Recientemente, conversábamos en una clase sobre el carácter cambiante de los consensos sociales. Las opiniones predominates en una determinada sociedad sobre temas controversiales como el aborto, la eutanasia, el matrimonio gay, o la legalización de las drogas pueden variar hasta que los puntos de vista minoritarios se transformen en parte de las creencias mayoritariamente aceptadas.

El cambio se produce de modo paulatino y conlleva la presión política de los sectores que se sienten marginados por sus ideas.

Un reciente estudio de las Universidades de Londres y Pensilvania, publicado en la revista Science, arrojó como resultado que se requiere por lo menos de un 25% de la población total de un colectivo para provocar el punto de inflexión social. No obstante, el problema es mucho más complejo y no depende exclusivamente del número de personas que conforman un movimiento llamado a provocar puntos de giro hacia nuevos consensos.

Cada situación social  tiene sus especificidades. El número de personas que genera un cambio en un momento histórico determinado no es el mismo que lo producirá en otro. Ni siquiera los perfiles psicológicos e intelectuales serán exactamente iguales. Al mismo tiempio, dependerá de numerosas variables no controladas y fenómenos azarosos que se  mezclan con decisiones correctas e impulsos de personas influyentes.

Hoy dia, también existe una interconexión entre movimientos y organizaciones sociales de distintas sociedades del planeta que puede contribuir a puntos de inflexión. Así, un movimiento minoritario en un país pequeño puede contar con el apoyo económico, social y político de un grupo u organización más fuerte que comparte las mismas creencias en otro país.

El cambio en las correlaciones de fuerza sociales a nivel global puede empujar a determinados gobiernos a ceder en cuotas de poder hacia grupos marginados por temor a represalias económicas desde organismos internaciones que apoyan a esos grupos, por lo que se convierten en instancias decisivas en el replanteamiento de nuevos acuerdos o consensos.

Y no debemos olvidar el papel que juegan las nuevas generaciones como receptoras de un nuevo “espíritu del tiempo” o atmósfera intelectual con sus perspectivas, prejuicios y sensibilidades formando jóvenes que enfocarán los problemas desde una óptica distinta a las de sus padres. ¿Acaso no percibimos nuevas lecturas y sensibilidades por parte de nuestros jóvenes con respecto a temas como el aborto o la homosexualidad?