Juan Bosch fue hijo de emigrantes españoles. Sus raíces biológicas no se encuentran en nuestro país hasta la última década del siglo XIX, pero su alma fue tallada por la dominicanidad en todos sus aspectos. Emigró varias veces. Siendo niño su familia se mudó a Haití por unos 3 años; entre el 1929 y el 1931 viajó a España y Venezuela; del 1938 hasta el 1961 vivió en Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Bolivia y Costa Rica, con visitas a otros países; de 1963 a 1965 vivió en Puerto Rico y de 1966 a 1970 estuvo en España y Francia. Los dos dominicanos más destacados del siglo XX, Pedro Henríquez Ureña y Juan Bosch, vivieron gran parte de su vida en el extranjero, semejante a Juan Pablo Duarte, el dominicano más destacado del siglo XIX. Algo hay en ese hecho que todavía no hemos analizado a fondo los historiadores y filósofos dominicanos.

¿Por qué Bosch viaja a España en el 1929? Colombo tiene una interpretación que lo vincula a las posturas públicas que él sostenía frente al continuismo de Vásquez y la dictadura de Trujillo en ciernes. Afirma el afamado periodista en una entrevista que le realiza a Bosch y que fue publicada del 19 al 26 de abril del 1982 en el Nuevo Diario: “En 1929 tenía 20 años. ¿Qué pasó? ¿Una carta de Juan Bosch al presidente Horacio Vásquez, criticando al jefe del Ejército, brigadier Trujillo? ¿Un llamado de Horacio Vásquez a don Pepe Bosch para que pusiera a su hijo a buen resguardo? ¿Decisión de Pepe Bosch de enviarlo a España, para protegerlo? o muy lejos de todo esto, simplemente “tenía necesidad de conocer otro mundo”. ¿Y por eso aborda el barco, rumbo a Barcelona?” (v. XXXVIII, p. 317). Bosch no responde a esas preguntas. Es razonable pensar en ese viaje como una forma de poner distancia de la ira de Vásquez o, más grave, de la de Trujillo. Colombo publicó esa entrevista en su obra Bosch, la palabra y el eco (Ediciones de la SEC, 2009) y tengo el orgullo de que redacté su presentación.

Desde que Bosch tenía 15 años hasta que viajó en sus 20 a España, trabajó como una suerte de contable y cajero en varias compañías importadoras de emigrantes españoles. Para que nos hagamos una idea de su situación laboral cito una entrevista que le hizo Rafael Herrera en 1989: “Yo acababa de cumplir los quince años cuando papá me llevó al almacén de comercio llamado Lavandero y Compañía que se hallaba en la esquina de las calles Pina y Mercedes, a pocos metros de la puerta del Conde. (…) Así pues, mientras estuve viviendo en el almacén de Lavandero y Compañía yo no pensaba en nada que se relacionara con la literatura; sin embargo, aunque hacía el mismo tipo de vida en la Casa Corripio, propiedad de Ramón, el hermano mayor de Manuel (allí entré a trabajar ganando 30 pesos mensuales, que eran dólares, una cantidad importante si la comparaba con lo que ganaba en la Casa Lavandero, donde jamás recibí salario ni de diez centavos) (…) En esos años la política no tenía atractivos para mí. La primera vez que conocí de cerca a un personaje político fue estando en la Casa Lavandero en ocasión en que llegó allí Federico Velázquez, y en el año y meses de trabajo en la Casa Corripio, en mis funciones de cajero, cambiaba cada mes el cheque de cien pesos que recibía en su condición de Inspector de Frutos Pepito Trujillo, a quien se le conocía por ese nombre sin agregarle el consabido don. El propio Pepito Trujillo llevaba ese cheque y lo ponía en mis manos para que se lo cambiara por billetes de dólares” (v. XXXVII, p. 284-286). ¡Con los Lavandero no recibía salario! Trabajaba por alojamiento, en el mismo negocio, y comida.

Volvamos al viaje del 1929. La autora que detalla con mayor precisión ese viaje es Evelyn Marte Rodríguez, en su libro Los Bosch Gaviño, del 2009. Previo a dicho viaje Bosch sufre de un agotamiento físico extremo debido al “…trabajo alienante y excesivo y tuve un verdadero desgaste. Tanto, que mi mamá cargó conmigo hacia Constanza, donde pasé algunos meses en recuperación” (v. XXXVIII, p. 316). Constanza le hizo mucho bien a la salud de Bosch, de su estadía en ese hermoso valle de la Cordillera Central hay anécdotas muy curiosas, como el hecho de que los humildes habitantes de esa villa lo consideraban un médico por venir de la capital y llego incluso a sacar muelas. Marte cita un extenso texto de Bosch sobre esa experiencia. (Marte, pp. 145-147) Bosch resume esas experiencias como médico con un refrán muy conocido: “La gente del pueblo dice que hay un santo que protege a los inocentes. Yo no sé cuál de los dos era el inocente en este caso, si Felipito (a quien le sacó la muela) o yo” (v. V, p. 270).

