El negro esclavo, que luego deviene en el haitiano de hoy, llegó de África con África en su ser, no obstante, por difícil que haya sido para él, logró adoptar algunas costumbres, actitudes y culturas de su lugar de destino; y sólo entonces, vino a adquirir conciencia sobre su esclavitud y la inferioridad que le era conferida en la tierra a la que llegaba, por el color de su piel.
Tal condición, hacía que permaneciera en su conciencia y en sus sueños la aspiración de la libertad; no obstante, su lengua y su religión operaban profundamente en su psiquis, para darle su propia imagen de su mundo interior como de lo extraño. Aquí hay que recordar que los negros traídos a estas tierras, venían en contra de su voluntad, venían de regiones con etnias y lenguas muy diversas de África; de ahí lo levantisco y la falta de acuerdo entre ellos, lo que ocasiona sus diferencias ancestrales.
Las diferencias existentes entre los habitantes no sólo de la isla La Española, sino de todos los territorios colonizados, son también producto de la diversidad de culturas que ejercieron dominio y control en estas tierras: españoles, franceses, ingleses y holandeses; cada cultura colonizadora, dejando su impronta.
En el caso haitiano, Francia fue la metrópoli que sometió a los negros importados para el trabajo pesado en las plantaciones e ingenios, sin ningún tipo de concepción humanitaria acerca de los mismos. Sobre este particular basta con referir una frase de la autoría de uno de los filósofos y juristas franceses más sobresalientes y relevantes de La Ilustración, El Barón de Montesquieu, el mismo que articulara la teoría de la separación de poderes que adoptaran una gran cantidad de Estados, y quien expresara:
“El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción . Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro”.
La propia Francia limitó el desarrollo de Haití pues, como recordaremos, el imperio francés, para reconocer la independencia de Saint Domingue, le sancionó con el pago de una alta suma de dinero (15O millones de francos), como compensación por las supuestas pérdidas ocasionadas a sus colonos. Esta exigencia fue hecha con la amenaza que representaba una flota de barcos de guerra franceses que llegaron a Puerto Príncipe, dispuestos para atacar al paupérrimo pueblo y retornarlo al sistema de la esclavitud. Los ahora haitianos se vieron obligados a grandiosos esfuerzos para satisfacer la exigencia.
Esta obligación, hizo que el pueblo haitiano se endeudara para terminar de saldarla, como lo hizo en 1883, lo que constituyó, aunado a la lucha interna por el poder entre negros y mulatos, una gran retranca para el desarrollo económico. De igual manera la gran mayoría de los gobiernos han sido encabezados por crueles tiranos que han mantenido su hegemonía por medio de la represión y la matanza, gobernantes que optaron por regímenes monárquicos y de emperadores.
La Nación más poderosa del mundo, los Estados Unidos ocuparon Haití desde el año 1915 hasta 1934, como decía la proclama entre otras cosas: “para salvaguardar los intereses de corporaciones de EE.UU”. pero como muestra, sólo hay que advertir que de inmediato, las aduanas pasaron a ser regidas por los marines estadounidenses e influyeron abiertamente en la elecciones del nuevo Gobierno dictatorial haitiano. Lo cierto es, que la ocupación militar estadounidense en Haití, si bien trajo mejorías en la infraestructura del país, no ayudó en nada en cuanto lo político, social, ni económico.
A todo esto se le suma, los embates que la propia naturaleza ha infligido a los haitianos, ejemplo de tal, es el terremoto de 7.3 grados en la escala de Richter ocurrido en enero del año 2O1O que sumió al país en una vorágine de dolor, enfermedades, pérdidas económicas y graves daños más. Aunque se recibió ayuda extranjera no ha sido ni remotamente lo suficiente para paliar la situación, las promesas de ayuda de emergencia, según algunos estudios, sólo ha sido manejada en un 1% por los haitianos.
Con este cuadro de vida azarosa, no debe extrañarle a nadie que los haitianos se vean precisados a emigrar huyendo de la atroz pobreza y la marginación a que históricamente han sido sometidos por sus propios gobernantes y clases pudientes. Es un verdadero drama humano no sólo para el haitiano emigrante, sino también para los pobres de la Nación receptora, pues en esta, los recursos habrán de repartirse entre un mayor número de necesitados.
Como consecuencia del terremoto, se estima que 1.5 millones de personas quedaron en campos de refugiados; en la actualidad se habla de que quedan en ellos unos 358.OOO ocupantes, que según el PNUD se debe a los esfuerzos desplegados por este organismo; sin embargo nosotros somos de parecer que el mecanismo empleado para lograr tal disminución en estos centros, ha sido la facilitación de la emigración, de manera principal hacia el destino más cercano, la República Dominicana; en otras palabras las autoridades haitianas vienen ejecutando una política de exportación migratoria afectando en mayor medida a su vecino del Este.
Aunque parezca un discurso manido, es preciso seguir alzando la voz en este sentido: Haití es un pueblo que necesita ayuda real de una Comunidad Internacional que debe volcarse con verdaderas intenciones humanitarias de mejorar allí las condiciones de vida. Pero la República Dominicana no está en capacidad de acoger la gran cantidad de nacionales haitianos que llegan por la frontera, el Gobierno dominicano debe dejar su anémica gestión en tal sentido y asumir su responsabilidad de predicarlo constantemente en los foros internacionales, y hacer lo que hacen los países que se precian de ser soberanos, que es hacer respetar su constitución y sus leyes, y aplicar su propia política migratoria, pues en la actualidad, nuestros estamentos de control, precisamente control es lo que no tienen sobre este fenómeno.