Resumen: En este ensayo se caracteriza el sistema de educación superior dominicana -con base en información estadística relativa a sus principales variables de desempeño, así como de vacíos o limitantes por asumir- en orden a redefinir, tanto su razón de ser, como sus principales desafíos contemporáneos.
- El sistema de educación superior dominicana, SESD
- Lo agujeros negros
- El punto crítico
- Retos
- Conclusiones
Bibliografía citada
La educación vale. Las ideas impactan. Muy particularmente, en un contexto contemporáneo de civilización en el que la competencia es ley, la toma de decisiones edificadas una necesidad y la revalorización de la existencia humana un imperativo impostergable.
He ahí el motivo por el que me intereso en el tema de la educación superior dominicana (ESD) y su sistema operativo (SESD).
En ese contexto, antes de iniciar la exposición pongo sobre el tapete los dos axiomas a partir de los que abordaré la cuestión que me preocupa: la finalidad de la ESD a partir de su realidad, de su tendencia y de sus desafíos. Los axiomas son:
1º El valor de ningún centro de ESD está por encima de la calidad de sus profesores.
Por vía de consecuencia, la calidad de la ESD en general, así como el valor de cada una de sus instituciones en particular, es directamente proporcional a la excelencia y perfección -o irrelevancia e imperfección- de sus docentes.
2º El SESD es “sui generis”, por no decir que inexistente en términos académicos, pues se estructura a partir de carencias dada la ausencia de una relación continua y de promoción recíproca entre profesores e investigadores, de un lado, y, del otro lado, estudiantes y sociedad en general.
- El Sistema de Educación Superior Dominicano, SESD
Una buena y sucinta síntesis objetiva del desempeño del SESD aparece en el estudio “Educación superior dominicana: expansión desarrollo y perspectivas futuras”, realizado por el Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo de la Vicepresidencia de la República (2019). A seguidas alguno de los datos y hallazgos más relevantes de los ahí expuestos.
- Modelo en transición. El SESD está en transición: del elitismo intelectual a un bien público masificado. Ese proceso depende del paradigma posindustrial y del poscapitalista de acuerdo al cual el uso intensivo de la fuerza habría de ser reemplazado por el uso intensivo de conocimiento (Bell 1976; Drucker 1993). En ese contexto, la alternativa hipotética es la siguiente: rebasar la era industrial o, como advierte Toffler (1984) aunque en otro contexto, seguir siendo una academia únicamente profesionalizante donde solo salen mal o escasamente preparados estudiantes para la era industrial. (Observatorio 2019: 4).
- Matrícula. El incremento de la matrícula en los centros de educación superior en el país es notable, al igual que el de su cobertura. Entre los años 1993 y 2002 el país ha pasado de una matrícula de 108,335 a 286,134 estudiantes. Y, de principios de la década de 1990 al año 2017, la tasa de cobertura se incrementó de 10% a 60.58%, -bien por encima del promedio latinoamericanos (50%) y del mundo (38%). (Op.cit., 6).
- Recursos financieros. Ese vertiginoso y notable aumento de los indicadores formales del sistema viene sustentado por un gasto/inversión promedio de 0.4% anual del PIB una vez pasa de RD$19,528 en 2013, a RD$24,314 en 2017. A una tasa de RD$50/US$1, la inversión por estudiante en el país es de poco menos de US$500, en contraste con el promedio de la región OCDE de US$16,400, y en particular Chile (US$8,500), México (US$9,500) y Corea del Sur (US$9,700). (Op.cit., 6-7)
- Perfil de ingreso. En términos del perfil de ingreso, una limitante fundamental del SESD está en “el gran número de estudiantes con escasa preparación académica para el trabajo que conlleva la educación superior… por haber recibido una educación primaria y secundaria de baja calidad” (Op.cit., 5). Con razón de ahora en adelante habrá que darle seguimiento y trazar la tendencia a partir de las pruebas PISA, en las que la República Dominicana ocupa el último puesto de los 70 países evaluados en matemáticas, ciencias y lectura en el año escolar 2015-2016.[3]
- Perfil del egresado. Y en términos del perfil del egresado, resalta el bajo nivel del índice de capital humano de la República Dominicana, igual a 0.49%. Ese bajo índice es tan preocupante como su significado: “En promedio, un niño(a) dominicano(a) que nace hoy logrará solo el 49% de su potencial de productividad” (Op.cit, 8). Obviamente, el índice de capital humano ensombrece el presente y oscurece más el porvenir.[4]
