Recientes reportes de la recrudescencia estacional de muertes de niños por dengue en el país nos recuerdan que el mosquito es el animal más letal de nuestro planeta. Hace poco más de un siglo que sabemos a ciencia cierta el papel que juega la picada de mosquito en la transmisión de ciertos virus y parásitos, pues durante siglos la gente moría sin sospechar el origen de las fiebres y malestares que padecía, y esos insectos eran considerados molestosos, pero no altamente peligrosos.
Para ser más preciso, son peligrosas solo las hembras de unas pocas de las 3,500 especies de culícidos porque provocan anualmente con sus picadas la muerte a unas 725,000 de los cientos de millones de víctimas infectadas con diversos virus y parásitos; en comparación, se estima que Homo sapiens es responsable de la pérdida de unas 475,000 vidas humanas al año a nivel mundial.
En 2017, parásitos Plasmodium transmitidos por las hembras de mosquitos del género Anopheles provocaron con su picada fiebres palúdicas a unas 219 millones de víctimas, matando a unas 435,000 personas, sobre todo en el continente africano, según la OMS. A pesar de los sostenidos esfuerzos de la comunidad científica desde hace más de un siglo cuando primero se identificó el origen de esta enfermedad, aún no existe una vacuna efectiva contra la malaria y por tanto es hoy la más temible de las enfermedades transmitidas por los mosquitos. Aunque nuestro país se encuentra actualmente en fase de pre-eliminación del paludismo, todavía se reportan casos autóctonos esporádicamente, sobre todo en la zona fronteriza, pero incluso en barrios marginados de la capital. No podemos descansar hasta erradicar por completo este flagelo parasitario de la humanidad.
Por otro lado, la otrora catastrófica fiebre amarilla, enfermedad viral transmitida por el mosquito Aedes aegypti, puede prevenirse con vacunación de una sola dosis que inmuniza efectivamente para toda la vida, pero aun así es responsable de decenas de miles de muertes en el mundo. A pesar de la vacunación en masa durante unas ocho décadas, quedan 47 naciones de África (34) y América Central y Sudamérica (13) en las que la enfermedad es endémica en todo el país o en algunas regiones, según la OMS. En la actualidad la fiebre amarilla no está presente en nuestro país.
Al igual que la fiebre amarilla, el dengue es un virus transmitido por la hembra del mosquito Aedes aegypti, como se sabe desde principios del siglo XX. Sin embargo, contra el dengue no existe una vacuna efectiva y es una enfermedad endémica en más de 110 países tropicales y subtropicales, incluyendo nuestra isla. Es apodada “la fiebre rompehuesos” por el intenso malestar corporal que provoca, pero no es tan mortífera como el paludismo y la fiebre amarilla. Menos del 1% de los casos evoluciona en el “dengue hemorrágico”, provocando la hospitalización y cuidados intensivos sobre todo a niños y jóvenes. El dengue es cíclicamente epidémico, y actualmente la región padece un brote epidémico que incluye a República Dominicana, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
El zika, la chikunguña y la fiebre del Nilo occidental son otras de las enfermedades virales transmitidas por la hembra de Aedes aegypti que contribuyen a hacer del mosquito el animal más mortífero para los humanos, aunque en nuestro país esas fiebres virales son menos conocidas porque históricamente no han tenido el impacto del dengue y la fiebre amarilla.
En su reseña del recién publicado libro del historiador Timothy C. Winegard, The Mosquito: A Human History of Our Deadliest Predator (El mosquito: una historia humana de nuestro depredador más mortífero), Manuel Peinado Lorca comenta sobre el impacto de los mosquitos en la historia de la humanidad:
En el transcurso de la historia el daño provocado por estos minúsculos insectos ha determinado el destino de imperios y naciones, paralizado actividades económicas y decidido el resultado de guerras decisivas. Por el camino, han matado a casi la mitad de la humanidad.
El linaje exterminador de los mosquitos, compuesto por unas tres mil especies, ha desempeñado un papel más importante en la configuración de nuestra historia que cualquier otro organismo del planeta.
En retrospectiva, es cierto que, en la historia de la isla de Santo Domingo, las enfermedades transmitidas por los mosquitos hembra han sido de gran impacto en el devenir de nuestros pueblos. Después de inicialmente controlar el territorio militarmente en 1801, la invasión del ejército napoleónico fracasó en gran medida por las bajas mortales y el abatimiento anímico causado por la fiebre amarilla al arreciar el embate de los mosquitos en los meses lluviosos y calientes del verano. En 1802 la enfermedad incluso le costó la vida al comandante en jefe de las fuerzas militares francesas, General Leclerc, y algunos historiadores estiman en unos 50,000 los invasores que murieron por las picadas de mosquitos hembra. Los invasores franceses carecían de la inmunidad que tenían los nativos y padecían de virulentos ataques febriles sin tener medios para combatir la enfermedad, provocando la retirada de las diezmadas fuerzas militares en diciembre 1803. Hoy sabemos que el mosquito hembra fue la heroína anónima en la victoria haitiana contra las fuerzas invasoras napoleónicas.
Luego, durante la Anexión a España, las tropas peninsulares fueron diezmadas por los efectos de la fiebre amarilla y el paludismo, así como otras enfermedades tropicales que dificultaron la administración del gobierno a tal grado, que eventualmente la Corona optó por traer soldados de Cuba y México, por estar estos mejor aclimatados a las condiciones tropicales. Según se puede apreciar en el artículo del Dr. Herbert Stern, en algunos lugares los estragos fueron devastadores, incidiendo en el ánimo de las tropas y funcionarios peninsulares, por ejemplo: “En el campamento de Guanuma había 1,227 soldados, y al cabo de tres meses, esa cifra se había reducido a cerca de 300, de los cuales solo 100 estaban en condiciones de funcionar normalmente.” Los mosquitos hembra fueron verdaderas heroínas anónimas al infectar a los peninsulares con paludismo y fiebre amarilla, provocando muchas muertes y el desánimo generalizado en las tropas. Gracias a los mosquitos hembra, cuando en 1863 estalló la Guerra de la Restauración, las fuerzas ocupadoras ya sabían que no eran bienvenidas en esta tierra y que sus días estaban contados.
Gracias a los conocimientos científicos sobre la propagación de los virus y parásitos por los mosquitos transmisores, con agresivas políticas públicas para el control y eliminación de esas enfermedades, la humanidad podrá liberarse del terror al mosquito, pues la erradicación de la fiebre amarilla en nuestro país y en muchas otras regiones del mundo es prueba de que es factible eliminar esas enfermedades. Continuemos la guerra contra el paludismo y el dengue (no contra los mosquitos), pues ya no necesitamos esas armas para defendernos de ejércitos invasores.