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Santo Domingo, República Dominicana.- Sin dejar de considerarla la novela fundacional de la literatura dominicana, algunos historiadores tienen una mirada más crítica sobre Enriquillo.

Franklin Gutiérrez, integrante de la patria errante que se fue a soñar al otro lado del mar, estudió a Galván con fines biográficos y analizó su Enriquillo con una visión crítica que va más allá de lo escrito hasta 1999, fecha de publicación de su libro Enriquillo: Radiografía de un héroe galvaniano.

 

Opina el escritor que el autor no cuestiona el proceso de colonización ni el proyecto evangelizador. “Para Galván, las matanzas colectivas de aborígenes, las violaciones a las indígenas, las recias e interminables jornadas de trabajo y los tributos indiscriminados impuestos a las diferentes tribus de La Española, no podían ser acciones propias de un país que, como España, puso al Nuevo Mundo en contacto con la civilización”.

Y sostiene: “Para Galván, la colonización y conquista de La Española no fue un encuentro desigual entre un gran imperio europeo y un conjunto de tribus ágrafas cuyos integrantes no habían alcanzado un estadio de desarrollo superior a la era cuaternaria. Al contrario, Galván siempre entendió la presencia del opresor español en la Isla como la fórmula más apropiada para sacar al indígena del estado de barbarie en que se encontraba. No es casual que en el último capítulo de la novela, luego de concluido el arreglo de paz entre Francisco Barrionuevo, el enviado de la Corona, y el cacique quisqueyano, Galván reflexiona del modo siguiente: “…prevaleció entonces verdaderamente en la colonia la sana política del gobierno de España, y las voluntades del gran Carlos V tuvieron cumplido efecto”.

Gutiérrez observa que al momento de concebir y darle forma a sus personajes, Galván actúa cautelosamente para no implicar a las autoridades españolas en actos ajenos al programa evangelizador proyectado por la Corona.

A su juicio, Galván construyó un Enriquillo con una personalidad equilibrada. “Eso lo induce a dotar a Enriquillo de la rebeldía y la conciencia social indispensables para definir sus actuaciones futuras. Pero como Enriquillo es una persona completamente manipulada por su creador, éste jamás permite que su rebeldía provoque una conducta opuesta a su condición de cristiano obediente y sumiso”.

El historiador dominicano Juan Francisco Martínez Almánzar, el crítico más ácido de Galván, en su libro Enriquillo, ídolo de barro, no solo cuestiona el Enriquillo del novelista, también somete a un riguroso escrutinio la figura misma del cacique. “La indicada novela, que durante años ha sido utilizada como si fuera un texto de historia indígena, nos permite fundamentar nuestro criterio de que Enriquillo es un héroe fabricado por aquellos que consideran que a los pueblos que no tienen héroes hay que creárselos”.

Portada del libro de crítica más dura contra Galván, del historiador Juan Francisco Almánzar Martínez.
Portada del libro de crítica más dura contra Galván, del historiador Juan Francisco Almánzar Martínez.

Martínez Almánzar opina que el cacique “había vivido al margen de su raza, como cristiano-españolizado”. “La novela de Galván nos permite conocer diáfanamente quien fue este Enriquillo, al escuchar la exclamación que el autor le atribuye a Tamayo: ´Al fin te acuerdas de tu raza´. Es decir, que el propio Galván admite que su personaje, en su vida real, olvidó totalmente que era aborigen y no español”.

Recordó el historiador que los Oidores del Rey de España consideraban al cacique como uno de sus súbditos, que desde 1533 disfrutaba del perdón real.

En el tratado de paz que suscribió con el capitán Francisco Barrionuevo, el cacique Enriquillo se comprometió a capturar y entregar indios y negros sublevados a las autoridades coloniales.

Pedro Mir, en su libro Tres leyendas de colores, comentó: “Al realizar el tratado de paz, don Enrique (Enriquillo) se comprometió, en primer término, a recoger indios que andaban en pie de guerra en todas las partes de la Isla. Esta es una primera sorpresa. (…) Al hacer ese compromiso, más que una paz, Enriquillo realizaba a una rendición”.

Y prosiguió: “Enriquillo se comprometió a cazar todos los negros que se hubieran alzado y entregarlos a sus amos. Como si esto no fuera nada, se comprometió a perseguir a todos los indios que se les hubieran fugado a los conquistadores y entregárselos a los correspondientes encomenderos. Pero la cosa es más seria. Enriquillo declaró que enviaría a sus capitanes a perseguir a los negros e indios fugitivos y que, llegado el caso, iría él personalmente a perseguirlos, mediante el pago de un tanto por cabeza de negros o de indios”.