- Profesores. Testigos de excepción del proceso de generación-enseñanza-aprendizaje, se reportan 20,291 profesores universitarios. De ese total del claustro profesoral, el 10% está contratado a tiempo completo, un 3.94% posee doctorado y solo un 3.1% (618) de ellos desarrollan actividades de investigación. (Op.cit., 9)
- Posicionamiento internacional. En ese horizonte de cosas, ninguna institución de educación superior dominicana aparece en las posiciones cimeras de los rankings internacionales. Peor aún; en el índice internacional de universidades contemporáneas aparecen menos de 50 instituciones de educación superior iberoamericanas -ninguna de ellas dominicana- entre las 1000 mejores del mundo de acuerdo a tres de las principales clasificadoras de mayor relevancia en el ambiente académico internacional (Op.cit., Tabla 1).[5]
Al certero diagnóstico hasta aquí presentado, conviene añadir algunas variables inseparables de cualquier sistema de enseñanza. Por ejemplo,
- Evaluación. Valdría la pena indagar si el sistema de pruebas y de exámenes regulares que evalúan el aprendizaje en la ESD logra algo más que cercenar, en el altar unidimensional de la mera objetividad, la imaginación, la creatividad y la capacidad singular de cada estudiante para resolver problemas (Giroux 2008).[6]
- Investigación. El Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología realiza una labor encomiable incentivando los trabajos de pesquisa en centros especializados y de educación superior. Durante los últimos 14 años (2005-2018), ha asignado a labores de investigación en centros de educación superior -privados y estatales- un promedio anual de RD$211.5 millones, equivalente al 1.6% de su presupuesto ministerial (Corcino 2019: 16-17).
- Modelo institucional. En más de un sentido, las “infecciones sistémicas” que Martin Murray (2005: 363-364) descubre en los planteles escolares del país, aparecen también a nivel superior. No todo es -aunque también- escasez de recursos financieros, a menos que se quiera pasar por alto la centralización en la toma de decisiones en el sistema como tal y en cada institución en particular.
- Mercado laboral. Durante el año 2016, EDUCA (2019) señala que el 21.5% de los jóvenes dominicanos entrevistados con edades comprendidas entre 15 y 29 años permaneció desempleado. Así las cosas, ese segmento poblacional engrosa la generación de los “Ni-Ni” -ni trabajan ni estudian- y de los “Sin-Sin”, en referencia a las personas sin las competencias requeridas por el mercado de trabajo y sin oportunidades para acceder a una vida más digna y próspera. Esa doble condición afecta en el país más a la población femenina (27%) que a la masculina 12%).[7]
En ese contexto, la certera conclusión del Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo de la Vicepresidencia de la República Dominicana queda aún mejor avalada:
- Conclusión. “Sea porque las condiciones de trabajo justifican el pluriempleo, o sea por el bajo presupuesto para la investigación, o ambas, el perfil de la educación superior dominicana es predominantemente un sistema de otorgar credenciales, con muy pocas repercusiones en la producción de conocimiento” (Observatorio 2019: 9).
Y, por consiguiente, si alguna tendencia salta a la vista en el modelo educativo vigente en el país es que el SESD, con sus 51 centros y más de 450 mil estudiantes, continúa a la baja en términos de eficiencia y de calidad. Ese declive queda al descubierto en y por el carácter sui generis de una estructura carenciada en la que no hay profesores ni estudiantes, tampoco soporte financiero ni publicaciones ni investigaciones y menos aún valoración y empleo de éstas.
A todas luces, todo eso implica la perpetuación de un SESD de cuestionable valor en función del actual y sobre todo del venidero mundo cultural y su consecuente mercado laboral.
- Lo agujeros negros de la Educación Superior Dominicana, la ESD
Los principales “agujeros negros”[8] de los que surgen los actuales límites del SESD que hay que superar de una vez y por todas son, al menos, los siguientes:
- La realidad. Se desconoce cómo y por qué medios la ESD -otrora esperanza de mejoría y bienestar individual y social- contribuye a que la sociedad dominicana siga expulsando de su seno un número significativo de lo mejor de su juventud y lo condicione a buscar sueños y realizar legítimas aspiraciones y derechos fuera del país. Esto acontece ante la mirada -¿impotente o indiferente?- de todos, no obstante que un significativo 63% de la población entre 18 y 25 años de edad aspira a irse de su país (Latinobarómetro 2018).[9]
- Concepción. No se reconoce que la ESD está mal concebida, mal fundada y al entender de otros[10] mal evaluada.
