De vez en cuando llega el momento de hacer consideraciones epocales sobre ciertas estrellas.
Pero fíjese qué drama: uno se queda con una impresión histórica. No se puede pensar en Roger Maris, sin tener en mente a otro Roger, Roger Clemens. El famoso lanzador no está en el salón de la fama de Cooperstown. No estamos en el bar pero solo por un momento. Vivimos en Santo Domingo, entre tapones y algunos dramas.
Tenía esa veloz misión que tenía que ver con Dwight Gooden. El pitcher tenía una recta de 98 mph, y un increíble curva. Lo vimos en Yorktown en un acontecimiento de caridad. Ciertamente que lo mismo pasó en el caso de Pete Rose, que nos enseñó algo más duro todavía; en el azar se da un misterioso asunto que no puede resolverse con un Pinot Noir de la Rioja o de Burdeos. Esto tiene que ver con la manera en que una persona apuesta no solo la vida, sino más de 300,00 pesos a un solo equipo. Nada mal.
Las quintetas de los apostadores se parecen a esa minucia del bar. Tienen que ver con saber si un trago está bueno o está malo. Aquí está, por ejemplo un pitcher con conciencia del Split finger fast ball: Roger Clemens, ahora en los Pawtucket. En el análisis de algunas crónicas, Clemens se menciona que tuvo 53,000 páginas de evidencia. Sin embargo, el se consideró inocente como saben muchos periódicos. Al cabo de tener una misión de ese tipo, la herida en un dedo del pitcher –pensamos en Tom Seaver o Steve Carlton–, puede desembocar en un desastre total. Clemens no nos parece que este fanatizado por el alcohol.
Pasando a otro tema de manera inmediata, aumentar las tasas impositivas –a las importaciones o al consumo–, es algo que está en el vademécum de cualquier economista. En el Banco Mundial y del Banco Central no brindan caviar, por cierto. Dicen, recorten los gastos. Lo hacemos, como otro vermouth.
Por su lado, el Banco Mundial tiene algo en común con lo que ocurre en este momento en el Brexit. No es cierto que el puesto número cinco del Manchester terminara por destacarse este año en la Liga. Afirman otros que tampoco es cierto que Boris Johnson termine construyendo una historia mejor para las notables ansias de europeísmo. En Downing Street, lo misterioso –como el ocaso en la mano de Turn your love around del mejor jazzista de muchos años, George Benson–, tiene que ver con la manera en que Johnson ha sido observado por los medios. Para algunos será una retranca en el corto plazo. Por otro lado, es el incierto un camino de una candidata. Esta, como una estrella de rock, tiene que decidir qué hacer con su vida en un gobierno que no es en la sombra, como se estilaba en otro momento de su carrera. Tenemos ahora los trolls (pero tienen la voz de Gwen Stefani).
Boris Johnson no ha dicho cuál es su intención inmediata. Vive en el bar de las decisiones. Nos pareció la mejor decisión no preguntarle –lo hemos leído–, a Gordon Brown –cuáles son los deportes de Tony Blair?– , qué opina en este momento. Como diría la BBC, no es cierto que tiene que esperar al mes de octubre u otro para comenzar con los cambios. Lo mismo puede decirse de la postura europeísta. Tenemos el caso pues no sabemos sino interesarnos de la postura sin saber a ciencia cierta si en verdad lo más conveniente es que Inglaterra salga del esquema del Euro.
Y ahora, déjenme decir que todo el mundo tiene el derecho de beberse un Ziffandel. Piénsese en un misterio que puede desatarse como en el caso de Theresa May, o el caso de Angela Merkel que no es un evento que torpedeara algunas iniciativas extra arriesgadas de Theresa en torno a iniciativas del Mercado Común Europeo. Al cabo de un tiempo, como en el caso de las relaciones que tienen algunos futbolistas con sus equipos –no podemos concebir que el Manchester United no vaya este año a la UEFA–, que no es sino menester indicar bajo la visión de Stefani y su Make me like you (la escena en que cae de los patines es histórica en ese video). Lo mismo ocurre con algunos equipos de la Liga Española, donde no se puede decir que la monarquía de Felipe De Borbon dicte las enseñanzas de la realeza al deportivismo de un país que no solo maneja toros para una enfebrecida multitud de fanáticos. No es fácil para nadie.