El profesor Juan Francisco Martínez Almánzar considera que  “los que llevaron a Enriquillo a la condición de héroe nacional y promovieron su nombre para poblaciones, fortificaciones, parques, avenidas, calles y edificaciones pasaron por alto el contenido del alegado tratado de fecha 26 de agosto de 1533”.

Roberto Cassá, en su reciente libro Pensadores decimonónicos (Archivo General de la Nación 2019), considera que la manera en que Galván contó la historia del cacique y los acontecimientos de su tiempo, entrañó una falsificación de la historia.

Roberto Cassá, director del Archivo General de la Nación.
Roberto Cassá, director del Archivo General de la Nación.

Según el investigador, Galván no buscaba rescatar la cultura aborigen, sino la gesta de la implantación española. “El relato Enriquillo está condicionado por una perspectiva maniquea. Están ausentes consideraciones históricas, étnicas, sociales, aunque ataca la depredación de los conquistadores. Pero no se debía al sistema en sí mismo, sino a la presencia de figuras perversas que circunstancialmente incidieron para torcer el curso de los eventos. Junto a estos estaban los buenos, que formaban un elenco no menos poderoso que los contrarios. La primera alma buena era Isabel la Católica, a diferencia de su marido, protectora consecuente de los nuevos súbditos”.

Afirma Cassá que en la visión que Galván plasma en la novela “Cristóbal Colón era poco menos que un santo varón, animado exclusivamente por una finalidad mística y defensor resuelto de los indios”, mientras Enriquillo “no era un indio, sino un aculturado por obra de sacerdotes y de otras personas”.

En la legión de miradas distintas también está la de Catharina Vanderplaats de Vallejo, profesora agregada de la Universidad de Concordia, Canadá. Según ella, la figura del cacique Enriquillo, tal y como la presenta en su novela Manuel de Jesús Galván, sirvió a las élites intelectuales y políticas para dar sentido a la presunción de hispanidad de la sociedad dominicana. “Con él –dice la investigadora– se ha constituido la cultura dominicana como hispánica (es decir, blanca, descendientes de los colonos), con una mezcla de raza exclusivamente indígena y un presente que conserva ese rasgo”.

Y añade: “Galván cristianiza a Enriquillo desde su juventud (posiblemente hecho histórico), y lo hace comportarse como héroe europeo, “fundando” así simbólicamente el abolengo dominicano como excluyente de la sangre africana y legitimando la re-construcción de la historia nacional, con énfasis en lo indígena-hispánico”.

Catharina Vanderplaats de Vallejo
Catharina Vanderplaats de Vallejo

Vanderplaats de Vallejo expone sus consideraciones en el libro Anacaona. La construcción de la cacica taína de Quisqueya. Quinientos años de ideologización, publicado en 2015 en la Colección del Banco Central de la República Dominicana.

Doris Sommer, profesora de Lenguas Romances y Estudios Afroamericanos de la Universidad de Harvard, en El otro Enriquillo, escribe que la novela de Galván es un texto fundador de la nacionalidad dominicana. “Desde su publicación –observa la académica– los dominicanos de color tienen una identidad: son indios, del abolengo de Enriquillo”. Expone, incluso, que uno de los objetivos de Galván al escribir la novela fue negar los lazos históricos entre su país, constituido de mulatos y gente de color, y la tradición revolucionaria negra de Haití.

“En otras palabras –añade– el uso de Enriquillo por parte de Galván como figura mítica del abolengo dominicano le permitió establecer claras distinciones entre los dominicanos “civilizados” y los haitianos “bárbaros”.

Néstor E. Rodríguez, escritor dominicano de la diáspora y profesor de literatura hispanoamericana de la Universidad de Toronto, Canadá, considera, en consonancia con la profesora Sommer, que el Enriquillo de Galván “se inserta en la tradición de la épica histórica para articular la visión de una pretendida esencia nacional dominicana centrada exclusivamente en los valores hispánicos y la herencia taína”.

Y acota: “Es justamente el apego a una etnicidad ficticia en el discurso nacional dominicano  lo que evidencia el proyecto político subyacente en la novela de Galván”.

