Suprema. Pero a diferencia del jugador, en el juez ahora supremo, la carrera, el compromiso y el sacrificio no terminan ni se consideran consumados, sino que reinician a un nuevo grado de intensidad.

Algo de lo anterior permite explicar y hacer nuestra para este caso una de las máximas del mundo artístico, relativa a que más importante que los episodios de éxito y la entrada en el estrellato, el verdadero logro es mantenerse en el tiempo, cosechando una trayectoria que luego de cierta estabilidad resulta auto-sostenible sin mayores esfuerzos.[De ahí que la sabiduría popular señale de algunos artistas que “ya ese todo lo que tira lo pega”, o que todo se le celebra.]

Pero en la magistratura, a diferencia de lo que sucede con los atletas y los artistas, que mientras más famosos son, más libres para hacer lo que les venga en gana con el aplauso de su público y regularmente sin mayores consecuencias negativas a su carrera, en la medida que un juez asciende en el tren judicial, las exigencias éticas aumentan (o deben aumentar) en número y calidad, pues el escrutinio es más estricto, los deberes y las expectativas mayores y también la competencia para mantenerse en el nuevo sitial o en ascenso.

Todo lo anterior para significar que, de hacer lo incorrecto, lo indebido (sea moral o legalmente), los jueces de la Suprema Corte de Justicia (y aquí debo precisar: si son Jueces de verdad, de vocación,de los que también viven en el Derecho) tienen mucho más que perder que cualquier otra persona en circunstancias similares. Un determinado error o falta a la ética e incluso al Derecho desde el punto de vista técnico, puede (y debe) hacer evaporar al segundo toda una carrera de honorabilidad; para que esta idea se entienda debe partirse de lo que significa ser un buen Juez de la SCJ,en un país que se dice Estado Social y Democrático de Derecho: un ciudadano superior, modelo, un prohombre con el aditivo del poder de juzgar, disponer con su voto la última posibilidad de los derechosde otros y hacer realizables los principios y valores constitucionales.

2.

Dicho eso, y poniéndolo en perspectiva con el caso concreto Odebrecht, si un juez que estuvo relacionado con este proceso en calidad de abogado de un antiguo imputado no decide inhibirse, debe ser porque está convencido de que su independencia e imparcialidad no son afectadas por esa circunstancia histórica. Por igual, si tres jueces en este mismo proceso ya se han pronunciado por escrito y en ejercicio de la función jurisdiccional sobre aspectos importantes de la causa, y llegado el caso nuevamente a sus manos no deciden apartarse -amén de que por sus antiguas participaciones ya no podrían al menos ser imparciales consigo mismos-, cabe también suponer que es porque entienden que ese pronunciamiento histórico no les afecta ni produce prejuicio respecto de lo que les espera trabajar y decidir en el juicio.[Son solo mis suposiciones lógicas de cara a la racionalidad de tales jueces y guiadas por mi presunción de buena fe, pero detrás éstaspuede también resguardarse otro mundo de posibilidades.]

Aunque me parecensituaciones discutibles frente a lo que debe entenderse por independencia e imparcialidad, no descarto que algún discurso racional pueda sostenerse en apoyo a la postura de esos honorables jueces, para pretender fundamentar surechazo alapartamiento voluntario (inhibición) o forzoso (recusación) que hubo de plantearse, aún cuando no estoy de acuerdo con las razones que han invocado para ello, ni con la decisión de sus pares en pleno(pues si se es parcial “para el caso”, decidir sobre la imparcialidad propia o ajena“en el caso”,no debería considerarse una decisión libre de parcialidad, entre otros argumentos que expresé en mi artículo anterior).Pero en fin, tampoco descarto-tratándose de jueces supremos- la posibilidad de que mi parecer pueda contrargumentarse(con lo que nadie ha osado), aunque no creo que para esto se disponga delas mejores razones.

Donde se agota mi creatividad para sostener semejante hipótesis dialéctica y optimismo para con el contradictor, es en relación al caso de un juez que ha desechado la oportunidad de inhibirse, no obstante haber sido en varias carteras funcionario del Gobierno, miembro del PLD y uno de sus más importantes activistas de última generación (con lo que significa este caso para el Gobierno y ese partido político), y mas que todo eso, dirigente y organizador de la campaña de uno de los acusados en juicio, precisamente por hechos vinculados a esa campaña, según los alegatos acusatorios del Ministerio Público. [¿Me pregunto cómo estarán la prensa y juristas extranjeros valorando esta situación?]

Lo anterior se pone más gris si se tiene presente que uno de los compromisos asumidos por ese magistrado -este mismo año- al ser evaluado para el cargo que ahora ostenta ante el Consejo Nacional de la Magistratura, fue inhibirse en caso de plantearse la situación ahora ocurrente en tiempo real, en vivo y directo. [Parece una historia de terror judicial, pero es otro capítulo de la justicia dominicanapuesta en perspectiva con el Caso Odebrecht.]

¡Ojo!,que nadie se llame a engaño; “es razonable esperar que el poder político -dejado a su aire- tienda a transformar a los jueces en simples ejecutores pasivos de la voluntad de quien detenta el poder” (Taruffo, 2009:61), pues sería ingenuo o irreal permitirse -dependiendo de sí- una judicatura no subordinada a sus intereses. Aquí el problema es otro, y refiere a sí existen o no límites a esa arbitrariedad, algún control de corrección jurídica efectivo, o si por el contrario, el Derecho, con sus tantos principios y valores -como la sociedad, la generación y la modernidad líquidas de Bauman- es solo una materia maleableque nada puede contra las injerencias y ataques de dicho poder.

Aunque con la incidencia que motivó la suspensión de la última audiencia (inasistencia de un acusado por incapacidad física según prescripción médica), el tema en cuestión pueda diluirse como trending topic de la atención públicaante la facilidad de olvido y de distracción con lo banal del pueblo dominicano,les advierto a los que apuestan a esa fatalidad que contra esa posibilidad cada decisión de este caso está recibiendo un particular registro como parte de la historiografía de la corrupción y de la jurisprudencia nacional [lo cual, al menos para quienes valoramos con vocación religiosa el estudio de la jurisprudencia,es garantía suficiente contra el olvido], y que al tiempo de que se juzgan las conductas históricas de seis ciudadanos, -conforme a lo que he explicado en la primera parte de este trabajo- también son objeto de juicio quince jueces de la SCJ, y con ellos sus trayectorias, logros y honorabilidad, de los cuales lamento atestiguar que ya hay algunos condenados, pero parece que no lo saben.