El día del eclipse me bajé de la cama y tomé la computadora y luego de dar todos los pasos y abrir ventanas virtuales en un ejercicio ritual veo la foto de Abraham Lincoln y el editorial de este periódico digital, Acento, que se titula: «El Estadista». Es un largo escrito que tiene como autor Juan Tomás Taveras, colmado de metáforas donde las avenidas son arterias y donde se dice que la Avenida Abraham Lincoln queda en el Norte de la ciudad y se designa como un monumento de la República Dominicana, que honra a ese ilustre estadounidense que fue presidente de los Estados Unidos de América, el número 16.

Si uno observa los nombres de las principales vías de esta ciudad, que muchos consideran como un lugar de la xenofobia, y sobre eso ya escribió Bernardo Vega, uno puede ver que las principales avenidas de lo que es hoy el centro de la ciudad tienen nombres de ciudadanos extranjeros. En la y griega que se forma desde la pequeña plaza «La Lira», están las avenidas Abraham Lincoln y Lope de Vega. A los dos lados están las avenidas más próximas que si uno se desplaza de Sur a Norte a la izquierda, paralela, la avenida Winston Churchill y a la derecha la avenida Tiradentes y en el Centro olímpico está la José Ortega y Gasset y más allá la avenida del cubano Máximo Gómez. A estas avenidas las cruzan la San Martín, John F, Kennedy, la 27 de febrero, la Bolívar, la Sarasota y la George Washington.

Otras calles importantes de la zona del polígono central tienen nombres de colaboradores y ministros de los gobiernos del dictador Trujillo y uno o dos que se les oponían y que hasta participaron en su asesinato.  Mientras tanto, Félix María Ruiz, un héroe de la independencia, perdió su calle o se la borraron del mapa y la del Teniente Amado García Guerrero no aparece, una calle que llegaba antes hasta la plaza «La Trinitaria», en la cabeza del puente Duarte y que fue reducida a dos cuadras de casa de empeño. Cuando se llevaron la calle Juan Barón a un lado de la Catedral para honrarlo en el malecón le hicieron una plaza, Félix María Ruiz no tuvo igual suerte.

No hay en la parte central de la ciudad una calle con el nombre de uno de nuestros héroes. Luperón está casi fuera de la ciudad y uno ve que llega hasta allá la avenida Olof Palme. La conmemoración de nuestras batallas o las calles que honran a nuestros insignes hombres y mujeres están en los reductos de calles estrechas donde los jóvenes de ahora no van. En un sitio como el que alguna vez se llamó ciudad nueva o en la zona colonial, o en los barrios de San Lázaro y San Antón o San Carlos y Villa Francisca y en uno que no es barrio porque le dicen el sector Gazcue. En esos lugares los héroes de este país no están solos hay también extranjeros, pero en el polígono central de la ciudad de Santo Domingo de Guzmán sencillamente no existen.

Abraham Lincoln no hizo una guerra como un paso táctico para acabar la esclavitud, hizo una guerra para mantener la unidad de los Estados Unidos de América

Isabel la Católica que tiene una calle en la zona colonial hubo también que rememorar su vida conyugal y la avenida donde termina la calle Ortega y Gasset es de los reyes católicos. Un país con el nombre de República Dominicana no creo que sus fundadores tuvieran como modelo el reino de Castilla. La otra gran Avenida no es de un prócer, es de Jacobo Majluta. También está la avenida Colombia y los héroes de este país se liquidan por paquete con una avenida que se llama «Los Próceres», que uno supone que se refiere a ellos, por el libro que escribió el Dr. Joaquín Balaguer.

Uno pregunta a cualquier millennial dónde queda la calle Santomé, la Sánchez, la Mella, la Salomé Ureña, 16 de Agosto o Benito González no sabe de qué se trata ni sabe dónde es. Eso se llama destruir nuestra identidad, borrar poco a poco lo que somos en un vano afán de hacernos universales para llegar a ser nadie, diluirnos en lo global, a lo que acudimos sin saber lo que somos, y siendo lo hermoso pequeño queremos héroes que no nos corresponden sólo porque son los héroes de naciones grandes.

Al presidente Abraham Lincoln pocos méritos le faltan, sostuvo a los Estados Unidos de América como un gran país y le dio la unidad que hoy representa su fortaleza. No hay que ponerle más. No lo necesita, sólo por su vida personal es un hombre que admiro, que desde la miseria se hizo a sí mismo y sostuvo los fundamentos que hacen de los Estados Unidos lo que es hoy, aunque no es un país perfecto y no lo podrá ser, como ninguno otro lo ha de ser.