b.1 Mal concebida. Dicha educación está varada por lo menos desde hace cinco o seis décadas en un modus operandi mercantil cuyo contexto ideológico y cultural es incapaz de reconocer que las personas -particularmente las más sobresalientes- nunca han sido copias o versiones de alguien más. Y por eso mismo en el país -a no ser que se trate de algún caso de excepción que confirma la regla- nadie es promovido en las aulas de alguna de las instituciones de educación a nuevos sitiales de innovación en la era global de conocimientos, innovaciones y transformaciones revolucionarias. Sencillamente, la ESD deambula ignorando la modernidad y esquivando la globalización.[11]
b.2 Mal fundada, pues su proceso de enseñanza-aprendizaje es contradictorio. Habla de la confianza que deposita en el individuo y en su capacidad de aprendizaje en tanto que “yo” cartesiano, pero en la práctica cada sujeto queda relegado por toda una estructura institucional que privilegia en sus programas educativos el manejo de cohortes y promociones y es incapaz de descubrir la “vocación profesional” (“beruf”) singular de cada individuo en particular que es, según Weber (2012), la sal que aporta el espíritu capitalista al cuerpo social y económico.
b.3 Y mal evaluada. La educación superior en la región iberoamericana en general y en concreto en el país es sacrificada en el altar de la objetividad cuantitativa y desconoce los intríngulis, no solo de una investigación mixta de métodos objetivos y cualitativos, sino de una evaluación igualmente cualitativa en función del proceso de asimilación subjetiva que resulta de la enseñanza-aprendizaje. Su unidimensionalidad se oculta en el tecnicismo y en las mediciones de volúmenes cuantitativos. Si bien estos son imprescindibles, -no se dude de eso-, no significan una evaluación integral a través de actividades que potencien habilidades como la interacción grupal y que valoren no solo las habilidades cognoscitivas, sino también aspectos socio-afectivos como por ejemplo la actitud, la motivación, la colaboración y el gradual desarrollo vocacional de cada uno.
- Desenfoque. Es improbable que la población beneficiaria de la ESD mejore por el mero hecho de que se le quiera proporcionar más y mejor información. El sujeto humano no necesita más datos e información -para eso está Mr. Google a distancia de un “clic” para procurarle más datos e información que la que puede proporcionarle cualquier centro de educación formal.
- Desorientación. El énfasis puesto en la educación en competencias ha propiciado el modelo metodológico europeo de la “Universidad empresa” para responder a las nuevas necesidades del mercado laboral globalizado. Ese mercado instrumentaliza de manera utilitaria ciertas especialidades, pero prescinde por completo de la comprensión de las mismas y de cuanto signifique lo que autores como Bertrand Russel, Paulo Freire y otros denominaban el ensanchamiento de la mente, el análisis imparcial del mundo o la socialización de sueños, utopías y valores compartidos. Debido a tal sesgo, la existencia humana reducida a expresión laborar y la formación del sujeto humano a la obtención de competencias laborales. Eso es necesario, mas insuficiente si obnubila o prescinde de “una previa reflexión crítica sobre qué significan, cuál es su origen y de dónde proceden (las competencias), cuál es su contexto ideológico y, sobre todo, las incompatibilidades y contradicciones entre el modelo de saberes y destrezas propios de ellas y el conocimiento científico, teórico y crítico” (Vargas 2019).
- Carencia. Por vía de consecuencia, lo que el sujeto requiere hoy día es lo que no recibe ni está preparado para exigir en un medio ambiente formativo como el dominicano; a saber, capacidad de análisis y de razonamiento conducente al entendimiento de las cosas y de los procesos como son. Desprovisto de criterio o entendimiento propio, lo que se conoce como bombardeo mediático y de las redes sociales uniforman cada día más deseos y aspiraciones, apreciaciones, sentimientos, opiniones e ideas de sujetos tipificados y fácilmente “hackeables” en el país y desde el ciber espacio. Esa es la razón debido a la cual el progreso y la modernización terminan ofuscando al mismo tiempo el entendimiento y la libre decisión de cada uno de cada uno de los que suman las grandes mayorías.
