No hay misterio en el asunto de ir al gimnasio tres veces por semana. En esos lugares, desarrollamos relaciones, tratamos de poner nuestra figura en la mejor forma, y desarrollamos nuevos ritmos de entender la capacidad de nuestra fortaleza física. Cuando he ido al gimnasio me he dado cuenta la cantidad de personas –que puede ser vista en gimnasios modernos de las zonas laterales de la ciudad–, que están dedicadas al ejercicio y a mejorar la cualidad de la vida en relación a un proceso calculado de entender lo mejor que puede ser adaptado para mejorar nuestra salud.

Cuando era un niño, tenía cierta curiosidad para entender los asuntos de los deportes. Un jugador de béisbol siempre será un jugador de béisbol –era right field–, pero en términos más generales, podemos decir que en el movimiento cíclico de la vida, todo el mundo ha aprendido a cómo administrar su cuerpo que, como han dicho algunos, es una máquina perfecta. Tendones, músculos, coyunturas, órganos, –no estoy hablando aquí de órganos musicales–-, brazos, extremidades, flujos sanguíneos, ameritan que les pongamos caso porque nuestra salud depende de una visión global de nuestro cuerpo sea hot o no.

Pero más que todo todos sabemos el proceso mediante el cual desarrollamos un nuevo cuerpo que en mi caso, aprendió en la infancia que era el modelo de cierto tipo de Charles Atlas, el aprendiz de todo, que nos dijo a algunos que el cuerpo podía ser entrenado para cumplir arduas misiones como sería escalar una montaña, dar una vuelta maroma, o lanzarse de repente por una cuesta, si acaso (tuvo el mejor cuerpo jamás). La condición física de un individuo, como han dicho algunos especialistas en salud, determina el bienestar y está lejos el hecho de una mejoría en el estilo de vida sin conocer que el cuerpo, templo del alma, no debe ser mal administrado por los seres humanos.

Por un lado, tenemos cuerpos y cuerpos. Hay cuerpos redondos, chonchos, refinados, estilizados, inermes, pronunciados, de largos brazos, de largas manos, de ojos grandes, de cejas pronunciadas, de pelo largo y lacio –como el de una ciguapa, quizás–, o también esta ese cuerpo que todos desean, el cuerpo hot, el cuerpo que hace delicias de los vendedores de brochures de los gimnasios que animan a los nuevos concurrentes a refugiarse en el spinning mas consuetudinario, o en el Pilates más veraniego. En todo caso, practicar un deporte, beber poco, ser decente, animar a otros a leer a Wittgenstein, ser bueno con la familia, charlatanear poco, no ofender a un político ni con el pétalo de una rosa, llegar temprano al trabajo, trabajar con el lomo a cuestas, correr cuando se arme el despelote y lo descubran todo, son de ese mundo en que queridos amanuenses del mundo fitness se refugian para hacernos las promesas de que nuestros cuerpos entraran en un proceso de perfeccionamiento. Nada que ver, argumentan algunos porque en ellos reside esos que vieron Atkins y Atgatson (The South Beach Diet), que decían que sin una alimentación adecuada tener un cuerpo fit era casi imposible obtener aun con grandes sesiones de ejercicio.

Se cuenta que el cuerpo de Sofía Loren era una magia, pero muchos dicen en el tiempo moderno que Sofía Vergara no tiene nada que envidiarle a la fitness por excelencia, la famosa argentina Catherine Fullop. Me acuerdo como hoy que en esa mañana de Buenos Aires, Catherine me dijo que ese movimiento de la sensualidad que ella desprende tenía que ser entendido de acuerdo a ese proceso donde todo estaba explicado en función de un bien y mejor diseñado ejercicio de fondo. Aeróbicos, movimientos continuos, calistenia –recomendada para ancianos que buscan mejoría física–, y la caminata en parques (el Botánico y el Mirador del Sur en dominicana son lugares de esto), son recurrentes para aumentar el ritmo del metabolismo que conduce a una mejoría en la quema de calorías, y en administración del peso corporal. Como en una máquina de pesas, creemos que el momento es propicio para decir algo de la caminata, que es cada vez más popular en el esquema de los maratones (como el Maratón Loewebrau que tenemos, o los de las telefónicas), que implican una resistencia en el esquema del dios griego Hermes que caminaba 42 kilómetros (tenemos 10K, y más).