No se ha dicho siempre que se tiene intención de decir si se es del Barca o del Real Madrid, como tampoco el príncipe Harry ha dicho si es del Chelsea o del City. Esto nos deja con otro esquema mucho más promisorio: la interpretación que podemos hacer sobre lo que ha sucedido. No es menester indicar que en medio de aquellos sucesos europeos la comunidad de naciones no tiene sino que quedarse al ritmo del Manchester y al ritmo del Saint Germain o Benfica. Tenemos que lo que pase con un equipo como el Chelsea no es sino un misterio para algunos fans domingueros. Lo mismo podemos decir sobre eso que otros comprenden sobre el esquema de un Londres cada vez dramático. Otros dicen que está más sometido a los dictámenes de la casa real, al menos que pongamos por suelo ese misterioso ceremonial de espera de los resultados. Todos esperan las declaraciones de May al preparar su partida a su casa. Lo mismo tiene que debe ser entendido cuando Sarry habla sobre el hermenéutico ocaso de algunos cracks europeos.
Demasiado goles podría decir alguien que había encestado –no vimos las finales de la NBA–, la señora May. Algo le dejo pensando que era cierto que nadie estaría en capacidad de demostrar que su partida haría del proceso algo poco feliz para los espectadores. Lo mismo puede decirse de esa vieja canción de Neil Tennant –Opportunities, Did you see me coming–, que dice que estámos en Londres, rompamos la ley, como dice la canción del álbum Release, del 2002.
El Challenge 2019 será jugado en Renato Dall’Ara, Bologna, en el Stadio Citta del Tricolore, Reggio Emilia en este junio. El Bayern no tiene ni por asomo nada que envidiarle al City el año que esta, sino que en los materiales del promotor de estas continuidades estructurales. El mundo de las percepciones –para decirlo con un tal Berkeley–, nos parece que la mejor de las misiones no tiene que ver con el punto de vista de May, sino sobre lo que piensa la gente en las ciudades. En Staffordshire, por ejemplo hay una clara alusión a entender que May tendría que recurrir a otra versión del proceso. Lo mismo podemos decir de lo que se espera que diga Johnson en lo inmediato. De acuerdo a cierto lector de Raffles, esta burocracia ha tomado años y hace del londinense un fantasma del día y de la noche (esperando salir al bar conmigo).
El mejor equipo no siempre es el que tiene mejores jugadores o los más altamente pagados. Eso demuestra, por un lado que la plantilla del Saint Germain, en los meses de vacaciones, tendrá que recurrir a algo más que ir a la playa, como uno puede hacer para jugar con tomar un tang (quemada en el sol del cuerpo). Lo demás es pura especulación en el marco de un proceso europeo que no tiene sino que ser entendido como en esa vieja canción de los Tears for Fears, la canción norteamericana que dice de manera elocuente, te hallaremos actuando de tu mejor conducta, como dice la madre naturaleza, lo que es lo mismo que decir que si, que como dijimos refiriéndonos al baseball norteamericano hay quienes saben pitchar una bola con la elocuencia de un artista que busca la bola o comienza a tocar la guitarra como Dylan o Hendrix. No es lo mismo entender al árbitro de que no te saque la tarjeta amarilla si bien qué sabes que no has cometido una falta contra un contrincante de un mal equipo. Por eso, saludamos a EUA, por no decir nada en torno a Europa, y como pudimos ver en la reciente visita de Donald Trump a la reina madre, no es falso que el presidente norteamericano y su esposa tienen toda la clase que la historia necesita y, como hemos visto en los medios internacionales, todo fue cronometrado en las fotos. Demasiado clase de Trump y Melania en la cena. Al cabo de un día, uno se da cuenta de lo misterioso que es que un jugador de baseball llamado Vida Blue, tenga el mejor nombre de la historia del baseball, y eso es mucho decir a todo el mundo. En Vida Blue –la postalita tiene solamente al pitcher en descanso, pero mirando de frente–, hay un equilibrio semántico que todos sabemos. Al diferenciarse de los nombres epocales de otros grandes pitchers de la historia –pichó un no hitter en 1970–, como ocurre en ciertos temporales del día de agosto, nos preferimos cuando conversamos con Evangeline Lilly, excelente en Ant Man and the Wast y bonita hija de Michael Douglas. Nos parece cualquier mujer a esa territorialidad que previo John Maynard Keynes –escribió su libro en acero–, en el asunto del aumento de tasas impositivas en una economía. Theresa May me encanta, me fascina y es grandiosa.