Los datos de la economía de un país sirven para tener la idea general que nos servirá para comprender el devenir de la historia de un pueblo. Como podemos entender desde los vademécums esenciales de la historia –no hablare de Alvin Tofler ni de Arnold Tonybee aquí en este momento, aunque debiera hablar de George Gilder en Forbes ASAP–, si es necesario indicar que nuestro mundo ha tenido que comprenderse en función de la economía en todas sus variantes. Por un lado, la economía es la administración de los bienes escasos que nos sirven a los ciudadanos para alimentarnos, vestirnos y transportarnos. Esto quiere decir que una mina de Marraquesh puede servir para materia prima de semiconductores que serán terminados en Sillicon Valley.

Otro determinismo ancestral nos habla de esa vieja pulsión de los economicistas más puntuales. No podemos negar que Hazzlit podía haber diseñado gran parte de la economía norteamericana pero lo cierto es que la economía estadounidense no tiene que ser comparada ahora con la economía china, basada en otros recursos. La administración de este modo de la economía, ya sea desde el monetarismo o del fiscalismo más acendrado tiene que ver con esa noción que nos parece única y que nos permite comprender como se organiza el mundo, cuáles son sus pulsiones e incluso cuáles son sus miedos. Porque la humanidad, como intuyera Karl Popper en algún momento, se hallaba hacia inicios de siglo XX en un momento prístino de evolución que tenía que ver poco con un Ziffandel, pero que nos permite comprender ahora no en la deshora cuales son los sometimientos ancestrales a otro tipo de música. Economistas hay que entendieron que los países tercermundistas tenían la facultad de digerirse todas sus facultades, y comprendieron que el PIB, era el indicador que tendría que terminar por normar todas las políticas del Estado. En Bután, como ya había visto alguien anteriormente, los economistas han terminado por considerar que la FIB (Felicidad Interior Bruta), es un indicador que nos permite comprender mejor ciertas nociones del bienestar. Pocos carros de lujo, uniformidad en la calidad de vida, son dos de los indicadores principales que nos permiten comprender como viven los butaneses.

Otras economías –como la de Singapur, o la de Holanda–, han incorporado diseños de expiación que no tienen que ver con un estado de sitio de las propuestas públicas. Al cabo de unos años, se dirá que la economía de Portugal, por ejemplo, no tenía que responder a esas infidencias españolas que tanto preocupan a los economistas europeístas. Lo mismo puede decirse el Brexit porque siempre se pensó que el modelo europeo tendría que terminar en una expresión de ese determinismo que demostraría la conveniencia de concitar toda la ayuda de la Unión como una manifestación del conglomerado de naciones. Sin embargo, como queda demostrado en las recientes discusiones no podemos negar que el Brexit será el tema de la política londinense en los próximos meses, algo que no implica ningún cambio porque la discusión se ha extendido aun con la inmiscusion de tomadura de pelo radicales, o con la llegada de nuevas ideas políticas a Downing Street. La cuestión es que los esquemas económicos, tales como los BRICS, no tienen sino una expresión de alcance global que nos permite comprender como se estructura la realidad de las economías en bloque, pero ojo porque en sistemas como los del Brics, podemos hallar procesos anquilosados debido a acuerdos políticos entumecidos. Por lo tanto, lo bloques como Mercosur que se dilatan en iniciativas modernas pero que responden en cierta medida a cierto laizzes faire no concitan la ayuda de sectores fácticos de algunos países del moderno mundo occidental. Al cabo de una expresión como esta podemos entender entonces que el mundo como lo conocíamos a principios de siglo XXI, no ha sido sino cambiante, como lo demuestran los abismos que pronombra Thomas Friedman, para no entrar en esa escatología sistémica que intenta demostrar, con argumentos sacados de las telenovelas de Brodway, que no es sino menester concebir la vida política de los caudillos epocales como si se tratara de seres embebidos en el sentimentalismo de sus decisiones, en mucho sentido, como en el caso de las guerras o los descontroles de armas, que no son pocos. Lo mismo podría decirse de lo que ocurrió en el pasado siglo en términos de los SALT, una política de control de armas que corrió al suerte de ser eliminada en el congreso norteamericano al igual que podemos argumentar que no es posible que los detalles de esas minucias terminen por controlar los sistemas políticos de regiones enteras como Medio Oriente donde cada día más estamos en verdaderas batallas de democratización y lucha armada.