Por esos y otros agujeros negros más la tendencia previamente identificada sitúa a la ESD ante una encrucijada. En poco tiempo, las universidades y demás instituciones de ESD ni siquiera serán capaces de vender la ilusión y muchos menos la esperanza de aproximar exitosamente al estudiantado al próximo mercado laboral en algo que no sean puestos de baja calificaciones que seguirán expulsando del suelo patrio a los mejores y más arrojados exponentes del futuro. Ese día cesará el canto de sirenas orquestado por el poderoso crecimiento económico del país y la anhelada revolución educativa de la población y, será entonces, se tomarán de la mano el verdadero valor y el desconcierto de lo uno y de lo otro.
- El punto crítico: utilidad de la ESD
El mundo y la sociedad dominicana cambian a paso acelerado y por es menester contextualizar el impacto social de la ESD. No porque me cuestione como tantos otros si ha llegado el fin de la educación superior con el advenimiento de las nuevas tecnologías (Granados 2019) y la robótica (Keene 20019), -que no está por llegar-, sino porque me inquieta la permanencia vegetativa de valiosas instituciones de antaño expuestas a devenir irrelevantes -a no ser que cambien de rumbo.
Para contextualizar e ilustrar aquel impacto, baste un ejemplo real y significativo. Me refiero a lo que acontece estos días en el país con el DR-Cafta.
Cierto, ese acuerdo comercial lo firmamos desde una posición de lo que se denominó en su momento como “docking”. Así y todo, al igual que a los países centroamericanos pactantes, en la mesa coja de las negociaciones se nos concedieron aproximadamente dos décadas para hacer más competitivos toda una estructura y serie de productos -principalmente agrícolas- en el naciente mercado regional.
¿Por qué traigo a colación ese acontecimiento a propósito del tema que me ocupa, la ESD? Dado que -al margen de cuestiones de política económica- lo acontecido es fiel reflejo del atavismo cultural que fomenta el aislamiento recíproco de la academia dominicana y de la economía. Cada sector, -el educativo en general y el universitario en particular, de una parte, y de la otra el productivo con sus extremos empresariales y laborales-, permanece indiferente y ajeno al otro.
Esa indiferencia explica que llegáramos in fraganti a las respectivas fechas de desgravación de listas enteras de productos sin que mediara el indispensable esfuerzo de superación de todo un proceso de modernización productiva e industrial que -exagero para hacer valer el argumento- se resiste a competir en un mercado relativamente más libre y global. Como si el mercado local, formalmente abierto en el papel de los acuerdos comerciales, aún pudiera seguir siendo protegido por medio de arcanas modalidades de poder e influencias patrias, sobrevivientes todas de su hoy por hoy ilusorio e inexistente pasado.
En ese contexto crítico -aislamiento economía / ESD- aventuro como posible explicación de ese fenómeno la siguiente hipótesis:
El desempeño de la ESD -a pesar de todo su legítimo empeño profesionalizante- está encaminado a llegar a ser tan superfluo e insignificante en términos de país por dos realidades interdependientes y retroalimentadas entre sí:
- Las instituciones de educación superior dominicana dependen de y están determinadas por asuntos más administrativos y financieros que académicos y, por ende, el efectivo desentendimiento y desarticulación entre sus tradicionales funciones de docencia, investigación y servicio comunitario;[12]
- El verificable desinterés de todo un sector empresarial que ni siquiera invierte en la mejoría de sus recursos humanos y en investigaciones tecnológicas llamadas a contribuir en la renovación de sus respectivos negocios en términos de competitividad y de calidad.
- Dado el interés neurálgico al que apuntan conceptualmente el desenlace final y las dos realidades subyacentes a la ESD según la hipótesis expuesta, abro un largo paréntesis en la exposición, confiando que pueda eventualmente esclarecer asuntos de particular interés a especialistas en temas propios a la formación superior. Inicio el anunciado paréntesis.
Confirmar la veracidad de las dos realidades que avalan la hipótesis relativa al valor relevante o irrelevante de la ESD conlleva discernir la tradición occidental en la que se inscribe esa formación -no ya desde tiempos de su inicio medieval durante la colonia española, sino al menos comenzando en una época más reciente al siglo XXI. Esa tradición, aunque sea evocada a vuelo de pluma, es la siguiente:
Luego del tiranicidio de 1961 y la subsecuente revolución de Abril del 65, el modelo de educación superior napoleónico irrumpió en el país con evidente retraso respecto a lo sucedido en la Europa imperial e incluso con el movimiento estudiantil de Córdoba, Argentina, el 21 de junio de 1918.