Abraham Lincoln fue un hombre de su época, como lo han sido todos los presidentes de los Estados Unidos. Sin la guerra de Vietnam y la invasión a este país Lindon B. Johnson sería el presidente que firmo la ley de los derechos civiles, que acabó con las secuelas institucionales del fin de la esclavitud creada por los estados y con el apartheid norteamericano que en Estados Unidos se llamó segregación, en la que Abraham Lincoln creía como hombre de su época, pero Johnson en esta esta ciudad no tiene una calle.  La calle de Johnson aquí la tiene John F. Kennedy en una avenida, que actuó por los derechos civiles, pero a un hombre del Norte como Kennedy no le representaba lo mismo que a Johnson siendo del Sur. No creo que por eso en esta ciudad de un país de héroes huérfanos de honores Kennedy merezca la gran avenida que tiene.

Abraham Lincoln no hizo una guerra como un paso táctico para acabar la esclavitud, hizo una guerra para mantener la unidad de los Estados Unidos de América. Él lo dijo: «Soy anti esclavista, pero no abolicionista». Cuando Lincoln dijo: «Mi objetivo actual es ante todo salvar la Unión, y no salvar o destruir la esclavitud. Si pudiera salvar la Unión sin libertar a un solo esclavo, lo haría; si pudiera salvarla liberando a todos los esclavos, lo haría; si pudiera salvarla con el enfrentamiento de una parte de los esclavos y el abandono de la otra parte, también lo haría», y un mes después declaró la libertad de los esclavos de los estados que estaban en rebeldía, no declaró la libertad de todos los esclavos, pues quedaron esclavos los negros de los estados esclavistas que se quedaron en la Unión y no hicieron la guerra. Hizo esto un mes después del editorial del New York Tribune, escrito por su director Horace Greely, titulado: “La oración de los veinte millones”.

Lincoln siendo un Whig asumió el pragmatismo y el oportunismo durante la guerra y tuvo los dilemas de un gobernante en entre medios y fines y de la denuncia del poder presidencial pasó a fortalecerlo. Reconociendo que la unidad de los estados no era un fin en sí mismo, sino que más bien era un instrumento para elevar al pueblo y la condición de los hombres, pero su concepto de hombre e integración no incluía al hombre negro, su eje estaba en primer lugar en el hombre blanco. «Ustedes y nosotros -dijo Lincoln a negros reunidos- somos razas diferentes, Entre nosotros existe una diferencia mucho mayor de la que existe entre casi cualesquiera dos razas». Las diferencias eran de color y años de explotación

Esas diferencias físicas creaban, según Lincoln, desventaja para las dos partes, negros y blancos. Los negros sufrían por vivir entre los blancos y los blancos sufrían por la sola presencia de los negros y como los dos sufrían era una razón suficiente para estar separados. Este argumento fue utilizado por los segregacionistas del Sur.

¿Cómo se dice que los estados de Norte estaban en contra de la esclavitud en el Sur y por eso lucharon? Hasta ahora he estado tomado el libro de James Mcgregor Burns, «Gobierno Presidencial» para referirme a las ideas de Lincoln sobre la esclavitud, pero Louis Menand, en su libro «El club de los metafísicos», sobre las ideas en los Estados Unidos, establece que antes de la guerra en el Norte no se pensaba que la guerra civil estadounidense tenía que salvar a la Unión y abolir la esclavitud. Los del Norte querían salvar a la Unión y no querían que la esclavitud se extendiera a sus territorios, pero para hacer la guerra sólo tenían la convicción de que perder el Sur era una tragedia económica. Muchos empleados blancos en el Norte suponían que la liberalización de los esclavos conllevaría salarios más bajos.

A quienes no les importaba la Unión era a los abolicionistas que odiaban a los unionistas como Lincoln, que según ellos anteponían los intereses propios a lo que era justo y los acusaban de hipócritas codiciosos. Los abolicionistas consideraban todo lo que no fuera la eliminación de la esclavitud un pacto con el demonio. La primera guerra de visiones entorno a la esclavitud se dio en el Norte, antes que la guerra civil. Entre los que proponían soltar en banda los estados de Sur estaba Horace Greely, que acusaba a Lincoln de ser desastrosamente negligente en sus esfuerzos por acabar con la esclavitud, también lo acusaba de ser tibio en las confiscaciones de esclavos.

Es un sofisma hablar de la imposibilidad de eliminar la esclavitud sin la guerra y que era primero la unidad. La esclavitud era una institución decadente, aunque dicen los economistas que era rentable. La esclavitud no existía en los estados del Norte. El estado de Vermont fue el primer lugar en el continente donde se prohibió la esclavitud constitucionalmente, no fue en Haití. Lo que en el Norte tenían como primer tema la unidad no tenían problemas con la esclavitud, salvo algunos dolores de conciencia.

Si en este país alguien debe tener una avenida por su lucha en contra de la esclavitud en Estados Unidos yo elijo el nombre de John Brown; si es por la grandeza de los Estados Unidos, Abraham Lincoln es un buen candidato; también lo es Thomas Jefferson que vio la esclavitud como algo abominable, pero siempre tuvo esclavos, era el dilema de su época. Thomas Jefferson por el hombre que fue merece una calle en esta ciudad, claro, sólo si aquí nos faltan héroes. Pueden ser honrados unos y otros, los nuestros y los universales mi problema es que los nuestros no están.