Lo cierto es que se pudo originar cierto motivo ancestral que tenía que ver con eso que prefiguraron Henri Kissinger y otros analistas cuando dijeron que el mundo era un tablero de ajedrez, pero ciertamente que las cartas a jugar siempre tendrían que ser tomadas como en el caso actual, en función de los economicismos y la evolución de los sistemas económicos decimonónicos. Lo mismo pensaron hace mucho tiempo algunos pensadores del medioevo cuando se dieron cuenta que el modelo feudal no consistía simplemente en el control del señor que administraba, sino que tenía que ver todo con eso que otros vieron antes que todos, entre ellos el Adam Smith de las recurrencias, cuando determinaron que el recurso de la tierra, el capital y el trabajo eran los determinantes para el sistema económico. La tecnologización del mundo terminó convirtiendo a la tierra en un continente de microchips y de redes sociales. Al cabo de un twitter, un presidente trazaba líneas sobre lo que ocurría en la política de su país, sin saber que millares de ciudadanos harían lo mismo creando una tendencia que haría que salieran a la calle como si se tratara de moscas expulsadas de un panal de abejas. Lo mismo que podemos entender sobre esto es lo que ocurre cuando los dominicanos, por ejemplo, nos dedicamos a entender la economía sin darnos cuenta del misterio que se nos ha inculcado sobre determinismos y fiscalismos, para no hablar de reformas anquilosadas o prácticas que en nada agilizan la función del Estado en la organización y control de instituciones que deberían ser portaestandarte de las minucias hogareñas de los políticos, esas que se basan en los consabidos errores de apreciación no, sino esos que tienen en sí mismo ese control de la moral social que se prefiguro en Rousseau y que otros como Tocqueville y Wittgenstein demostraron desde uno la democracia, y otro desde la duda filosófica sin darle habida cuenta a un proceso que tardaría muchos años en fructificar en mociones municiones de atardecidas principescas. Lo que quiero decir es que la economía de Roosevelt no fue nunca la economía de Henry Ford, como si podemos negar la economía se puede concebir atrasadamente que el numen preciso de esas minucias no tendría que depender de colocar más impuestos a la población o de inquirir en el sector privado para que este ponga presión en la banca criolla con la finalidad de expoliar a sus más altos dignatarios crediticios. La Ceo de Hewlett Packard que fue candidata a presidenta de los Estados Unidos, Carly Fiorina lo había visto bien claro cuando justifico el análisis de una burocracia que termino por defender sus últimas versiones ante el recortado militante mundo de las consideraciones gerenciales de coyuntura que posibilitaron el dominio de terrenos nuevos del sector privado de la marca HP. Por esta razón, cuando se me dice que Carly Fiorina hizo un desastre, algo que no pocos suelen decir en los medios, nos permitimos saber a dónde iremos a parar cuando la administración de un Estado, en el caso dominicano (Legislativo, Judicial, Gobierno), o en el caso español (Parlamento, Monarquía constitucional), requiere de esos sometimientos que no siempre tenemos en medio de las adscripciones políticas inmediatas. Al cabo de unas cuantas evaporaciones sobre el tema de Huntington, le correspondía a Carlos Fuentes, el escritor mexicano, decir que Estados Unidos, tenía esa mayoría Anglosajona, Protestante y Blanca que no tenía que ser tomada como rehén de las iniciativas de ningún candidato (WASP). Lo mismo nos pareció cuando escuchamos por primera vez a Mitt Romney hablar en los medios, con tal elocuencia que nos indicaba entonces de esa cantera de fuerza de Washington en medio de aquel tráfago incesante del lobbysmo y las candidaturas de propuestas menos radicales y más conservadoras.

Lo ocurrido entonces no sirvió sino para comprender eso que otros han llamado “interdependencia de ideas”, como si era cierto que las ideas se formaran de la noche a la mañana por ningún motivo, cuando ya el filósofo español Ortega decía que las ideas respondían a la creencias de cada individuo. Un desarrollo univoco y unidireccional no compete a la nación dominicana en términos de la adscripción política o económica, así como tampoco podemos decir, desde esta minucia del bar en el que dictamos esto, que no es cierto que podemos detenernos en las consideraciones antihistóricas como una forma de entender una realidad que nos compete a todos. Lo ocurrido entonces en nuestro país es un indicador de la muestra esencial del debate que no responde a ningún circuito o interludio sino a una señal que todos tenemos que entender cómo se entiende a un boxeador que sale a los combates con la preparación debida del trainer. Sin embargo, todos sabemos que no solo de buenas intenciones o de estrategias especiales está construido el futuro, sino de consideraciones que deben ser tomadas como cuando tomas un vaso en el bar y le dices al bartender que está muy bien, que es un duro. No todo trago amargo termina por ser defendido con los amigos.