Señala Evelyn Marte: “Restablecida la condición de salud del joven Bosch (por su estadía en Constanza), toda la familia viaja a Tortosa, Barcelona, en España, lugar de origen de don Pepe Bosch. Se hospedan en casa de los dos hermanos, porque los padres habían fallecidos desde antes de su boda con doña Ángela en 1906, según consta en el acta matrimonial. La familia Bosch pasa una corta temporada con sus parientes españoles y luego retornaron a la ciudad de La Vega, no así Angelita y Juan Emilio, de 19 y 21 años respectivamente, quienes prolongaron su estadía en casa de los tíos en Tortosa” (p. 147). Una pequeña aclaración a Evelyn Marte: Bosch propiamente tenía 20 años al viajar, ya que no cumpliría los 21 hasta el 30 de junio del 1930 y Ángela Bosch acababa de cumplir 18 años de edad el 17 de agosto del 1929.

¿Cuándo ocurrió el viaje? Como Bosch señala que la vida en España era difícil en octubre del 1929 debido a la crisis económica mundial, el viaje ocurrió antes. En una entrevista con Lil Despradel, en 1979, Bosch lo indica: “ —(Despradel) ¿Qué hizo en Barcelona? ¿Escribió algo? —(Bosch) Muy poco, o tal vez sería mejor decir que nada. La vida era difícil en España. A fines de octubre comenzó la gran crisis económica que iba a tener efectos terribles en los países capitalistas y yo buscaba trabajo y no hallaba plaza”(v. V, p. 459). Por tanto fue antes de octubre, al menos antes de fines de octubre, pero ¿fue antes de su artículo del 16 de septiembre de 1929? Imagino que no, porque no creo que lo enviara desde España, aunque pudo entregarlo y salir en el viaje y que se publicara estando él en el extranjero. Pero eso no respaldaría las preguntas de Colombo que cité al inicio de este texto. Por tanto, llevándonos de ambos textos, ubicaríamos el viaje entre la última semana de septiembre y la primera quincena de octubre.

Pero tenemos una referencia que crea más dificultades y tiene que ver con Lilís. En la entrevista que le hace Rafael Herrera, que ya mencioné en este artículo, Bosch señala que “…el día que iba al muelle para tomar el barco que me llevaría a Barcelona vi al lado de uno de los almacenes de las Aduanas (en Santo Domingo) la base de una estatua dedicada a Ulises Heureaux. Esa base había llegado al país antes que la estatua, y la estatua no llegó nunca porque mataron a Lilís antes de que la embarcaran. ¿Dónde estaba, pues, la estatua? La encontré en los muelles de Barcelona, y cuando le pregunté a un obrero de esos muelles quién era el personaje representado en esa estatua me respondió que era el fundador de los muelles” (v. XXXVII, p. 301). En 1990, en El Nacional, escribe un artículo titulado La estatua de Lilís, dedicado a Bonaparte Gautreaux Piñeyro. Señala Bosch: “La historia de la estatua española de Lilís, a la cual referiste hace pocos días en tu columna de El Nacional, empezó en el muelle de Santo Domingo, que estaba en 1929 en el río Ozama, no en Haina, y en ese muelle se hallaba anclado el vapor español Buenos Aires en el cual iba yo a viajar en junio de ese año hacia Barcelona, la capital de la región de Cataluña de la cual es capital Barcelona” (v. XXXV, p. 453). Nos enfrentamos a un problema. O Bosch se equivoca en cuanto al mes de junio del 1929 como fecha de su partida, y de su familia, o la publicación de sus dos artículos fueron cuando él ya no estaba en el país. Por cierto, fue Bernardo Vega quien encontró el artículo Los dos caminos de la hora, olvidado hasta por su autor. Pienso que fue un error de Bosch ubicar su partida en junio, pero para zanjar esa duda se necesitan otras fuentes, quizás tengamos en el AGN relaciones de los pasajeros que viajaron en el Buenos Aires en 1929 y la fecha de su partida o en los archivos españoles.

Una anécdota final, usando este mismo texto dedicado a Gratereaux, dice Bosch: “Al llegar a Barcelona tuve que dedicarme a buscar trabajo y me olvidé de Lilís y su estatua, pero un buen día recibí una carta de Pío Espínola, el escultor vegano, que estaba viviendo en París desde hacía algunos años. En esa carta Pío me anunciaba que llegaría a Barcelona tal día y que haría el viaje por la vía marítima desde Marsella, y me fui a esperarlo a un muelle que no era el que usó el Buenos Aires. Fue en ese muelle barcelonés, que yo no conocía, donde vi la estatua de Lilís. Era una escultura excelente, vaciada en bronce. El dictador dominicano se veía en ella tan gallardo y con sus facciones tan bien reproducidas que parecía que estaba vivo, y lo mismo sucedía con el caballo.” (v. XXXV, p. 454). El Bosch que tuvo como vocación la escultura y que fue Pio Espínola quien lo disuadió de seguir esa inclinación artística, se vinculan en Barcelona con la estatua de Lilís que nunca llegó al país. Tres dominicanos: Bosch, Espínola y Lilís “estuvieron” en el mismo muelle en Barcelona.