“La única mención a la presencia africana en las 466 páginas que conforman el Enriquillo aparece en una de las profusas notas al calce que pueblan el texto, y en la cual el autor subraya la validez de la táctica evasiva del cacique en las montañas de la isla, aludiendo a los grupos de esclavos negros cimarrones que más adelante en la historia colonial utilizarían esa misma estrategia de ocultamiento”.

Néstor E. Rodríguez
Néstor E. Rodríguez

Según Rodríguez, desde antes de que Manuel de Jesús Galván escribiera su Enriquillo ya los componentes negros y mulatos constituían la inmensa mayoría de la población en la recién articulada República Dominicana.

“El gesto de Galván de borrar de la épica nacional el elemento africano abonó a la articulación de una identidad forjada en la negación de ese componente, identidad que se venía formando desde la época de la Independencia, como una necesidad de reafirmación de la naciente república frente a las tentativas haitianas de ocupación. En suma –agrega– los dominicanos fundaron su identidad como pueblo en la negación de la herencia africana y la exaltación del sentimiento hispánico y el catolicismo, elementos desarrollados ampliamente en Enriquillo”.

Pedro Conde Sturla, escritor, crítico literario y columnista activo, aun con sus profundas reservas ideológicas, pone la novela Enriquillo en un sitial literario importante. “A pesar de la exagerada dosis de sentimentalismo y lloriqueismo, propios de los autores románticos, hay una gran lección de arte poética en muchas páginas de Enriquillo. Galván sabe penetrar e insinuarse en el ánimo de sus personajes, y por esa razón, la obra no carece de capilaridad y profundidad psicológica”.

“Galván es un narrador de raza que ha sabido pintar con los colores más intensos de su paleta un cuadro vivo de la frenética actividad de la colonia y las intrigas cortesanas. Enriquillo, desde cualquier punto de vista, es un recuento histórico titánico. No cabe duda que la obra requería fuerzas intelectuales superiores, y bien puede decirse que Galván cumplió su cometido. Galván es uno de los pocos novelistas dominicanos perfectamente dueño de su estilo y de su técnica narrativa”.

La crítica de Conde Sturla al perfil ideológico del libro de Galván es despiadada.  “Enriquillo es una novela reaccionaria y negativa como pocas. (…) El problema –observa- no estriba en que Enriquillo es una novela reaccionaria, negativa; el problema es que Enriquillo es una buena novela reaccionaria…”.

La mirada cuestionadora de Pedro Conde Sturla se dirige al perfil del cacique que creó Manuel de Jesús Galván. “Dada su alta alcurnia, se lo mantiene en una relativa condición de privilegio, mientras los demás indígenas son brutalmente esclavizados, destinados a los más duros trabajos, a la extinción, a la muerte. Enriquillo parece aceptar esta situación de buen grado, o por lo menos con disimulada y cristiana resignación, si no con indiferencia. (…) Una vez terminada su educación, Enriquillo se mueve, se viste y se comporta en el estilo más puro, más cristiano y más castizo, como un perfecto gentleman español. En ningún momento se dice o se sugiere en la novela que Enriquillo se dirige a uno de los suyos en otra lengua que no sea castellano”.

La parte más dura de su visión del Enriquillo de Galván es ésta: “En rigor, Enriquillo es una especie de canto a las glorias de la hispanidad y de la conquista. Solo superficialmente es la historia de Enriquillo. Pero la misma historia de Enriquillo es otra cosa. Vale decir, la historia de un proceso de aculturación interrumpido y malogrado por falta de tacto (cosa que Galván deplora en el alma sinceramente)”.

Manuel de Jesús Galván.
Manuel de Jesús Galván.

“No es difícil darse cuenta que la admiración de Galván se vierte casi toda sobre los colonizadores y no sobre los colonizados. Auténticos (aunque velados) sentimientos de admiración que manifiesta nuestro autor a propósito de exterminadores feroces como Diego Velázquez y Hernán Cortés. (…) “Ya vimos que el Enriquillo que describe Galván es un perfecto modelo de mansedumbre y un ideal de sumisión”.

“No cabe duda que Galván admira a Enriquillo únicamente en la medida en que éste trata de ser y parecer más español y más castizo, más cristiano, más devoto y más sumiso. (…) Enriquillo trasuda hispanidad y cristianidad por todos los poros”, afirma Pedro Conde Sturla.

Transfigurado por la novela de Galván y por los cronistas de los vencedores, no va a resultar fácil encontrar al Enriquillo real, dice Franklin Gutiérrez.

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