Ese modelo proveyó sentido social e histórico al acontecer universitario y sus programas de estudio, tanto en América Latina en general, como en la República Dominicana en particular. Pero en gran medida fue ese mismo modelo volcado en su impacto sociopolítico el que contribuyó al rezago hemisférico.[13] En vivo contraste con lo que acontecía localmente, a nivel internacional países punteros dedicaban su dinamismo académico a ralentizar el motor de las luchas sociales y sustituirlo por la generación científica y tecnológica.
Allende los mares de las playas locales, fue así que se impuso a nivel mundial la revolución científico-tecnológica, con su tarea de transformar vertiginosamente el diario vivir de las poblaciones por medio de la destrucción creativa de un régimen económico que depende de la alianza entre la generación de nuevos conocimientos y su eficiente puesta en funcionamiento en el aparato productivo, bajo el legítimo manto de regímenes democráticos.
Ahora bien, lo significativo de ese maremágnum de acontecimientos es que aunque el modelo napoleónico proporcionó e incluso podría seguir dotando de orientación a cierto mundo académico dominicano, no por ello supera la antinomia entre dos lados omnipresente en los claustros universitarios y de educación superior en el país. Los lados dislocados son la investigación y la docencia y estos en tanto que imprescindibles para brindar servicio a la comunidad. La oposición de ambos extremos se debe a mi mejor entender de la organización universitaria heredera de la concepción de Immanuel Kant, tal y como la expuso el filósofo de Königsberg en su obra El Conflicto de las Facultades (1794).
Según Kant, la universidad se compone de facultades o espacios colegiados debidamente administrados. Siendo facultades docentes, la tarea encomendada se circunscribe a la formación en una u otra disciplina y ámbito profesional, resistiendo desde los recintos académicos la interferencia del poder gubernamental u otro cualquiera[14]. Por vía de consecuencia, primero, se rompe con el modelo napoleónico dependiente del contexto social, así como con la investigación que procura la solución de problemas y la pesquisa de nuevos conocimientos y tecnologías, de modo que la educación superior se concentra y subordina a la enseñanza profesionalizante por facultades académicas.
En la línea de sucesión de la concepción de Kant y más cercana a nosotros por su raigambre ibérica, José Ortega y Gasset -en Misión de la Universidad (1930)- advirtió que el énfasis en la investigación universitaria soslaya en la práctica lo que él promovía por antonomasia; es decir, la transmisión de la cultura y la enseñanza profesionalizante por las que él abogaba en su tierra natal.
Ambos modelos, el kantiano y el ortesiano, -adjuntos al interés mercantil que a partir de los últimos tres o cuatro decenios del siglo XX se adueña de un país que cree poder institucionalizar-, conforman el sostén ideológico de todo el SESD. La formación profesional queda así entronizada como único pedestal y foco de atención de un sistema de enseñanza-aprendizaje que no hace otra cosa que no sea ahuyentar el estado de ánimo innovador.
He ahí lo que acontece en la República Dominicana. Su realidad es paradójica. No obstante estar desvalorizada la existencia de dicho espíritu curioso y por tanto iconoclasta e innovador estar en la ESD, él es hoy día el primer privilegiado y reconocido en los centros de formación superior de países donde prevalece una continua y revolucionaria construcción y destrucción de todo el orden axiológico y social contemporáneo.
Por consiguiente, finalizo reasumiendo así el ejemplo del DR-Cafta y este largo esbozo de los modelos ideales de formación suerior: si la sociedad dominicana llegara a poder cambiar el interés y modelo operativo de sus centros de enseñanza superior, estaría en mejores condiciones de asumir corresponsablemente los desafíos que en el presente desatiende y dejaría de seguir hipotecando al futuro, tanto su capital humano, como su aparato productivo.
En cualquier hipótesis que sea verificable, por el momento la ESD y por ende su sistema y por añadidura el país permanecen retenidos por el pasado. En el status quo imperante, esa modalidad educativa no da muestras de poder enfrentar corresponsablemente la superación de desafíos presentes, como los experimentados por la situación creada por el acuerdo comercial previamente aludido. Cortar las amarras con esa realidad pasada, es el desafío por excelencia del SESD y en particular de su educación, pues no solo la pobreza nos hace padecer y malvivir. Esos males también son fruto de una usanza educativa rezagada desde su origen e inútil a la hora de dar un paso al frente y avanzar con resolución hacia el porvenir.