Dicen que en el mundo del fitness podemos controlar la ingesta de calorías a través de la razón y la voluntad a través de un deseo controlado que implique el conocimiento de nuestras debilidades con ciertos productos de consumo con alta carga calórica. La distribución calórica de las energías sistémicas nos permiten comprender eso que nadie entendió mejor que Atkins cuando propuso que la lectura de los prospectos alimenticios ayudaban a comprender la cantidad necesaria de proteínas, carbohidratos y grasas. Aun cuando uno haga ejercicio todos los días, lo cierto es que lo mejor de todo es comprender que esos esfuerzos deben rendir beneficios en base a un enfoque integral del mundo fitness que implica muchos detalles. Es por esta razón, que en medio del tráfago contemporáneo, un maratonista medio tiene la displicencia de no asistir si no tiene voluntad, lo que es lo mismo cuando una persona se decide a hacer dieta y elimina alimentos superfluos del refrigerador. Como no se sabe a ciencia cierta cómo funciona el cuerpo humano sin calorías después de las agonías que produce la disminución total –es decir, el bajo a cero en estado de inanición–, lo más recomendable es no llevar el cuerpo al estado máximo de depauperación y concebir la idea de administrar el tiempo, la condición del esquema vital y la introducción de costumbres que acompañen el proceso para que a finalidad sea convertido en un exitoso modelo de estilo de vida.

En sentido general, un atleta de alto rendimiento tiene que entrenar continuamente para no perder su forma como pierde su forma un playboy cuando no toma sodas carbonatadas. Lo mismo sucede con el ser humano común, ese que se pierde en las ciudades y no se sabe qué otra cosa practica pero que puede muy bien entrenarse para condicionar su estado físico a un estado de completud donde el mejor de los amigos sea el entusiasmo para afrontar la vida cotidiana. Muchos estados físicos en depauperación condicionan el esquema total del individuo y abisman al ser en el diseño de antireumatismos, por ejemplo para no hablar del surgimiento de debilidades orgánicas y celulares que terminan a su vez en deficiencias hormonales, alimenticias y vitaminoides, que conducen a enfermedades variadas como cáncer, y otras.

En un gimnasio de la ciudad capital en Santo Domingo, me encontré con un espectáculo digno de notar en esta nota que escribo ahora con la idea de alguna moraleja. Un hombre decidió adaptar su cuerpo a un régimen de ejercicios que conducían a un extremismo en el consumo de esteroides, anabólicos y sustancias para el mejoramiento en el rendimiento de sus actividades sexuales, lo que condujo a ese individuo a un desajuste total de su enfoque convirtiéndose en poco menos que un individuo hiperdependiente de sustancias. Lo animamos a que no siguiera por ese derrotero, y nos dijo muy campante como Johnny Walker que el necesitaba esas sustancias como una expresión de lo que ya Silvester Stallone nos dijo en una entrevista hace tiempo cuando se le pregunto para la película Rocky que como se hallaba en condición física, y el contesto que de manera óptima.

Boxeadores de la talla de Mohammed Ali siempre se dieron cuenta que el cuerpo había que animarlo con altas capacidades de oratoria, optimismo y razón vital (volvemos a Ortega, el filósofo español), lo mismo que ocurre con algunos actores de cine cuando deciden estar en shape para luego salir a escena en el marco de un papel que no debe enfocarse en la poca capacidad para maquinar movimientos, alcances y dominios en el escenario, tal y como hace Lady Gaga en su bien y bien diseñado cuerpo de estrella. Bailarines, bailarinas, cantantes, acróbatas, músicos de instrumentos diversos, corresponden a un estado de salud que no escatima una dieta muy variada y un estilo de vida que no debe caer en los derroches que conducen al estado fuera de forma. Cantar en sí mismo es una inversión de adrenalina, una sustancia que segrega el cerebro –en casos, serotonina–, donde la fuente de placer del ciudadano está en función de la gran capacidad de mantener la lucidez y la correcta percepción de su realidad. Cuando un hombre está mal alimentado, –sin las dosis correctas de carbohidratos, macronutrientes, y micronutrientes–, pierde el buen humor de enfrentar la vida laboral con el mismo sabor con que se bebe uno un Cuba Libre, la mejor bebida que hay en algunos hoteles.  Solo por unas semanas, un hombre puede perderse en el momento de grandes farras, pero, a fin de cuentas, si los excesos son muchos, terminará el cuerpo por pedir cuentas, por lo que el alcoholismo, el abuso de sustancias, y otros vicios menores y mayores, no son recomendables para nadie.

Como dijo la gran Nadia Comaneshy, la vida se nutre de muchas experiencias, y trasoñar que somos simplemente maquinas inagotables e invencibles, es una aparatosa manera de enfocar nuestra fragilidad, siempre a la mano de quien pueda mirarse en un espejo y comprobar que somos carne, hueso y linfa. Por esta razón, el cuerpo y las actividades fitness, tan en boga en la sociedad contemporánea demuestran el viejo ansiado mundo del ser humano para detener la muerte, el envejecimiento e incluso, la anemia. Hay gimnasios que no son tan caros. Entonces, haga su cita y comience a mover el esqueleto. Me lo agradecerá.