- Retos
Reconciliar y realzar las figuras del profesor y del estudiante -léase bien: del docente como eje central de cada institución de educación superior y de los alumnos que ya no pueden ni deben ser vistos como meros receptáculos huecos y vacíos que aquellos deben ir llenando hasta que queden “listos”, “preparados” para saltar a la siguiente etapa en el mercado laboral- ha de ser el principal desafío específico de todos nosotros.
Tomando prestado lo escrito por Margarita Heinssen (2019) para el nivel escolar, el académico cumple su rol original cuando aprovecha y utiliza todos los recursos disponibles para promover la curiosidad, realizar investigación, desarrollar la capacidad de solución de problemas, la creatividad, entre otras muchas habilidades de sus discípulos y de todos ellos como un grupo.
Pero, ¿cómo acercarse a ese ideal de manera que la práctica didáctica supere el ejercicio rutinario del magister dixit y de la estéril copia o repetición de contenidos e ideas?
Mitigar cualquier rastro de ineficiencia e ineptitud, conlleva -como zapata de nuevos edificios para la ESD- superar satisfactoriamente dos retos fundamentales:
1º Profesorado. Concebir e implementar un régimen de ESD centrado en y operando alrededor de un cuerpo docente provisto de las más altas calificaciones posibles y contratado a tiempo completo. Como profesores, servirán de pedagogos y maestros del estudiante singular y de los estudiantes en general; y por añadidura, aquellos de entre ellos que además sean investigadores, están convocados a promover e idealmente a generar nuevos conocimientos de valor a nivel nacional e internacional.
De manera complementaria a ese reto, surge otro en función del actual proceso de enseñanza-aprendizaje en el país. Según este proceso, la relación profesor-estudiante -si se quiere ser realista y optimista- consiste en alcanzar y desarrollar el potencial inherente al entendimiento humano. De ahí que, segundo reto:
2º Enseñanza. Enseñar al estudiantado del SESD a entender y analizar de manera objetiva y lógica lo que estudian y en lo que se adiestran. Los estudiantes podrán así deducir, concluir y juzgar con propiedad lo que saben y hacen. Al mismo tiempo, con este logro habrán dado un paso de superación por medio del cual, de ser sujetos meramente receptores, cheques en blanco, vasijas vacías, adquirirán la capacidad -intermedia- de comprender los fenómenos y procesos que estudia y en los que interactúa, aunque todavía no de generar nuevos conocimientos.
Contrario a lo que pudiera pensarse, superar ese segundo reto es de un valor inagotable e inaudito en el país.
En efecto, alcanzado como objetivo ese reto, el estudiantado se encontrará en la cúspide de lo que es realista esperar por el momento en la ESD en el país; es decir, dominar una etapa educativa intermedia entre un nivel básico y uno por ahora ideal o irreal. Dejará atrás la situación de facto en la que se desenvuelve el susodicho nivel básico, que consiste en copiar, repetir y memorizar lo que hay que estudiar; y quedará en la antesala de un tercer nivel ideal o utópico que consiste en llegar a cuestionar, explicar y renovar lo que ya domina, de manera a inducir por fin nuevas evidencias y corregir lo que le han enseñado y ya entiende.
La apuesta, por tanto, consiste en afrontar ambos retos a la vez. Esa es la única vía razonable para, por medio de un profesorado idóneo y suficiente, enseñar a los estudiantes a entender y frenar la caída libre que como tendencia implica una ESD incapaz de liberarse de tantas cuestiones del pasado que la cautivan y alejan de apremiantes asuntos del presente y más del porvenir.
Conclusión
Finalizo respondiendo dos preguntas esenciales -¿para qué y por qué promover la ESD por medio de un modelo operativo más académico que mercantil y/o napoleónico?- con esta respuesta:
No para seguir haciendo más de lo mismo y así acerarnos cada día más a las puertas dantescas del averno, sino con el expreso propósito de potenciar la capacidad de entendimiento de sus beneficiarios y, con ésta, empedrar el camino ideal del saber de la sociedad dominicana hasta que su sistema e instituciones educativas generen y compartan nuevos conocimientos cara al futuro.
Y por eso mismo, en orden a impedir que la praxis actual haga que el ESD vuelva a quemarse como imberbe en una prueba final, llega la hora de afrontar con eficiencia y sentido de responsabilidad lo que debe ser nuestro principal propósito a inicios del siglo XXI:
Concebir, planificar e implementar paulatinamente un ambiente de enseñanza-aprendizaje aupado por una mayoría de pedagogos a tiempo completo y con las más altas cualidades niveles posibles que, velando por la promoción de un estudiantado hoy por hoy sumido en una caricatura según la cual a duras pena sabe leer y escribir o discernir el bien del mal, se promueva y supere en cada instituto de formación superior hasta restablecerle valía, calidad, importancia y porvenir a todo el SESD, a la gran mayoría de sus integrantes y a la sociedad dominicana como tal.
He ahí, hasta prueba contraria, el principio fundamental de cuanto pretenda ser reconocido en la República Dominicana como tarea impostergable de la educación superior. Su cristalización yace más allá del sinsentido que impera en el presente. Éste se reproduce desprovisto de profesores y de estudiantes de tiempo exclusivo; de investigaciones, de laboratorios y de publicaciones, amén de recursos financieros, así como de aprecio y valoración cultural del conocimiento. Y todo eso, debido a que tampoco cuenta con mayor experiencia de lo que se publicita ser -sin serlo propiamente dicho- una vida propiamente académica articulada por sus hallazgos y escuelas de pensamiento al sistema social dominicano.
Por irreflexivas condiciones como las que se viven en el país, muy pocos se preocupan por lo más elemental: “¿De dónde vienen los buenos empleos?” (Acemoglu 2019), es decir, los que tienen un alto valor agregado como base fundamental para el desarrollo y bienestar en el seno de la cuarta revolución industrial. No obstante “la imprescindible expansión de la oferta educativa”, esos empleos con valor agregado ni siquiera se acercan o están relacionados con los que promueve anualmente y de manera utilitaria el saber ´profesionalizante´ vigente en el país. Bien por el contrario, además si acaso de restrictivas competencias, la oferta educativa no garantiza que la gente tenga “un propósito y un significado de vida” (Ibid; cf. Moreno Arellano 2019).
Así, pues, allegados a esa afirmación final, que no se pretenda contraargumentar aduciendo falta de recursos para dar un brusco giro de timón a la ESD para dejar de buscarle nuevos y mejores horizontes. Claro que no sobran recursos humanos ni ninguno, pero hay suficientes como para tomar las decisiones justas y emprender una nueva aventura humana en esta nación tan requerida de ideales y de entendimiento.
Por consiguiente, es menester admitir previamente que, de seguir entretenidos por el inmediatismo y la improvisación, y de espaldas a la tendencia hacia la mala calidad y competitividad del SESD, avanzaremos en vano produciendo profesionales con destrezas y conocimientos para un mundo que dejó de existir y para otro que ni siquiera somos capaces de anticipar y de entender. Ese es el verdadero fruto salido de una realidad en la que de hecho se desconoce el valor de la educación y el impacto de las ideas.
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“Educación superior dominicana: expansión, desarrollo y perspectivas futuras”, Años 3, Número 1, 2019: 12pp.
Oppenheimer, Andrés:
¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la Automatización, Madrid, Debate, 2018.
Ortega y Gasset, José:
La rebelión de las masas, Madrid, Espasa-Calpe, Colección Austral, 1939.
PISA:
PISA Worldwide Ranking – average score of math, science and reading.
http://factsmaps.com/pisa-worldwide-ranking-average-score-of-math-science-reading/
Pontificia Católica Universidad Madre y Maestra, PUCMM:
Modelo Educativo, Santiago, 2009.
Tavares, José Luis:
“¡Que viva la mediocridad!!; en Diario Libre, 23 de mayo2019. https://www.diariolibre.com/opinion/en-directo/que-viva-la-mediocridad-EI12837773
Toffler, Alvin:
El schock del futuro, Barcelona, Plaza y Janés, 1984.
Torrez Menárguez, Ana:
“La crisis de la escuela es la crisis de la democracia”; en El Páis, 14 de mayo 2019. https://elpais.com/sociedad/2019/05/09/actualidad/1557407024_184967.html
Vargas, Emilio:
“Educación basada en competencias: ¿hacia el éxito o fracaso?”; en Acento.com, 13 de mayo 2019. https://acento.com.do/2019/opinion/8681268-educacion-basada-en-competencias-hacia-el-exito-o-fracaso/
Weber, Max:
La ética protestante y el espíritu del capitalismo, (original de noviembre 1904 y junio 1905), versión en castellano en Madrid, Alianza Editorial, edición de Joaquín Abellán, 2012.
[1] Elaborado a partir de la ponencia presentada en el Seminario Internacional de Educación Superior. La Investigación y la Evaluación Educativa en América Latina y el Caribe. Avances, tendencias y desafíos en el Siglo XXI, bajo la dirección de la Universidad Católica Tecnológica del Cibao -UCATECI- y del Instituto Superior de Estudios Educativos Pedro Poveda – ISESP, el pasado 4 de abril 2019.
[2] Antropólogo social y filósofo, investigador y profesor del Centro de Estudios Económicos y Sociales Padre José Luis Alemán de la Pontifica Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM).
[3] El promedio alcanzado por el país en 2015-2016 fue de 339.3 puntos. Ver, http://factsmaps.com/pisa-worldwide-ranking-average-score-of-math-science-reading/ Es de interés en este punto cerrar el círculo. Quienes forman a esos estudiantes preuniversitarios son maestros formados en aulas de los centros de educación superior. Por eso el instructivo artículo de Celeste Abreu (2018) ponderando las más recientes políticas docentes en el país. Retengo de la autora esta conclusión: “No obstante, sin desconocer los avances alcanzados en planes, programas y estrategias que plantean como prioridad el tema docente, hay una distancia entre esas formulaciones y su nivel de concreción. Diríase que el tiempo político no coincide con el tiempo técnico-pedagógico para hacer realidad las aspiraciones expresadas en los referidos marcos de planteamiento. El caso de la propuesta del Sistema de Carrera Docente es sólo una muestra de esa situación” (Abreu 2018: 25-26).
[4] Para algunos como Andrés Oppenheimer, la solución de tal limitante pudiera ser “producir más ingeniero y científicos, y tal vez menos filósofos” (2018: 6). Claro está, todo va a depender de qué significa para él “producir” profesionales. Independientemente de la respuesta y de su concepción kanteana de la educación superior, más relevante me parece ser el posicionamiento del sistema educativo contemporáneo con una sociedad humana regenteada por la inteligencia artificial. A este propósito, ver por ejemplo, los argumentos y contraargumentos expuestos durante el diálogo que a ese propósito sostuvieron Chalmers y Dennet (2019).
[5] Las tres agencias son: ARWU, Times Higher Education y Quacquarelli Symonds. Ver Observatorio 2019: Tabla 1.
[6] De ser así, el modo de evaluación estaría propiciando sujetos disciplinados, gregarios y predecible y, al mismo tiempo, desviando la atención del problema de fondo de la educación; a saber, “no fomentar el pensamiento crítico para crear ciudadanos ¨conformistas¨ que no reclamen nada” ni a sus superiores en el sector público ni en el privado (ver, de manera reiterativa, Giroux 2003, 2005, 2008; y la reciente entrevista al citado académico canadiense en Menárguez 2019).
[7] El referido estudio de EDUCA (2019) consigna que el 41.6% de los jóvenes dominicanos con edades comprendidas entre 15 y 29 años no completa la secundaria y que, del 58.4% de los que sí la finalizan, un cuarto de ellos (24%) no se matriculan en el nivel superior. Ese comportamiento es atribuido por el estudio de referencia a la alta tasa de abandono escolar: el 37.7% de la población entrevistada dejó de asistir a la escuela o a la universidad.
[8] A propósito del significado atribuido a dicho término en este contexto, consúltese Harari 2018: 243 y ss.
[9] Una aproximación encaminada a esclarecer la situación de frustración resentida por profesionales emigrantes o no aparece en Taveras 2019.
[10] A modo de ejemplo, Cubero et al. 2014.
[11] A propósito de ésta y lo ajena que permanecen ciertos sistemas de formación superior como el dominicano de la nueva era que afecta, ver una visión de conjunto en García 2016.
[12] Se trata de un problema de hecho, no conceptual. A nivel conceptual, -de acuerdo por ejemplo con el paradigma predominante de una reconocida universidad dominicana- no puede menos que reconocerse “la investigación como una estrategia metodológica para el proceso de enseñanza-aprendizaje” (PUCMM 2009). Sin embargo, se trata de una propuesta únicamente ideal pues, dejándose de lado el valor indiscutible de la estrategia propuesta, en la práctica la investigación está de facto divorciada, tanto del quehacer docente, como del estudiantil, además de que no cuenta con respaldo porcentualmente significativo en el presupuesto institucional.
[13] Las contadas excepciones aparecen en contados centros universitarios de México, Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Costa Rica y Trinidad & Tobago.
[14] Sea ese otro poder de índole empresarial, religioso u otro análogo.